viernes, 24 de septiembre de 2021

SANTA TERESITA RECIBE EL VELO DEL CARMELO

 

                El 24 de Septiembre tuvo lugar la ceremonia de mi Recepción del Velo. Esta fiesta fue, de hecho, velada por las lágrimas. Papá estaba demasiado enfermo para venir a bendecir a su pequeña reina; en el último minuto Mons. Hugonin, que debería haber presidido, no pudo hacerlo y, también por otras razones, el día fue doloroso. Y, sin embargo, en medio de todo eso, mi alma estaba profundamente en paz. 

               Ese día agradó a Nuestro Señor que no pudiera contener mis lágrimas, y esas lágrimas no fueron entendidas. Es cierto que había soportado pruebas mucho más duras sin derramar una lágrima; pero luego me habían ayudado gracias especiales, mientras que en este día Jesús me dejó sola, y pronto mostré mi debilidad.




               Ocho días después de haber recibido el velo, mi prima, Jeanne Guérin, se casó con el Dr. La Néele. Cuando vino a vernos después y escuché de todas las pequeñas atenciones que prodigaba a su esposo, mi corazón se emocionó y pensé: “Nunca se dirá que una mujer en el mundo hace más por su esposo que yo por Jesús, mi Amado." Y, llena de nuevo ardor, me dediqué más fervientemente que nunca a complacer a mi Esposo celestial, el Rey de reyes, que se había dignado honrarme con una alianza divina.

               Habiendo visto la carta que anunciaba el matrimonio, me divertí componiendo la siguiente invitación, que leí a las novicias para traerles a casa lo que me había golpeado con tanta fuerza: que la gloria de todas las uniones terrenales no es nada comparada con la títulos de Esposa de Nuestro Divino Señor.

              "Dios Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra, Soberano Gobernante del Universo, y la Gloriosa Virgen María, Reina de la Corte Celestial, os anuncian los Desposorios Espirituales de su Hijo Augusto, Jesús, Rey de Reyes y Señor de Señores, con la pequeña Teresa Martin, ahora Princesa y Señora de Sus Reinos de la Santa Infancia y la Pasión, le fue asignada como dote, por su Divino Esposo, de cuyos Reinos ostenta sus títulos de nobleza, del Niño Jesús y de la Santa Faz. No fue posible invitarlo a la Fiesta de Bodas que tuvo lugar en la Montaña del Carmelo, el 8 de Septiembre de 1890 - la Corte Celestial fue admitida sola - pero se le solicita que esté presente en la Fiesta de Bodas que tendrá lugar para mañana, el día de la Eternidad, cuando Jesús, el Hijo de Dios, vendrá en las nubes del Cielo, en el esplendor de Su Majestad, para juzgar a vivos y muertos. Siendo aún incierta la hora, se les pide que se mantengan preparados y velen".

               Y ahora, Madre, ¿qué más puedo decir? Fue a través de tus manos que me entregué a Nuestro Señor, y tú me conoces desde la infancia, ¿necesito escribir mis secretos? Perdóname si acorto la historia de mi vida religiosa.

               Durante el Retiro General posterior a mi Profesión recibí grandes gracias. Como regla, encuentro los retiros predicados más difíciles, pero este fue una gran excepción. Anticipé tanto sufrimiento que me preparé con una ferviente Novena. 



Invitación autógrafa de Santa Teresita a su Toma de Velo


               Se decía que el buen Sacerdote entendía mejor cómo convertir a los pecadores que dirigir el alma de las monjas. Pues bien, debo ser un gran pecador, porque Dios se valió de este santo religioso para traerme mucho consuelo. En ese momento tuve todo tipo de pruebas interiores que me resultó imposible explicar a nadie; de repente, pude dejar abierta toda mi alma. El Padre me entendió de una manera maravillosa; pareció adivinar mi estado y me lanzó a toda vela sobre ese océano de confianza y amor en el que había anhelado avanzar, pero hasta ahora no me había atrevido. Me dijo que mis faltas no lastimaban al Buen Dios, y agregó: "En este momento ocupo Su lugar, y de Él te aseguro que Él está muy complacido con tu alma". ¡Qué feliz me hicieron estas consoladoras palabras!. Nunca antes me habían dicho que era posible que las faltas no lastimaran al Sagrado Corazón; esta seguridad me llenó de alegría y me ayudó a soportar con paciencia el destierro de esta vida. También fue el eco de mis pensamientos más íntimos. 

               En verdad, sabía desde hacía mucho tiempo que el Señor es más tierno que una madre, y he sondeado las profundidades del corazón de más de una madre. Sé que una madre siempre está dispuesta a perdonar las pequeñas faltas irreflexivas de su hijo. ¡Cuántas veces no he tenido esta dulce experiencia! Ningún reproche podría haberme tocado más que un solo beso de mi madre. Mi naturaleza es tal que el miedo me hace encoger, mientras que, bajo la dulce regla del Amor, no sólo avanzo, sino que vuelo. “En este momento ocupo Su lugar, y te aseguro de Él que Él está muy complacido con tu alma”. 


Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz 
en su autobiografía "Historia de un alma"



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