jueves, 23 de marzo de 2023

SAGRARIOS CALVARIOS. Marías de los Sagrarios y Discípulos de San Juan

 

                    "Permitidme que, yo que invoco muchas veces la solicitud de vuestra caridad en favor de los niños pobres y de todos los pobres abandonados, invoque hoy vuestra atención y vuestra cooperación en favor del más abandonado de todos los pobres: el Santísimo Sacramento. Os pido una limosna de cariño para Jesucristo Sacramentado... os pido por el amor de María Inmaculada y por el amor de ese Corazón tan mal correspondido, que os hagáis las Marías de esos Sagrarios abandonados..."


Obispo Manuel González




               Hubo un Obispo en España, durante la primera mitad del siglo XX, que se llamó Manuel González García. Todos cuantos hemos formado parte de su Obra le conocemos como "El Obispo del Sagrario abandonado".

               Fomentó el amor a la Sagrada Eucaristía, desde los primeros años de su Sacerdocio hasta su último aliento. En aquella época en España, algunos templos permanecían abiertos desde primeras horas de la mañana hasta la noche; a veces, junto al Sagrario, varias personas hacían vela en adoración a Jesús Sacramentado. Por contra, en otras muchas iglesias se descuidaba esta práctica de amor: demasiados Sagrarios permanecían desatendidos, sin almas generosas que quisieran acompañar a Jesús en Su encierro eucarístico.

               Ese eventual abandono a Jesús Sacramentado atravesó el corazón y el alma misma de un joven Manuel González; por eso, en su parroquia de San Pedro, en la provincia andaluza de Huelva, invitó a un grupo de mujeres, delante de su Sagrario, a unirse de ese anhelo por hacer compañía a Jesús escondido los Tabernáculos. Así nacía la Obra de las Marías y de los Discípulos de San Juan para los Sagrarios-Calvarios, el 4 de Marzo de 1910. En 1912, Don Manuel fundaría a los "Juanitos", rama infantil de adoradores de Jesús abandonado.

               Aquel santo Obispo puso el nombre de "Marías" a las señoras adoradoras, y "Juanes" a los hombres. La piadosa Obra no tardó en extenderse por toda España, dando lugar a numerosos turnos de vela ante el Sagrario. Tal fue el éxito del apostolado en favor de los Sagrarios Abandonados que consiguió Don Manuel algo hasta entonces inaudito: el Papa San Pío X, que había aprobado la Obra de las Marías de los Sagrarios en Noviembre de 1912, concedió la gracia de permitir que un Sacerdote celebrase la Santa Misa en la habitación de una "María" o un "Juan" cuando se encontrasen enfermos de gravedad. Gracias a la disposición papal, Nuestro Señor Sacramentado visitaba en el lecho del dolor a cuantos antes le habían hecho compañía en la iglesia. ¡Qué consuelo para aquellas personas notar en su calvario de la enfermedad el alivio de la cruz propia, para sentir la cruz de Jesús que sufrió por nosotros! Y a la vez, ¡oh prodigio!, el propio dolor se hacía más ligero porque el mismo Cristo junto a ellas era el acompañante bueno en los senderos del sufrimiento. Cruz junto a cruz. Calvario junto a calvario. ¡El amor que alivia el dolor!.



               El fin esencial de la Obra de las Marías de los Sagrarios y Discípulos de San Juan es acompañar al Señor en la soledad de sus Sagrarios, amarle por los que no le aman y reparar por los que le ofenden, rezando muy especialmente por los Sacerdotes de las Parroquias que tienen encomendadas. Los fines generales son la Gloria de Dios, la santificación de sus miembros y con su ejemplo procurar que se acerquen otras personas a la Sagrada Eucaristía.

               Esta Obra se propone reclutar almas nobles que, a semejanza de las Marías del Evangelio, acompañen al Solitario más digno de amor y más digno de lástima, que es Jesús, en gran número de Sagrarios de la Cristiandad. Por el gran parecido que esos Sagrarios tienen con el Calvario, pues en ellos Jesús Sacramentado es despreciado, maltratado y muerto por los malos cristianos, está muy puesto en razón que, para cada uno de esos Sagrarios Calvarios, se asignen tres Marías, que padezcan con el Crucificado Eucarístico, y un Juan, que fervorosamente se ponga de parte de Jesús, a quien los discípulos abandonan. 




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