jueves, 4 de junio de 2020

EL SACERDOCIO: ESTADO MÁS SUBLIME QUE TODOS LOS DEMÁS


              Grande es la dignidad de los Sacerdotes, pero no menor la obligación que sobre ellos pesan. Los Sacerdotes suben a gran altura, pero se impone que a ella vayan y estén sostenidos por extraordinaria virtud; de otro modo, en lugar de recompensa se les reservará gran castigo, como opina San Lorenzo Justiniano. San Pedro Crisólogo dice a su vez que el Sacerdocio es un honor y es también una carga que lleva consigo gran cuenta y responsabilidad por las obras que conviene a su dignidad (...).




              Todo Cristiano ha de ser perfecto y santo, porque todo Cristiano hace profesión de servir a un Dios Santo. Según San León, Cristiano es el que se despoja del hombre terreno y se reviste del hombre celestial (...). Por eso dijo Jesucristo: Seréis, pues, vosotros, perfectos, como vuestro Padre Celestial es perfecto (1). Pero la Santidad del Sacerdote ha de ser distinta de la del resto de los seglares, observa San Ambrosio (...), y añade que así como la gracia otorgada a los Sacerdotes es superior, así la vida del Sacerdote tiene que sobrepujar en santidad a los seglares (...) y San Pedro Pelusio afirma que entre la Santidad del Sacerdote y la del seglar ha de haber tanta distancia como del Cielo a la Tierra (...).

               Santo Tomás enseña que todos estamos obligados a observar cuantos deberes van anejos al estado elegido. Por otra parte, el Clérigo dice San Agustín está obligado a aspirar la Santidad (...). Y Casiodoro escribe: “El eclesiástico está obligado a vivir una vida celestial” ;“El sacerdote está obligado a mayor perfección mayor perfección que el que no lo es”, como asegura Tomás de Kempis (...), pues su estado es más sublime que todos los demás. Y añade Salviano que Dios aconseja la perfección a los seglares, al paso que la impone a los clérigos (...).


"La dignidad y la santidad sacerdotal" 
de San Alfonso María de Ligorio
Doctor de la Iglesia


NOTAS ACLARATORIAS

   1    Evangelio de San Mateo, cap. 5, vers. 48




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