En 1925, Serafín González, alcalde del San Sebastián de Garabandal, decidió junto con el Párroco, Don Ángel Cosío Vélez, que se realizase una plantación de pinos y robles para conmemorar la Primera Comunión de los niños del lugar; el Sacerdote bendijo la nueva plantación, situada en la explanada de una loma de la aldea; de aquellos árboles hoy permanecen nueve pinos.
El lugar, ya conocido desde entonces como "Los Pinos", guardará para siempre relación con la Sagrada Eucaristía, pues aquellos árboles, crecieron en honor de la pureza de unas almas infantiles, que recibían por vez primera a Jesús Sacramentado y fueron además, regados por la bendición que en nombre de la Iglesia, les impartió el Sacerdote; no es de extrañar pues, que en el período de las Apariciones (1961 - 1965 ) la primera Comunión Mística en Garabandal tuviese lugar allí.
Cuando no había Sacerdotes en el Pueblo, las niñas videntes, recibían la Sagrada Comunión de manos del Arcángel San Miguel. Caían repentinamente de rodillas y, por indicación de San Miguel, rezaban el "Yo pecador" o el "Señor mío Jesucristo", a continuación abrían la boca y sacaban levemente la lengua; finalmente rezaban el "Alma de Cristo". El Arcángel les decía que le hablasen a Jesús y que le escuchasen...
No eran pocos los que dudaban de estas Comuniones Místicas, pues dudaban de que un Ángel pudiese obtener una forma consagrada sin ser Sacerdote; Don Valentín, el Párroco, quiso despejar la duda y le dijo a las niñas que preguntaran al Arcángel San Miguel de dónde obtenía las formas consagradas. Las pequeñas, obedientes a la indicación del Sacerdote, se lo plantearon a San Miguel en la siguiente manifestación, y el Príncipe de los Ángeles les respondió que las Sagradas Formas las tomaba de los Sagrarios.
En el campo que estudia los fenómenos sobrenaturales de orden divino, se le denomina Comunión Mística precisamente porque no es visible más que para el alma que la recibe; acontece este fenómeno en medio de un éxtasis o elevado grado de contemplación divina. En cualquier caso, es una gracia particularísima, reservada por el Cielo para almas delicadas; que en Garabandal se manifestase de forma pública, a la vista de todos, indica que Dios permitía aquél celestial espectáculo, tal vez para mover la piedad y el fervor de cuantos observaron a las videntes comulgar místicamente: con decoro, con gesto humilde, haciendo previo el acto de contrición, en posición de rodillas, recibiendo el Manjar Celestial en la lengua, con la posterior acción de gracias... toda una catequesis eucarística.
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