viernes, 30 de junio de 2023

NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES de Ezquioga

 

            En el Norte de España, en la provincia de Guipúzcoa, se encuentra el monte Anduaga, en una de cuyas laderas se halla emplazado el rústico pueblo de Ezquioga, frente a la carretera Zumárraga-Ormáiztegui; rodeada por una hermosa hondonada de robles y manzanos, y por un afluente del río Oria, se alza una explanada de la que emergían unos altos árboles, hoy cortados en su base, punto en el cual los niños Antonia de 11 años, y Andrés de 7, a la hora de crepúsculo vespertino del Martes 30 de Junio de 1931, vieron por primera vez a Nuestra Señora. 




            Ambos niños traían leche consigo, obtenida en un caserío, cuando al llegar al punto de la carretera desde donde se divisaba bien aquel lugar, Antonia vio en lo alto de los árboles la Aparición luminosa como de la Virgen de los Dolores de Ezquioga, pero llevando el niño Jesús. "La Santísima Virgen, mira, Andrés" -dijo a su hermano. Reconociéndola ambos, y arrodillados rezaron el Avemaría, mientras que la Aparición, de gran belleza, sonreía. Iba vestida de blanco, con un manto negro y una espada en la mano; les anunció una futura guerra entre hermanos y la necesidad de hacer mucha oración. desapareció.


            Los pequeños contaron a sus padres su visión; pero el padre, refractario a estas cosas, no sólo no creyó, sino que amenazó a sus hijos con pegarles, si lo contaban. La madre, no obstante, los tomó aparte y tras examinarlos, halló veracidad en sus palabras. 


            Al siguiente día, los niños con su madre fueron a verse con el Cura Ecónomo, quien les aconsejó reserva y prudencia, marchando éste a la Curia Eclesiástica a dar parte a su Superior. A la hora del crepúsculo volvieron hacia el punto del día anterior y notaron de nuevo la Aparición. El día 2, el Ecónomo y otros Sacerdotes de Zumárraga subieron con los niños a la campa. Nada vieron. Pero al otro día, Antonia vio. Se repitieron las Apariciones, que eran asistidas de varios convecinos. Ambos Sacerdotes quisieron hacer pruebas con los niños. Les llevaron a distintos puntos, lejos el uno del otro. Y reloj en mano, quisieron convencerse de que, simultáneamente, la misma Aparición era vista de ambos. El resultado fue satisfactorio, aunque la prueba, por simplista no fuera concluyente.


            Se sucedieron más Apariciones, con afluencia de público devoto de las manifestaciones marianas, noche tras noche se sucedían sin interrupción. La gente, ávida de Piedad, de maravilla y de emoción, venían por las tardes a satisfacer sus ansias, que acababan algunas por videncias; otras por conversiones, y por indiferencia las restantes. 


            Pocos días después de la primera Aparición a los niños, surgieron nuevos videntes de Nuestra Señora, como Evarista Galdós. El día 11 de Junio sería Francisco Goicoechea el bendecido de ver en este mundo a la Madre de Dios. Con el tiempo, otras personas, piadosas unas otras no tanto, serían agraciadas con la misma visión de la Virgen Dolorosa. 


            En mitad de aquella campa donde cada vez se reunían más devotos, un sacerdote rezaba en voz alta el Santo Rosario, que contestaban todos de rodillas; las Letanías eran recitadas con los brazos en cruz, y luego añadían cantos religiosos.  


            El 4 de Julio de 1931 se reunían en la campa de las Apariciones alrededor de 500 personas, entre otros, muchos sacerdotes. El día 6 fueron muchos los que vieron a la Virgen Dolorosa en medio de una luz resplandeciente. Días siguientes eran 2.000, 5.000, 10.000, 20.000, 40.000 hasta 80.000 el 18 de julio. El espectáculo era imponentísimo. Toda la campa era un hervidero de personas recogidas, que rezaban, cantaban y clamaban. Pueblos enteros venían con sus sacerdotes en son de rogativa. Algunos “veían”, todos oraban; pocos dudaban o negaban. No sucedió percance alguno, ni al desfilar la gente, que lo hacían con orden y religiosidad. Se pensaba en algo que perpetuase la memoria de las Apariciones, de las gracias por la Virgen otorgadas y de las multitudes piadosas. 




Algunos de los Videntes de Nuestra Señora de los Dolores de Ezquioga


            Según afirmaban algunos videntes, la Virgen quiere se construya una ermita en la que se ponga Su imagen. Y tras largas dudas y conferencias y negativas, hubo visiones, como la de María Recalde, de un futuro gran templo, y en él, un enorme gentío, que aclamaba a la Virgen, escuchaba atento la fervorosa palabra de un Padre religioso, y dos grifos de potable agua, de una saludable fuente mineral, salida cabe la imagen mariana, allí venerada, que continuamente chorreaban. 


