lunes, 12 de junio de 2023

LOS SIETE DESTINOS EN EL INFIERNO, según las revelaciones de Santa Verónica Giuliani


Pero si haciendo el Señor algo insólito, 
abre la tierra su boca y se los traga 
con todo cuanto es suyo y bajan vivos al Abismo, 
conoceréis que estos hombres han irritado al Señor.

Libro de Números cap. 16, vers. 30


               En cierta ocasión, la Santísima Virgen describió a la mística capuchina Santa Verónica Giuliani la existencia de algunos lugares del Infierno, y para quiénes estaban destinados, con estas palabras:

               "Hija, quiero que describas los siete lugares, los más dolorosos, que están en el Infierno, y para quiénes existen. El primero es la ubicación donde Lucifer está encadenado, y con él está Judas, que le sirve como asiento, y están todos aquellos que siguieron a Judas. 

               El segundo es la ubicación donde están todos los Eclesiásticos y Prelados de la Santa Iglesia, ya que elevados en dignidad y honores, pervirtieron la Fe, pisoteando la Sangre de Jesucristo, Mi Hijo, con sus enormes pecados. 

               En el tercer lugar que viste están todas las almas de Religiosos. 

               En el cuarto están todos los Confesores, por haber extraviado a las almas de sus penitentes. 

               En el quinto lugar están todas las almas de Jueces y Gobernadores de la justicia. 

               La sexta ubicación está destinada a todos los Superiores de los Religiosos. 

               En el séptimo y último lugar están todos aquellos que querían vivir según su propia voluntad y cometieron todo tipo de pecados, especialmente pecados de la carne".

               Explicando mejor por qué tales almas eran llevadas a esos destinos, Nuestra Señora le dijo en otra oportunidad a la Santa:

               "Hija, hay Cristianos que viven como bestias; no hay más fe en los Fieles; viven como si Dios no existiera; y Mi Hijo está sosteniendo el látigo en Su mano para castigarlos… ¡Oh, cuántos Sacerdotes y cuántos Religiosos ofenden a Dios! Todos ellos pisotean los Sacramentos, desprecian la Preciosísima Sangre de Jesús y la mantienen bajo sus pies. Esa gente infecta las Comunidades, ciudades enteras, son como una plaga, tienen el nombre de Cristianos, pero son peores que infieles".


Diario de Santa Verónica Giuliani




EL INFIERNO DE CADA ALMA
según el grado de culpabilidad

"Definimos, además, que, según la común ordenación 
de Dios, las almas de los que mueren en actual 
pecado mortal, inmediatamente después 
de su muerte descienden al infierno, donde son 
atormentadas con las penas infernales"

Papa Benedicto XII


               Lo principal del Infierno es lo que llamamos en teología la pena de daño. La condenación propiamente dicha, que consiste en quedarse privado y separado de Dios para toda la eternidad. Eso es lo fundamental del Infierno.

               La pena de daño del infierno consiste en la privación eterna de la visión beatífica y de todos los bienes que de ella se siguen. (De Fe Divina expresamente definida.). Dios es el centro del Universo, la plenitud total del Ser. En Él está concentrado todo cuanto hay de verdad, bondad, belleza… y de felicidad inenarrable.

               El Infierno es perder ese océano de felicidad inenarrable para siempre, para siempre, para toda la eternidad. Esto es lo que constituye la entraña misma de la pena de daño. Consiste en la privación. Empleamos esta palabra en su pleno sentido filosófico. No se trata, en efecto, de una mera carencia de algo indebido al hombre, sino de una verdadera privación de algo que, con la gracia de Dios, hubiera podido alcanzar. Y así, por ejemplo, en el orden puramente natural, no es ninguna desgracia que el hombre no tenga alas para volar (simple carencia, de algo que la naturaleza humana no exige), pero sí lo es carecer de ojos para ver (privación de algo que el hombre debiera tener).

               La pena de daño es objetivamente la misma para todos los condenados; pero admite, sin embargo, diferentes grados de apreciación subjetiva. (Sentencia común en teología.). Considerada en sí misma, la pena de daño es la misma para todos los condenados, ya que es igualmente para todos la privación total y definitiva del Bien supremo.

               Pero, desde el punto de vista de la aflicción que reporta a los condenados, difiere según el grado de culpabilidad de cada uno de ellos. Cuanto más culpables fueron, tanto más fuertemente son torturados por ella, porque han caído tanto más profundamente en ese tenebroso y terrible abismo del alma y sienten con mayor intensidad el vacío infinito causado por el alejamiento de Dios.

               Cuanto más ha pecado un condenado, más se ha alejado de Dios. La pena de daño tiene por finalidad precisamente castigar el pecado en cuanto que por él el pecador se ha alejado de Dios. El condenado siente, pues, en proporción a sus pecados, el peso de la Maldición de Dios, que se aleja a su vez de él y le rechaza de su presencia.

               El condenado sufrirá tanto más cuanto tendrá una más grande capacidad y una mayor necesidad de gozar. Las gracias recibidas y despreciadas han aumentado en él esta aptitud y esta necesidad en proporción a su número.



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