martes, 12 de diciembre de 2023

YO TE AGRADECERÉ LO QUE POR MÍ HICIERES. La Aparición de Guadalupe frente a la herejía anglicana



"Hijo Mío, a quien amo tiernamente, como a un hijo 
pequeñito y delicado, ¿a dónde vas?"

                Cada Aparición de la Madre de Dios en la Historia es inmensamente significativa para el mundo entero. Así lo vimos en 1830: mientras que en Estados Unidos surgía la secta de los mormones al otro lado del océano, en Francia, Nuestra Señora se manifestaba para entregarnos la Medalla Milagrosa.  De igual manera, no puede ser una coincidencia que después de la Aparición de la Virgen en el Cerro del Tepeyac, hubieron cinco millones de bautismos de indios en los primeros cinco años, mientras que en esos mismos cinco  años (1532-1536) Inglaterra abandonó la Fe Católica. 

              En Abril de 1532, apenas cinco meses después de la Aparición de la Virgen de Guadalupe en el que sería Virreinato de Nueva España, el Clero de Inglaterra se sometió formalmente a la autoridad de Enrique VIII, quien exigía la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón, la hija menor de los Reyes Católicos, que el Papa Clemente VII se había negado a conceder. Al mes siguiente, Santo Tomás Moro dimitió como Canciller de Inglaterra porque su rey se estaba rebelando contra la Iglesia que Cristo había fundado. 

               En Mayo de 1533, Thomas Cranmer, elegido por Enrique VIII como Arzobispo de Canterbury (el cargo eclesiástico más alto de Inglaterra), reconoció el matrimonio de Enrique con Ana Bolena y, en en el mes de Julio, el Papa Clemente excomulgó al rey de Inglaterra. 

               En Marzo de 1534, el Parlamento declaró la separación definitiva de la Iglesia de Inglaterra de la Iglesia Católica Romana y ordenó a todos sus miembros, Clérigos y funcionarios públicos que prestaran juramento reconociendo la legitimidad del matrimonio del rey a pesar de la declaración del Papa. Santo Tomás Moro se negó a prestar este juramento. 

                En Noviembre de 1534, el Parlamento aprobó la Ley de Supremacía que convertía a Enrique VIII en jefe supremo de la Iglesia en Inglaterra, la herética "iglesia anglicana"; el Clero debía prestar juramento aceptando eso también; sólo un Obispo, San Juan Fisher, se negó, siendo finalmente martirizado el 22 de Junio de 1535; Santo Tomás Moro también derramaría su sangre en fidelidad a Cristo y a Su Iglesia el 6 de Julio del mismo año. En Abril de 1536, el Parlamento y el rey, alentados por Tomás Cromwell, expropiaron la tierra y todas las propiedades de todos los monasterios de Inglaterra.

               El paralelo es sorprendentemente preciso y claro como un diamante. Cuando el pueblo de Inglaterra salió de la Iglesia que Cristo fundó, el pueblo de México entró en ella. 



"...mostraré Mi clemencia amorosa y la compasión que tengo 
de los naturales y de aquellos que Me aman y procuran..."

               La primera Aparición de la Virgen de Guadalupe ocurrió el 9 de Diciembre de 1531: Nuestra Señora, hablando en  náhuatl (lengua de los aborígenes mexicanos), se dirige a Juan Diego: "Hijo Mío, a quien amo tiernamente, como a un hijo pequeñito y delicado, ¿a dónde vas?" Respuesta de él: "Voy, noble Señora mía, a la ciudad, al barrio de Tlaltelolco, a oír la Santa Misa que nos celebra el Ministro de Dios y súbdito Suyo". 

               La Virgen le anuncia: "Sabe, hijo muy querido, que Yo Soy la siempre Virgen María, Madre del Verdadero Dios, y es Mi deseo que Me erijan un templo en este lugar, de donde, como Madre piadosa tuya y de tus semejantes, mostraré Mi clemencia amorosa y la compasión que tengo de los naturales y de aquellos que Me aman y procuran; oiré sus ruegos y súplicas, para darles consuelo y alivio; y, para que se realice Mi voluntad, has de ir a la ciudad de México, dirigiéndote al Palacio del Obispo que allí reside, al cual dirás que Yo te envío y que es voluntad Mía que Me edifique un templo en este lugar; referirás cuanto viste y oíste; Yo te agradeceré lo que por Mí hicieres a este respecto, te daré prestigio y te exaltaré". 

               Contesta Juan Diego: "Ya voy, nobilísima Señora mía, a ejecutar Tus órdenes, como humilde siervo tuyo".

