lunes, 5 de abril de 2021

LOS ÁNGELES CUSTODIOS LUCHAN CON NOSOTROS CONTRA EL DEMONIO


               Es una Verdad de Fe que los Ángeles, todo benditos que son, reciben una misión de Dios ante los hombres; las palabras de Nuestro Señor, la enseñanza de los Doctores y los Santos, la Autoridad de la Iglesia, no nos permiten dudar de esta realidad. 

               Si los demonios, en legiones innumerables, merodean a nuestro alrededor como leones dispuestos a devorarnos, según la palabra de San Pedro, es consolador para nosotros pensar que Dios nos ha dado defensores más numerosos y más poderosos que los demonios.




                A más tardar desde su nacimiento, todo hombre que viene al mundo es confiado a la Custodia de una mente celestial; los paganos, los herejes, los pecadores mismos no están privados de este beneficio de Dios. Incluso es cierto que varios personajes, debido a su situación, como los Reyes, los Pontífices, algunos Sacerdotes, o debido a las vistas especiales de Dios sobre ellos, como muchos Santos, a veces tienen varios Ángeles guardianes. Sin duda, no sólo los individuos, sino las Sociedades y las Instituciones, son confiados especialmente a la Custodia de los Ángeles; la Santa Iglesia, los Reinos, las Provincias, las Diócesis, las Parroquias, las familias, las Órdenes Religiosas, las Comunidades, tienen sus Protectores Angelicales.

                Los Ángeles nos preservan de una multitud de males y peligros, alejan de nosotros las ocasiones del pecado; nos inspiran en pensamientos santos y nos llevan a la virtud, nos sostienen en las tentaciones, nos fortalecen en nuestras debilidades, nos animan en nuestros desánimos, nos consuelan en nuestras aflicciones. Ellos luchan con nosotros contra el demonio y nos protegen contra sus trampas; si caemos, por fragilidad o por malicia, nos levantan por el remordimiento, por los pensamientos de la fe, por el temor a los juicios de Dios, y nos proporcionan varios medios de conversión: llevan nuestras buenas obras y oraciones a Dios, reparan nuestras faltas, interceden por nosotros ante la Divina Misericordia, suspenden la venganza celestial sobre nuestras cabezas; finalmente, nos iluminan y nos apoyan en la enfermedad y en la hora de la muerte, nos presencian el Juicio de Dios, visitan las almas del purgatorio.

               San Bernardo resume nuestra tarea en tres palabras: "Qué respeto, qué amor, qué confianza de nosotros no merecen los Ángeles: respeto a su presencia, amor por su benevolencia, confianza en su protección." Añadimos un cuarto deber, docilidad a su inspiración.


Abad L. Jaud, "Vida de los Santos para todos los días del año", Tours, 1950




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