en las penas y las aflicciones
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¡Oh, no me quites tu salvación y no seas sordo a mis gritos!
¡Dios mío! ¿Te invoco durante el día y no me escuchas? ¡Te grito en medio de la noche y el descanso no puede entrar en mi alma !
¿Hasta cuándo, Señor, me olvidarás? ¿Será para siempre? ¿Hasta cuándo me darás la espalda?
Mis iniquidades se han elevado por encima de mi cabeza, y se han convertido en una carga para mí.
Estoy postrado en el suelo y camino con dolor todo el día. Mi corazón está turbado y me fallan las fuerzas.
No me des la espalda, Señor, te lo suplico; no me ocultes tu rostro, ni te alejes de tu siervo en tu cólera, sino sé, por tu misericordia, mi todopoderoso ayudador; no me abandones en la extremidad en que me encuentro y no me desprecies, oh Dios, mi Salvador. ¡Tú que has sido tan bueno conmigo!. Que así sea.
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