domingo, 6 de junio de 2021

LA SANTA MISA, FUNDACIÓN DE LA SOCIEDAD HUMANA


               Sólo la Iglesia puede llevar al hombre de esa oscuridad a la luz; solo ella puede hacerle consciente de un pasado vigoroso, dominio del presente, seguridad del futuro.

               ¿No nos vemos todos los días en nuestros innumerables altares, como Cristo la Divina Víctima, con Sus brazos extendidos de un extremo al otro del mundo, envolviendo y conteniendo al mismo tiempo en su pasado, en su presente, en su futuro, toda la sociedad humana?




               Es la Santa Misa, ese Sacrificio incruento instituido por el Redentor en la Última Cena, " quo cruentum illud semel in Cruce peragendum repraesentaretur eiusque memoria in finem usque saeculi permaneret, atque illius salutaris virtus in remissionem eorum, quae a nobis daily committuntur, peccatorum aplicador"... "para que se representase el sacrificio cruento realizado una vez en la Cruz y permaneciera su recuerdo hasta el final de los tiempos y se aplicase su saludable eficacia para perdonar los pecados que a diario cometemos". 

                Con estas palabras lapidarias del Concilio de Trento, grabadas en la memoria perpetua en una de las horas más serias de la Historia, la Iglesia defiende y proclama sus mejores y más altos valores, que son también los mejores y más altos valores para el bien de la Sociedad, que unen indisolublemente su pasado, su presente, su futuro y arrojan una luz viva sobre los inquietantes enigmas de nuestro tiempo. 

               En la Santa Misa los hombres se vuelven cada vez más conscientes de su pasado de pecados y al mismo tiempo de los inmensos beneficios divinos en la memoria del Gólgota, el mayor acontecimiento de la Historia de la Humanidad, reciben la fuerza para liberarse de lo más profundo, la miseria del presente, la miseria de los pecados cotidianos, mientras hasta los más abandonados sienten un soplo del amor personal del Dios Misericordioso.

               En la Santa Misa la Iglesia, por tanto, presta su mayor apoyo a la fundación de la Sociedad Humana. Todos los días, desde donde sale el sol hasta donde se pone, sin distinción de pueblos y naciones, se ofrece una oblación pura, [Profeta Malaquías, cap. 1, vers. 11] en la que todos los hijos de la Iglesia esparcidos por el universo participan en íntima fraternidad, y todos encuentran allí refugio en sus necesidades y seguridad en sus peligros.


Papa Pío XII, 20 de Febrero de 1946



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