sábado, 24 de junio de 2023

SAN JUAN BAUTISTA, MODELO DE LOS APÓSTOLES DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS, por Plinio Corrêa de Oliveira

 

               San Juan Bautista es un alma tan ardientemente mariana que, aún en el seno materno, prestó un acto de devoción intensísimo a Nuestra Señora. Él es el Apóstol, el Discípulo fiel, el Devoto perfecto de la Santísima Virgen, que escucha Su voz, en Ella discierne los primeros ecos de la voz del Cordero de Dios que él debía anunciar y estremece enteramente de alegría.




               Por lo tanto, debemos venerar en San Juan Bautista el modelo del verdadero y perfecto devoto de Nuestra Señora, pidiéndole que nos haga perfectos devotos de Ella y tengamos un oído interior por donde, cuando escuchemos la voz de María Santísima, también estremezcamos de alegría, de manera que nunca un pedido de Ella nos encuentre de mala gana, tristes, aburridos, sin deseo de atenderla. Al contrario, que Su voz nos haga estremecer de alegría hasta cuando diga una palabra austera de renuncia, de sacrificio y sufrimiento.

               ...San Juan Bautista, aún en el vientre de su madre, estaba dotado de toda lucidez. Porque sin haber sido concebido sin pecado original -al menos nada indica que lo fuera- estaba exento de esa culpa al poco tiempo de ser concebido, por lo que tenía inteligencia, tenía entendimiento de las cosas que pasaban, y estaba en oración en el vientre de Santa Isabel cuando ha llegado Nuestra Señora.

               Entonces, lo primero que contemplamos es que Nuestra Señora no fue a Santa Isabel sólo para ayudarla, sino que el motivo primordial de la visita era ayudarla a engendrar perfectamente ese niño que Ella sabía que era el prometido precursor por las Escrituras. El niño estuvo tres meses viendo constantemente a Nuestra Señora ayudar a Santa Isabel. Oyó la voz de Nuestra Señora; durante esos tres meses entendió a Nuestra Señora.

               ¡Podéis comprender lo que son dos o tres meses en compañía de la Virgen! Muestra muy bien que aquel a quien los Profetas llamaban Ángel era una criatura tan exaltada que estaba por encima de todos los hombres. Nuestro Señor dijo de él, más o menos, no recuerdo bien la frase, que nadie mayor que Juan el Bautista había nacido del hombre.

               Así esta criatura, justo en la estela de su vida, fue despertada al conocimiento del mundo por la voz de Nuestra Señora. Escuchó a Santa Isabel cantar la grandeza de Nuestra Señora y escuchó a Nuestra Señora cantar el Magníficat. Escuchó ese himno, esa canción tan bien estructurada, tan noble, a la vez tan racional, tan bien pensada. Oyó y entendió todos los sentidos que tiene el Magníficat , luego el canto de la voz de Nuestra Señora y todo lo demás, todo contribuyó a elevar su alma.

               En otras palabras, la primera enseñanza de este hombre privilegiado fue una enseñanza de Nuestra Señora. Cuando el torrente de las enseñanzas y de las gracias de Nuestra Señora -dice muy bien- estaba en su primer efluvio para caer sobre la humanidad, el costado más espléndido cayó sobre San Juan Bautista, sobre su alma, para que fuera un ángel y estuviera en delante del Mesías, atravesando los montes y llenando los valles para preparar los caminos del Señor. Cortar las montañas, es decir, combatir los vicios; llenando los valles, es decir, acabando con los pantanos y hoyos de la sensualidad. Es decir, hacer la Obra de la Contrarrevolución para preparar los caminos del Señor.

               Dice algo de la santidad de San Juan Bautista, pero lo que dice es poco porque tenía que entender que no hay palabras humanas para describir bien lo que pudo haber sido esa santidad. Una santidad de tal manera -y de una manera tan máxima como la del primer momento del Apostolado de Nuestra Señora- ¡que los hombres pueden vislumbrar, no pueden describir! Pueden admirar, pero no pueden conocer completamente.

               ¡Ahí está el Bautista, el austero, el terrible Bautista! El Bautista que va al desierto y que vela. Y luego sale de la soledad y comienza a predicar. El celoso Bautista que prepara las almas de las cuales nacería la Iglesia Católica. 

               Cuando Nuestro Señor se apareció, dijo: "De Él depende aumentar, de mí depende disminuir; ahora me toca a mí desaparecer: ¡he aquí el Cordero de Dios, he aquí Aquel que quita el pecado del mundo! Mi misión está cumplida. No me queda otra cosa que hacer, porque ha salido el Sol de Justicia y no soy más que un pájaro cantando el Sol que iba a salir. Desde el momento en que salió el Sol, no tengo nada más que hacer sino morir por Él".

               Y luego tenemos la muerte, al mismo tiempo indignada y exultante, de San Juan Bautista. ¡San Juan Bautista y su lucha contra Herodes, contra Salomé, Mártir de la castidad! El hombre que sabe enfrentarse a la impureza en un trono y que sabe perder la vida por decir la verdad tal como es. Fue detestado, tomado de esta vida, pero tomado en un acto de supremo amor. Es evidente que cuando murió estaba pensando en el Cordero de Dios que había visto y en el canto del Magníficat que había oído. Fue en este éxtasis que su alma abandonó su cuerpo y fue a esperar a Nuestro Señor en el Limbo.

               Os podéis imaginar cómo debió ser el encuentro entre Nuestro Señor y San Juan Bautista en el Limbo, cuando el alma del Mártir, tan pura y aún lavada por la Sangre que acababa de derramar, salió a su encuentro. ¿Qué le dijo Nuestro Señor a San Juan Bautista que lo había aclamado? Y luego, ¡coronando a San Juan Bautista en el Cielo!.

               Este virginal Profeta pasó por la vida diciendo todas las verdades, sin temer a nadie, aterrorizando la impiedad y embelesando y preparando para el Mesías las almas que diríamos ultramontanables -para hablar el lenguaje contemporáneo-, esta alma fue formada directamente por Nuestra Señora.

               Y entonces, como a través de un espejo, podemos ver algo de las virtudes de Nuestra Señora. Porque él es el fruto del Alma de Nuestra Señora, de la formación de Nuestra Señora. Él es el fruto de la formación, y el árbol se conoce por el fruto. Nuestra Señora, si hubiera formado un hombre que fuera completamente agradable a Ella, lo habría formado.

             Así se comprende el acercamiento que se puede hacer entre éste y los Apóstoles de los Últimos Tiempos. Los Apóstoles de los Últimos Tiempos, formados enteramente por las exigencias de Nuestra Señora, deben tener el perfil moral de San Juan Bautista: hombres austeros, luchadores, extasiados, intransigentes y dispuestos a dar toda la vida por Nuestra Señora.

               ¡Que Nuestra Señora nos haga así! Que nosotros también escuchemos Su voz dentro de nuestras almas. Que tomemos también nosotros la forma de Sus verdaderos discípulos para, frente a los herejes contemporáneos, vivir esos Apóstoles de los Últimos Tiempos que nos toca vivir. Esto es lo que pedimos, con toda nuestra alma, a San Juan Bautista y a Nuestra Señora, en su Fiesta.



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