            Los prácticos y colindantes del terreno negaban que en aquel lugar pudiese haber agua. Al cabo de poco se vio como brotaba y corría fresco líquido potable. “Hay agua” —decían. “Pues tan verdadero como el agua existente, añadían, debe ser el futuro templo”. Y se pensó en una rústica ermita mariana, para la cual la Autoridad Diocesana denegó el permiso. “Al menos, añadían, hagamos un templete con su fuente, que cobije a la imagen de María, para que se confirme una vez más que Ella es Fuente de Gracias”.


            Los acontecimientos de Ezquioga no tardaron en hallar tropiezos de todo tipo en gente de diferente índole: desde los más ignorantes hasta los más perversos y ateos. Para esta gente todo lo de Ezquioga era supersticioso o absurdo, o negocio. Pensaron en organizar una campaña, y al decir de los Diarios Católicos vascos, su organizador fue un maestro laico, acompañado de socialistas y masones de Zumárraga, quienes comenzaron por pretender ridiculizar los hechos que en Ezquioga se sucedían. -Para espantar a los clericales, -decían- vamos a simular una carnavalada nocturna en la campa de Anduaga. Otras veces iban armados de linternas venecianas, a través de los manzanares, para hacer creer a los píos, decían, que se trataba de nuevas apariciones. Sobre todo, donde se esforzaron más fue en dar a las declaraciones de los videntes un sentido erróneo con el cual sembraban la confusión entre los mismos devotos. 


            En los primeros días de las apariciones, el Vicario General de Vitoria juzgó prematuro el nombramiento de una comisión de estudio sobre los hechos de Ezquioga; sin embargo permitió la constitución de una Comisión de información integrada por Sacerdotes, el médico Dr. Aranzadi, de Zumárraga, y otros señores, al frente de los cuales estaba el Cura Ecónomo de Ezquioga. Allí iban diariamente los videntes a deponer sus visiones y revelaciones. Al propio tiempo, a falta de otra autoridad eclesiástica, dicha comisión ponía en orden las cosas tocantes al rezo y canto. 


            En 1934, y tras recibir severas presiones por parte del Gobierno socialista de la II República, la Iglesia desautoriza a los videntes y no reconoce la autenticidad de las Apariciones de Ezquioga; liberada España tras la Cruzada de 1936, jamás fue reparado el honor de los videntes, algunos de los cuales fueron internados en manicomios; otros, prefirieron guardar silencio viendo cumplida la Profecía de Nuestra Señora acerca de la Guerra Civil.




Recuerdo original de la época de las Apariciones de Ezquioga


ALGUNOS MENSAJES DEL CIELO
recibidos por los Videntes de Ezquioga


25 de Febrero de 1932: 

               "Si he venido a la tierra es porque Satanás se ha apoderado del mundo y quiere terminar con los Católicos..."

22 de Agosto de 1933: 

               "Habrá tan grandes y diversas desgracias que, desde el principio del mundo no ha tenido lugar semejante turbación, y nunca males tan numerosos y terribles habrán afligido la tierra. Yo aventaré Mi trigo por medio de crueles y sangrientas guerras, pestes, hambres, y otros males horribles. La Iglesia será afligida por muchas herejías y malos cristianos. Di que esperen grandes y terribles castigos los malvados. Todo esto será permitido por mi justo juicio a causa de haberme llenado la medida con vuestros pecados. Pronto se levantarán pueblos contra pueblos, naciones contra naciones, tan pronto unidas como divididas, para combatir en favor o en contra del mismo partido, hasta que se llenará la tierra de mortandad y carnicería."

24 de Agosto de 1933: 

               "Serán señales precursoras de la guerra, la tibieza religiosa y la corrupción de costumbres, el vicio tenido por virtud y la virtud por vicio, los creyentes tenidos por locos y los incrédulos por iluminados. No s han acabado los disturbios de la Iglesia; sucederá uno muy grande, aunque no muy duradero, después de lo cual se sentarán las cosas. Vendrá un tiempo en que Mi Fe declinará de tal modo que pocos la conservarán. Tan grande será la persecución de los malos contra los justos que éstos tendrán que padecer un autentico Martirio. Las cosas llegarán al colmo, pero cuando la mano del hombre no pueda más y todo parezca perdido, Yo pondré Mi mano y arreglaré las cosas."




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