A las veces, ¡echa tanto de menos el amigo Jesús del Sagrario las miradas y las palabras de cariño de sus sacerdotes! ¡La ternura de los Sacerdotes, cómo la ansía!. He observado que muchos favores y milagros del Evangelio fueron otorgados, más que a la fe de los que pedían, a la ternura con que se trataba al Corazón de Jesús.
Las hermanas de Lázaro no pidieron ni la salud ni la resurrección de su hermano enfermo y muerto; expusieron su estado, «está enfermo...», «hiede de cuatro días muerto», reprocharon a Jesús su tardanza en acudir, hicieron actos de fe en su poder, pero todo eso con una ternura filial... «el que amas...». «Si hubieras estado aquí, no hubiera muerto».
Pregunto: si Lázaro no hubiera tenido hermanas tan tiernas para con Jesús, ¿hubiera resucitado? Yo creo que no. La resurrección de Lázaro y las lágrimas con que Jesús ablanda la piedra de su sepulcro son el fruto de la ternura para con Él.
Una comprobación de esa eficacia nos da la Sagrada Liturgia de la Misa, en los besos al Altar y al libro del Evangelio. Fijaos: cada ósculo de esos va precedido o acompañado de la petición de un gran favor para sí y para la Iglesia, como remisión de pecados, petición de bendiciones y gracias, efusión de paz, etc. Besando: ¿no es así como sacan los pequeñuelos a sus madres cuanto quieren?.
La Iglesia, que conoce al Corazón de Jesús, y sabe cómo le gana la ternura filial, manda a sus Sacerdotes que le pidan y le traten a besos... ¡Sí, los Sacerdotes son los amigos, los siempre llamados amigos por Jesús, aun en el momento de besarlo para traicionarlo...!
Sacerdote hermano, ¿no vendrán tus decaimientos y desmayos, tus debilidades y caídas, tus desorientaciones y oscuridades de sobra de seriedad e incomunicación y falta de jugo de ternura con tu Amigo el del Sagrario?. Y luego, ¡se parecen tanto y se diferencian tan poco estos dos términos: Hostia Consagrada y Sacerdote!.
por el Obispo Manuel González
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