sábado, 25 de septiembre de 2021

"...EL CAMINO ABIERTO POR JESUCRISTO..."

 


               Donde está María no puede estar el espíritu maligno. Precisamente una de las señales más infalibles de que somos gobernados por el buen espíritu es el ser muy devotos de la Santísima Virgen, pensar y hablar frecuentemente de Ella. Así piensa San Germán, quien añade que así como la respiración es señal clara de que el cuerpo no está muerto, del mismo modo el pensar con frecuencia en María e invocarla amorosamente es señal cierta de que el alma no está muerta por el pecado. 

               Siendo así que –según dicen la Iglesia y el Espíritu Santo, que la dirige– María sola ha dado muerte a las herejías, –por más que los críticos murmuren–, jamás un fiel devoto de María caerá en herejía o ilusión, al menos formales. Podrá, tal vez –aunque más difícilmente que los otros–, errar materialmente, tomar la mentira por la verdad y el mal espíritu por bueno...; pero, tarde o temprano, conocerá su falta y error material, y cuando lo conozca, no se obstinará en creer y defender lo que había tenido por verdadero.

               Cualquiera, pues, que desee avanzar, sin temor a ilusiones –cosa ordinaria entre personas de oración–, por los caminos de la Santidad y hallar con seguridad y perfección a Jesucristo, debe abrazar de todo corazón, con corazón generoso y de buena gana (2 Libro Macabeos, cap. 1, vers.3), esta Devoción a la Santísima Virgen, que tal vez no haya conocido todavía y que yo le enseño ahora: Me queda por enseñaros un camino excepcional (1 Carta a los Corintios, cap. 12, vers. 3). Es el camino abierto por Jesucristo, la Sabiduría encarnada, nuestra Cabeza. El miembro de esta Cabeza que avanza por dicho camino no puede extraviarse. Es camino fácil, a causa de la plenitud de la gracia y unción del Espíritu Santo que lo llena; nadie se cansa ni retrocede si camina por él. Es camino corto, que en breve nos lleva a Jesucristo. Es camino perfecto, sin lodo, ni polvo, ni fealdad de pecado. Es, finalmente, camino seguro, que de manera directa y segura, sin desviarnos ni a la derecha ni a la izquierda, nos conduce a Jesucristo y a la Vida Eterna.

              Entremos, pues, por este camino y avancemos en él, día y noche, hasta la perfecta madurez en Jesucristo.


San Luis María Grignión de Montfort
Tratado de la Verdadera Devoción, nº 166-168



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