Conocer a Dios por visión directa de su esencia, llena de amor y es la vida eterna y la felicidad eterna del Cielo, siempre nueva y siempre felicidad y dicha. Nada hay comparable a tener el entendimiento y la voluntad atentos a Dios con toda la alta y noble actividad que pueden desarrollar estas potencias; mirando a Dios, que es el origen de toda verdad y de toda luz y belleza, la fuente de toda alegría, el manantial insondable e inagotable de todo amor, se embeben estas potencias en luz de amor y delicia; Dios es el amor de mi alma si yo le miro.
Dios es mi Padre y me ama como yo no puedo alcanzar a comprender, y me llama amoroso para que yo, pobrecillo, entre a participar de esa su Verdad y Belleza infinitas, de esa alegría, de ese su eterno e insondable amor.
Dios y Padre mío, para tan tierna delicadeza me has llamado a vivir Contigo en el recogimiento del convento. Ésta es la propia vida mía de religioso: vivir atento en un conocimiento vivo y en un amor vivo de Dios.
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