martes, 27 de abril de 2021

EL ÁNGEL CUSTODIO EN LA VIDA DEL PADRE PÍO




               Desde su infancia, el Padre Pío fue agraciado con el don de ver a su Ángel Custodio; su trato íntimo le resultaba tan natural, que en su inocencia llegó a pensar que todos podían ver a su propio Ángel; a lo largo de su vida este Custodio no solo le seguiría acompañando sino que además le serviría con fidelidad en su doble Misión: como Sacerdote primero, como Víctima después, cuando recibió los Santos Estigmas de la Pasión de Cristo. Tal vez por esta confianza certera que tenía el Padre Pío en su Ángel, jamás se cansó de recomendar a sus hijos espirituales, que tuvieran particular devoción al Ángel que la Providencia les había asignado.

               Si ahondamos en el día a día del Fraile de los Estigmas, encontramos numerosos capítulos donde el buen Sacerdote era auxiliado por su Custodio, como cuando el demonio manchaba con borrones las cartas que le llegaban de su confesor y siguiendo el consejo de su Ángel Custodio, el Padre Pío rociaba con agua bendita las misivas antes de abrirlas y así podía leerlas.

               Si en el Convento de San Giovanni Rotondo recibían alguna carta escrita en francés, estaban ciertos que iba dirigida al Padre Pío, pero ningún fraile se preocupaba: el Ángel le hacía de traductor. Así lo atestiguó el mismo Padre Pío en una misiva: "...si la misión de nuestro Ángel Custodio es importante, la del mío es ciertamente más amplia, porque debe hacer también de maestro en la traducción de otras lenguas."

               Como enseña nuestra Santa Religión, el Ángel Custodio nos alienta y ayuda para alcanzar la Santidad; en la vida terrenal del Padre Pío su Ángel actuó siempre en este orden, hasta el punto que no pocas veces lo despertaba para que acudiera a rezar con la Comunidad, como lo dejó patente en otra carta: "Por la noche, al cerrárseme los ojos, veo bajarse el velo y abrirse delante el Paraíso; y, confortado con esta visión, duermo con una sonrisa de dulce felicidad en los labios y con una gran tranquilidad en la frente, en espera de que mi pequeño compañero de mi infancia venga a despertarme y, de esta forma, elevar juntos las Laudes matutinas al Amado de nuestros corazones."



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