martes, 20 de junio de 2023

LAS OFENSAS Y LOS GOLPES A LA SANTA FAZ DE NUESTRO SEÑOR


El remedio más eficaz y tierno que puedes ofrecerme 
es meditar amorosamente en Mi Pasión 
y orar por la conversión de los pecadores...



               A la hora de Tercia (alrededor de las 9 de la mañana), Nuestro Señor se apareció a Santa Gertrudis en la escena de cuando estaba atado al pilar, en la flagelación, entre dos verdugos; uno de ellos lo desgarró con espinas y el otro, lo hirió con un látigo lleno de grandes nudos, ambos golpeando Su Rostro, que parecía tan desfigurado, que el  corazón de Santa Gertrudis se derritió de compasión; no podía contener las lágrimas cada vez que recordaba ese triste espectáculo durante el día, ya que le parecía que ninguno en la tierra había sido tan cruelmente usado como su dulce Señor Jesús.

                La Santa describe que incluso la pupila del ojo de Nuestro Señor estaba rota e inflamada, tanto por las espinas como por los golpes de los azotes. También le pareció que el Señor volvía Su bendita Faz de lado a lado; pero cuando la apartó de un verdugo, el otro la golpeó aún más furioso; luego, Nuestro Señor se volvió hacia Santa Gertrudis y exclamó:

               ¿No has leído lo que está escrito de Mí: "et nos putavimus eum quasi leprosum... (pensamos que Dios lo había herido, que le había castigado y humillado". Profeta Isaías, 53, 4)

               La Santa le respondió: ¡Ay, Señor! ¿Qué remedio podemos encontrar para calmar los dolores agonizantes de Tu Divino Rostro?.

               Nuestro Señor respondió:

               El remedio más eficaz y tierno que puedes ofrecerme es meditar amorosamente en Mi Pasión y orar por la conversión de los pecadores.

               Santa Gertrudis explica la visión: estos dos verdugos representan:

          -A los LAICOS, que ofenden a Dios abiertamente, golpeándolo con espinas.

          -Y a los RELIGIOSOS, que lo golpean aún más de manera irremediable con los nudos de los pecados secretos.

              Ambos al fin, lo ofenden en Su Divina Faz e indignan al mismo Dios del Cielo.


Tomado del Libro Manual de la Archicofradía de la Santa Faz, año 1887



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