viernes, 26 de febrero de 2021

Sobre la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo... el Santo Cuerpo en brazos de Su Madre




MEDITACIONES SOBRE LA PASIÓN 
DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

"Habiendo descendido el santo Cuerpo, lo envolvieron 
y lo pusieron en los brazos de su Madre, 
que se los tendía poseída de dolor y de amor..."

Por la Mística Ana Catarina Emmerich


               El cielo estaba todavía oscuro y nebuloso cuando José y Nicodemus se fueron al Calvario: allí se encontraron con sus criados y las santas mujeres que lloraban sentadas en frente de la Cruz. Casio y muchos soldados, que se habían convertido, estaban a cierta distancia, tímidos y respetuosos. José y Nicodemus contaron a la Virgen y a Juan todo lo que habían hecho para librar a Jesús de una muerte ignominiosa, y cómo habían obtenido que no rompiesen los huesos al Señor. 

               Entre tanto llegó el centurión Abenadar, y luego comenzaron la piadosa obra del descendimiento de la Cruz, para embalsamar el sagrado cuerpo del Señor. Casio se acercó también, y contó a Abenadar la milagrosa curación de la vista. Todos se sentían muy conmovidos, llenos de tristeza y de amor. Nicodemus y José pusieron las escaleras detrás de la Cruz, subieron y arrancaron los clavos. En seguida descendieron despacio el Santo Cuerpo, bajando escalón por escalón con las mayores precauciones. Fue un espectáculo muy tierno; tenían el mismo cuidado, las mismas precauciones como si hubiesen temido causar algún dolor a Jesús. Todos los circunstantes tenían los ojos fijos en el Cuerpo del Señor y seguían sus movimientos, levantaban las manos al cielo, derramaban lágrimas y daban señales del más profundo dolor. 

              Todos estaban penetrados de un respeto profundo, hablando sólo en voz baja para ayudarse unos a otros. Mientras los martillazos se oían, María, Magdalena y todos los que estaban presentes a la crucifixión, tenían el corazón partido. El ruido de esos golpes les recordaba los padecimientos de Jesús; temían oír otra vez el grito penetrante de sus sufrimientos. 

               Habiendo descendido el Santo Cuerpo, lo envolvieron y lo pusieron en los brazos de Su Madre, que se los tendía poseída de dolor y de amor. Así la Virgen Santísima sostenía por última vez en Sus brazos el Cuerpo de Su querido Hijo, a quien no había podido dar ninguna prueba de su amor en todo su martirio; contempló sus heridas, cubrió de ósculos su cara ensangrentada, mientras Magdalena reposaba la suya sobre sus pies. 

               Después de un rato, Juan, acercándose a la Virgen, le suplicó que se separase de Su Hijo para que le pudieran embalsamar, porque se acercaba el Sábado. María se despidió de Él en los términos más tiernos. Entonces los hombres lo tomaron de los brazos de Su Madre y lo llevaron a un sitio más bajo que la cumbre del Gólgota, que ofrecía gran comodidad para hacer el embalsamamiento. Lo hicieron en seguida y envolvieron después el Santo Cuerpo en un gran lienzo blanco. 

              Cuando todos se arrodillaron para despedirse de Él, se operó delante de sus ojos un gran milagro: el Sagrado Cuerpo de Jesús, con Sus heridas, apareció representado sobre el lienzo que lo cubría, como si hubiese querido recompensar su celo y su amor, y dejarles un retrato a través de los velos que lo cubrían. Era un retrato sobrenatural, un testimonio de la divinidad creadora, que residía siempre en el Cuerpo de Jesús...



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