miércoles, 3 de marzo de 2021

Concepción (Conchita) Cabrera de Armida, Esposa y Mística


               Concepción Cabrera nació en San Luis Potosí, México, el 8 de Diciembre de 1862 y fue bautizada el 10 de Diciembre del mismo año. Sus padres fueron Octaviano Cabrera y Clara Arias. Fue la séptima entre 12 hermanos.

               Su vocación mística surgió desde temprana edad, y para 1870 ingresó en el Colegio de las Hermanas de la Caridad; sin embargo, la familia asumió la responsabilidad de su educación, especialmente su tío Luis Cabrera, que era Canónigo.

               El 8 de Diciembre de 1872 hizo la Primera Comunión. Era aficionada a la música, la poesía, el canto y el piano.

               El 16 de Enero de 1876, en un baile familiar, conoció a quien sería su esposo: Francisco Armida, con quien contrajo nupcias el 8 de Noviembre de 1884, un mes antes de cumplir los 22 años de edad. Tuvieron 9 hijos en 17 años.

               En 1889, Conchita Cabrera asistió a un Retiro Espiritual bajo la dirección del Padre Antonio Plancarte, y comprendió que su misión era salvar almas, y su obra comenzó organizando los mismos Ejercicios para 60 mujeres.

                A lo largo de su vida tuvo diferentes Directores Espirituales, como el Padre Alberto Mir, jesuita; Félix de Jesús Rougier; Maximino Ruiz, Obispo de Chiapas; Ramón Ibarra, Arzobispo de Puebla; Luis María Martínez, Arzobispo de México.



Conchita Cabrera de Armida rodeada de sus hijos

               El 17 de Noviembre de 1935, estando de Ejercicios Espirituales bajo la guía de su Director Espiritual, Monseñor Luis María Martínez, el Señor le inspiró la Obra Cruzada de almas víctimas en favor de los hogares para la Gloria del Padre. Su objeto y fin último es expiar los pecados cometidos en los matrimonios como los adulterios, divorcios, malos ejemplos a los hijos, etc. Sería como una unión de almas sin interés personal alguno, víctimas en medio del mundo, cumpliendo sus deberes fielmente.

               En 1894 fundaría junto al Obispo Ramón Ibarra el Apostolado de la Cruz, destinada a descubrir en las almas el valor salvífico del dolor aceptado por amor. Esta obra sería aprobada poco después por el Papa León XIII.

               En 1895, la familia se trasladó a la Ciudad de México; vivieron en Coyoacán, y en 1901 Conchita se quedó viuda. Luego murieron tres de sus hijos; Manuel había ingresado con los jesuitas. En 1903 conoció al Padre Félix de Jesús Rougier, con el que fundaría a los Misioneros del Espíritu Santo. En 1913 fue recibida por el Papa San Pío X, quien otorgó su permiso para que Conchita fundara la Congregación.

               En 1897 fundó la segunda de las Obras de la Cruz dedicado a las mujeres: las Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús, de vida contemplativa y de adoración perpetua al Santísimo Sacramento.

               En 1909 fundó la tercera de las Obras: la Alianza de Amor con el Sagrado Corazón de Jesús. A estas le siguió la Fraternidad de Cristo Sacerdote en 1912.

               Concepción Armida falleció en la Ciudad de México, el 3 de Marzo de 1937, con fama de Santidad.


Visión de la Cruz del Apostolado


               A finales de Enero de 1894, cuando Conchita estaba aún en San Luis Potosí, detalla en su diario la visión de la Cruz del Apostolado:

               "Esta mañana, después de comulgar, estando recogida haciendo mi oración en la Iglesia de la Compañía vi de repente una cosa como alegoría. Era como un inmenso cuadro de luz encendida, aclarándose hacia el centro, siendo blanquísima la de en medio.

               "Encima de todas estas clases de luces con miles de rayos de oro y fuego, una paloma blanca, extendida de sus alas, mero arriba, como abarcando todo aquel conjunto de luz.

               "Debajo de la paloma en el fondo de aquella inmensa luz, una Cruz grande, muy grande.

                "Una Cruz con un Corazón en el centro, de donde los brazos parten. Un Corazón, pero no pintado, vivo, palpitante, de carne, pero como glorificado, que transciende virtud, calor y vida.



                "Tiene lanza, pero no se ve la punta por estar dentro del Corazón, pero sí la ancha herida, que hace brotar sangre entre líquida y cuajada, y escurre sobre la Cruz.

                "Tiene este Corazón espinas agudísimas como que lo aprietan penetrándolo, y duele verlas.

                "Las llamas que proceden del Corazón suben moviéndose como con violencia, como despedidas de un volcán, y casi cubren y descubren a la Cruz chiquita que está plantada o se ve salida un poco del Corazón".


OTRAS REVELACIONES PRIVADAS

DE CONCHITA CABRERA


En Julio de 1906

               Le dice Jesús: "Tienes contigo a la Sacrosanta Víctima del Calvario y de la Eucaristía, la cual puedes ofrecer constantemente al Eterno Padre por la salvación del mundo. Éste es el fruto más precioso del grande favor que he obrado en ti al encarnar en tu corazón. Te he dado lo más grande del Cielo y de la tierra, a Mí mismo, con este fin. Tú nada tienes de ti misma, pero Conmigo lo tienes todo. ¿Ahora entiendes el porqué de la gracia pasada?"

