Santa Gema perdió a su padre en 1897, cuando ella apenas contaba diecinueve años; por la mala gestión paterna de los negocios, los hijos se quedaron sin nada y no tenían siquiera los medios para mantenerse.
En situación tan precaria Santa Gema pronto comenzó a enfermar: se le desarrolló una curvatura en la columna vertebral. Sufrió también una meningitis que le produjo una pérdida de oído temporal. Largos abscesos se le formaron en la cabeza, el pelo se le cayó y finalmente las extremidades se le paralizaron.
En su lecho de dolor leyó la Vida del Venerable Gabriel de la Dolorosa (en aquel entonces aún no había sido canonizado); pronto en su alma, comenzó a crecer una sincera devoción al joven pasionista. Ella misma escribiría: "Creció mi admiración de sus virtudes y sus maneras. Mi devoción hacia él se incrementó. En la noche no dormía sin tener su retrato bajo mi almohada, y después comencé a verlo cerca de mí. No sé cómo explicar esto, pero sentía su presencia. Todo el tiempo y en toda acción, el hermano Gabriel venía a mi mente".
Pasaba el tiempo y Santa Gema empeoraba, apenas salía de la cama que parecía ser el lecho de muerte de una joven que apenas rozaba los veinte años de edad. Alguien cercano le sugirió en aquel trance rezar una novena a la entonces Beata Margarita María de Alacoque, Vidente del Sagrado Corazón de Jesús. Santa Gema inició la Novena al Sagrado Corazón varias veces pero su debilidad no le permitía continuarla.
El día 23 de Febrero 1899, recomienza en serio la Novena, y en la noche del día 1 al 2 de Marzo, a pocos minutos para la medianoche, Santa Gemma escuchó el rozar de las cuentas de un rosario y sintió una mano que se le posó en la frente. Ella misma narraría el celestial encuentro:
"¿Quieres curarte?" -"Todo me da igual", le respondí. -Te curarás. Ruega con fervor al Sagrado Corazón... -"¿Y a la Beata Margarita?", pregunté. -"Añade en su honor tres veces el 'Gloria'".
En el penúltimo día de la Novena quería recibir la Comunión, ya que terminaba en Primer Viernes del mes de Marzo. Comulgué muy temprano. ¡Qué momentos tan deliciosos pasé con Jesús! El me repetía:- '¿Quieres curarte?'. No pude contestar por la emoción. ¡Pobre Jesús! La gracia había sido concedida. ¡Estaba curada!".
Al amanecer del 3 de Marzo, Primer Viernes, se levantó con sus propios pies y toda la familia lloraba de alegría ante aquel milagro, que sería la antesala de otras grandes gracias que Santa Gema recibiría durante su vida. Su amor por Cristo crucificado y su anhelo de ser solo para Jesús la llevarían a cada vez más a ofrecerse al Señor como Víctima de Amor.
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