San José quiso estar desposado con María, la llena de gracia; como su esposa, San José también correspondió con inquebrantable fidelidad al don de la plenitud de gracia paternal con que fue agraciado en el comienzo de su vida. San José, consintiendo en la virginidad de María y con su propia virginidad, coopera así de modo directo, con su libre aceptación del plan salvífico de Dios a la realización del orden hipostático redentor.
Estos dos amores, José y María, son modelos de perfección para todo buen Cristiano: tienen en común, al igual que su Hijo Jesús, un anhelo profundo de hacer siempre y en todo momento la Voluntad del Padre.
Tu paternidad es pura y limpia imagen y semejanza de la Paternidad de nuestro Padre Dios, eres el lugarteniente de la Paternidad de Dios en la tierra.
Nos ponemos, bajo tu Patrocinio, Glorioso Esposo de Nuestra Dulcísima Madre. Padre virginal de Jesús, colocamos cuanto somos y tenemos bajo tu bondadosa y segura tutela, Padre amantísimo.
San José, el Justo, alma privilegiada, llena de la gracia de Dios y rebosante del Espíritu Santo de Dios, ¡nos inscribimos en tu escuela!
San José del Encuentro con la Vida, que al final de mis días recojas mi último suspiro. Una muerte feliz, como la tuya, con esa serenidad.
Padre Rodrigo Molina
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