               Responde Conchita: "Sí, mi Jesús adorado: ahora veo que para cumplir mi misión de salvar almas sólo teniéndote a Ti sólo ofreciéndote a Ti lo conseguiré.

               Ahora sí, mi sed de salvar almas se saciará, al menos estaré cierta de que con ese precio sí se compran las gracias para ellas. (...) Ahora sí, que soy feliz en mi misma miseria, porque no soy yo la que compra, la que obra, la que vive, sino Jesús en mí... el Verbo en Mí... Dios haciéndolo todo en su pobre criatura. ¡Bendito mil veces sea!" 

               Le dice Jesús: "En Mi unión ofrécete y ofréceme en cada instante al Eterno Padre con el fin tan noble de salvar a las almas, y darle Gloria."


En Febrero de 1909

               Le dice Jesús: "Hija mía, me dijo. Quiero que digas a menudo, y sobre todo en tus dolores, estas palabras, con una voluntad amorosa, «este es mi cuerpo, esta es mi sangre», ofreciéndote al Eterno Padre en mi unión. ¿No recuerdas que eres hostia y que debes ser víctima?

               Mira, desde la encarnación mística, tu cuerpo es como Mi Cuerpo y tu sangre como Mi Sangre, porque Yo tengo la propiedad de transformar."


DE SUS APUNTES PERSONALES...

                 

               En medio de las ocupaciones ordinarias, o comiendo, o en la calle y en dondequiera, viene a mí un sentimiento que me levanta el espíritu y causa un efecto suave, tranquilo, dulce, quietísimo, como muy quedito, diré, y envuelve esto el alma; es como un  perfume delicado que  penetra; es como una nube luminosa que  envuelve.., ese algo que no es del mundo, que se siente por fuera y también por dentro, esto es lo que se llama “presencia de Dios”. Estos ratos son largos, y cuando vienen, el alma se pone sola, sin que nadie se lo aconseje, en adoración profunda... No puedo decir que se detiene la vida, pero sí, como el aliento a ratos, y que todo el interior queda suspendido. Esto embriaga, esto es divino, esto no se puede escribir... Sé que corro y que vuelo, y en este torbellino me siento afianzada en Jesús. 




               Es cierto que tengo horas fijas para hacer oración, pero ahora, por esta época que voy cruzando, me basta sólo oír la palabra de Dios, o pronunciarla, y sentir que se marcha el alma, que se aprieta con aquella inmensidad... que se esconde en su Jesús... que vuela, que se lanza, sin que haya poder humano que la detenga 64. Me pasa con mucha frecuencia una cosa: Apenas me pongo en actitud de meditar o pensar en mi Jesús, me llena de un recogimiento que no es mío, aun cuando lo procurara, y siento fuego en mi interior, y me va saliendo a la cara una cosa como bochorno que me enciende y el corazón late apresuradamente. A veces, puedo pasar, diré, sobre este efecto o sentimiento y seguir mi oración; otras no puedo y aguardó a que baje un poco la temperatura de este termómetro divino. 

               El año 1894 el Señor no me dejaba ni de día ni de  noche, con una persecución amorosa, con una invasión divina. A la manera de un novio, que pretende a una para  casarse,  así  Jesús,  ¡qué  vergüenza!  pretendía  a  esta tarántula del infierno, sin dejarle reposo. ¡Pero qué amores, qué ternuras, qué requiebros, qué primavera, Dios mío! me presentó entonces el Señor, ¡cómo me ganó la voluntad enamorándome hasta la locura de Él, pero crucificado!

               ¡Con qué manera comenzó a hablarme de la Cruz! ¡Con qué delicadeza me insinuaba los encantos del padecer! ¡Cómo abría ante mi vista un camino sembrado de sacrificios, de cruces y espinas de todas clases, convidándome a recorrerlo a su lado! ¡Cómo me enseñó a renunciar a las vanidades de la tierra! ¡Con qué paciencia descendió hasta  lo más menudo en mi vida ordinaria, quitándome el polvo de habas que me ponía en la cara; los aromas, el peinado menos  sencillo, los adornos que antes creía no serlos, las mil  pequeñeces mujeriles en las que estaba envuelta! ¡Cómo me inició en la práctica de las virtudes, sobre todo ocultas que tanto le encantan! ¡Cómo, con su ayuda, suavizó mi  carácter, me enseñó a sufrir en silencio, penas, contrariedades,  dolores, enfermedades, y tantas y tantas cosas que tiene una esposa y una madre! ¡Dios mío! ¡Con qué paciencia, con qué desvelos estaba siempre a mi lado, pendiente de mi interior, siempre dándome el ¡alerta! en cuanto me desmedía!... 

               Olvídate de ti, me decía, no te busques, no te encuentres. Haz las cosas buenas como si no  las  hicieras,  sin pensar siquiera en ellas después de ejecutadas. Complácete sólo en Mí y pisa la tierra y a ti que lo eres; que tu misma pequeñez y miseria te sirvan de escalón para subir a Mí. Písate siempre, y no pienses sino en agradarme... Deja, toma, calla, sacrifica, véncete, no  te  detengas en  esa  propia complacencia, aquí hay respeto humano, en esto tienes soberbia, ahora te buscas a ti,  despréciate, desdórate,  humíllate,  baja,  no  te  tengas  lástima, ¡arriba!, ¡sube!, escóndete, mortifícate, ten  paciencia, domínate,  etc. Así me decía el Señor con prisa de hacerme adelantar, decía que para sus fines en mi pobre alma..." 



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