sábado, 10 de abril de 2021

UN GRAN DOMINIO SOBRE LAS ALMAS


                   En su Tratado de la Verdadera Devoción a la Virgen María, San Luis María Grignión de Montfort enseña que "antes del Bautismo pertenecíamos al demonio como esclavos suyos. El Bautismo nos ha convertido en verdaderos esclavos de Jesucristo".




               Así es, y si no, basta recordar el reclamo del Apóstol San Pablo "¿Acaso no sabéis que no os pertenecéis?" (1 Corintios, cap. 6, vers. 19). Y San Luis añade: "Somos totalmente Suyos, como Sus miembros y esclavos, comprados con el precio infinito de toda Su Sangre".

               Teniendo en cuenta esto, el incansable Misionero, San Luis María Grignión, explica la diferencia entre el servidor asalariado y el esclavo: "Por la esclavitud, en cambio, uno depende de otro enteramente, por toda la vida y debe servir al amo sin pretender salario ni recompensa alguna, como si fuera uno de sus animales sobre los que tiene derecho de vida y muerte".

               Por naturaleza, todos los seres son esclavos de Dios. Los demonios y los condenados también lo son por constreñimiento, y los justos y santos, por libre voluntad.

               Este tipo de esclavitud, enseña el Santo enamorado de la Virgen, es "la más perfecta y la más gloriosa para Dios, que escruta el corazón, nos lo pide para sí y se llama Dios del corazón o de la voluntad amorosa", porque por esta esclavitud el alma "opta por Dios y por Su servicio, sin que importe todo lo demás, aunque no estuviese obligado a ello por naturaleza"

               Al final de su obra, San Luis aconseja algunas "prácticas interiores que tienen gran eficacia santificadora para aquellos a quienes el Espíritu Santo llama a una elevada perfección". Éstas consisten en hacer todas las acciones "por María, con María, en María y para María, a fin de obrar más perfectamente por Jesucristo, con Jesucristo, en Jesucristo y para Jesucristo".



          1º) Por María: "se trata de conformarse y dejarse conformar por Ella en el espíritu que la anima, que no es otro que el Espíritu Santo de Dios, fuente y principio de toda vida en Cristo".

          2º) Con María: "según nuestras limitadas capacidades". Ella es "el grandioso y único molde de Dios", en el que es necesario arrojarse "para hacer imágenes vivas de Jesucristo."

          3º) En María: "Es más bien un resultado al que se puede llegar, un fruto que se puede obtener ‘por su fidelidad… como una inmensa gracia’ por la puesta en práctica del ‘por’ y del ‘con’ María. Vivir en María, ¿no es experimentar la presencia amante de María?".

          4º) Para María: "no como fin último de nuestras acciones, que sólo puede ser Jesucristo, sino como fin próximo, intermediario y medio eficaz de llegar a Él."




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