martes, 10 de diciembre de 2019

EL SAGRARIO ABANDONADO: EL NUEVO CALVARIO


          El 4 de Marzo de 1910, el entonces Arcipreste de Huelva, en Sevilla, Don Manuel González, fundaba la "Pía Unión de Las Tres Marías"  y al año siguiente, "Los Discípulos de San Juan Evangelista", formada por seglares, consagrados a acompañar a Jesús Sacramentado, de manera especial en aquellos lugares donde el Sagrario estuviese poco frecuentado. En Octubre de 1912, fundaría la sección infantil, los "Juanitos del Sagrario".

          La Obra del piadoso sacerdote -que luego sería Obispo de Málaga y de Palencia- tomaba como modelo a aquellas Santas Mujeres y al Discípulo Amado, San Juan, que acompañaron al Divino Maestro en el Calvario; del mismo modo, los socios de esta Obra le acompañan y consuelan en el abandono y soledad que sufre Jesús Sacramentado en algunos Sagrarios, que bien pueden llamarse Sagrarios-Calvarios. 




               Corazón amadísimo de Jesús, me he enterado que en ese Sagrario nadie, o casi nadie, Te recibe ni Te visita. ¡Nadie quiere trato contigo! ¡Cómo hace estremecer de pena esa noticia a mi alma! ¿Pero es que en ese pueblo no hay enfermos que quieran sanar, hambrientos que quieran comer, afligidos que quieran consuelo, abandonados que quieran compañía, niños que no tengan padres, mujeres que carezcan de amparo, débiles que necesitan defensa? 

               Porque Tú, Corazón querido de mi Jesús Sacramentado, eres todo eso: medicina, aliento, consuelo, amistad y protección, Amor. ¿Es que no lo saben? ¿Es que, aún sabiéndolo, no te quieren, ni quieren nada tuyo? ¡Qué pena te producirán ese desconocimiento y ese desprecio! ¿Verdad que si, Jesús mío? ¿Verdad que Te pesarán mucho esos días tan tristes y esas noches tan largas de abandono y soledad? ¿Verdad que tendrás que echar mano de toda Tu paciencia de Padre y de todo Tu Amor infinito para no cansarte de esperar tanto tiempo a los hijos que no quieren venir...? 

               Yo quisiera, Señor, ser ángel sembrador de piadosos recuerdos y cristianas enseñanzas y despertador de conciencias dormidas o muertas, para ir visitando uno por uno a todos los vecinos de ese pueblo, y decirles allá en lo más hondo del alma, con el acento más penetrante de mi palabra angélica: Hermano, ¿pero, no te has enterado de que Jesús está en el Sagrario de tu Parroquia? ¿No te has enterado...? y me llevaría diciéndoselo hasta que se enterara del todo. 

               Yo quisiera ser el misionero de esa Parroquia para gritar diariamente y cada hora en las calles y en los campos, y de rodillas si fuera preciso, delante de cada habitante del pueblo: ¡Hermanos, hermanos, Jesús está solo y no quiere ni debe estar solo! 

               Si yo pudiera tener por cada Sagrario desierto un corazón para acompañarte en él y una boca para alabarte y recibirte, ¡qué alegría sentiría mi alma al presentarme delante de Ti en cada uno de ellos y decirte: Corazón Bueno, ya no estás solo! Pero, Señor, no tengo más que un corazón, y éste, chico, miserable; una sola lengua, y ésta, torpe y manchada. ¿Te dignas, sin embargo, admitir a uno y a otra por compañeros de Tu soledad? 

               Tuyo es todo lo mío. ¿Me permites, Corazón despreciado de mi Jesús, que vaya en espíritu todos los días a ese Sagrario de tus desprecios, a recibirte y a visitarte? ¿Concedes a mi alma el que haga de ese Sagrario su palomar a donde frecuentemente vuele, para llevar los granitos de sus adoraciones y súplicas, y para tomar alimento y el descanso que la fortalezcan? ¿Me lo concedes? 




               ¡Qué feliz voy a ser desde el momento en que yo sepa que mi Jesús se digna consolarse con los obsequios de mi pobre alma! ¡Qué alegría poder consolarlo agradeciendo por los que no agradecen, pidiendo por los que no piden nunca, llorando por los que no lloran, mortificándose por los que no pecan, comulgando por los que no comulgan, amando por los que odian! 

               ¡Madre mía Inmaculada, Discípulo fiel, Marías acompañantes de Jesús en el Calvario, Ángeles adoradores de la Pasión y de los Sagrarios-Calvarios, poned en mi corazón algo de vuestro amor reparador y compasivo, y en mi lengua las alabanzas más puras y más sentidas, hablad por mi boca y amad por mi corazón, para que cuando en espíritu llame yo a las puertas de aquel Sagrario me respondan desde dentro con un dulcísimo plural: "Ya están ahí los míos, los que no me han abandonado...!" Así sea. Así sea. Así sea.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.