               La segunda Aparición tiene lugar el mismo día: cae la tarde cuando Juan Diego vuelve del Palacio del Obispo Fray Juan de Zumárraga. La Santísima Virgen lo esperaba. "Mi muy querida Reina y altísima Señora, -le dice Juan Diego al verla- hice lo que me mandaste, y aunque no pudiese entrar a hablar con el Señor Obispo sino después de mucho tiempo, le comuniqué Tu mensaje, conforme me ordenaste; me oyó afablemente y con atención; pero, por su modo y por las preguntas que me hizo, entendí que no me había dado crédito; por tanto, te pido que encargues de eso a una persona (...) digna de respeto, y en quien se pueda acreditar, porque bien sabes, mi Señora, (...) que no es para mí este negocio al que me envías; perdona, mi Reina, mi atrevimiento, si me aparté del respeto debido a Tu grandeza; que yo no haya merecido tu indignación, ni te haya desagradado mi respuesta".

               La Santísima Virgen insiste con Juan Diego. Este vuelve al Obispo y el Prelado exige una señal de la Aparición. 

               Vuelve el buen indio al Tepeyac y Nuestra Señora manda que regrese al día siguiente, 12 de Diciembre, al mismo lugar, que Ella satisfaría el deseo del Obispo; pero Juan Diego, necesitando llamar un Sacerdote para asistir a su tío, que enfermara gravemente, se desvía del camino combinado, seguro de que la Santísima Virgen no lo vería. Pero he aquí que Nuestra Señora le aparece en otro local. "¿Adónde vas, hijo Mío, y por qué tomaste este camino?" Le dice solícito Juan Diego: "Mi muy amada Señora, ¡Dios Te guarde! ¿Cómo amaneciste? ¿Estás con salud?... No Te fastidies con lo que te voy a decir: está enfermo un siervo Tuyo, mi tío, y yo voy de prisa a la iglesia de Tlaltelolco, para traer un Sacerdote para confesarlo y ungirlo, y después de hecha esta diligencia volveré a este lugar, para obedecer Tu orden. Perdóname, Te pido Señora mía, y ten un poco de paciencia, que mañana volveré sin falta".

               Entonces, la Virgen le mira con cariño y le dice: "Oye Mi hijo, lo que te voy a decir: no te aflija cosa alguna, ni temas enfermedad ni otro accidente penoso. ¿No Estoy aquí Yo, que Soy tu Madre? ¿No estás debajo de Mi protección y amparo? ¿No Soy Yo vida y salud? ¿No estás en Mi regazo y no andas por Mi cuenta? ¿Tienes necesidad de otra cosa?... No tengas cuidado alguno con la dolencia de tu tío, que no morirá de esta vez, y ten certeza de que ya está curado". 

               Luego le pidió subir a la cima del Tepeyac donde encontraría varias flores. "Sube, hijo Mío el más pequeño, a la cumbre del cerrillo, allí donde Me viste y te di órdenes, hallarás que hay diferentes flores; córtalas, júntalas, recógelas; enseguida baja y tráelas a Mi presencia".

               Juan Diego encontró flores muy hermosas y las colocó en su tilma. La Virgen le pidió que se las presentara al Obispo. Cuando se encontró frente al Prelado, Juan Diego abrió su tilma, dejando caer las flores. En la tilma apareció la imagen de la Virgen de Guadalupe.



El vidente de Nuestra Señora, el indio Juan Diego
presenta su tilma al Obispo franciscano Fray Juan de Zumárraga

               Ante la revelación el Obispo y los demás presentes, testigos del Milagro de la Tilma de Guadalupe, se postraron con gran asombro.

               Una vez estudiado el caso y teniendo claras pruebas de lo acontecido, el Papa Urbano VIII, concedió la indulgencia plenaria a los que visitaran el Santuario durante la Fiesta del 12 de Diciembre.

               El 12 de Octubre de 1895, siguiendo los deseos del Papa León XIII, la Virgen de Guadalupe fue coronada canónicamente en México por el Arzobispo de México, Monseñor Próspero María Alarcón y por Monseñor José Ignacio Arciga, Arzobispo de Michoacán; en 1910 el Papa San Pío X nombró a la Virgen de Guadalupe como "Celestial Patrona de América Latina"; años después, sería el Pontífice Pío XI quien se referiría a la Guadalupana como "Patrona de todas las Américas", y su sucesor, Pío XII, la proclamó "Emperatriz de las Américas".



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