A aquellos que no tienen la caridad de acordarse de estas Almas Benditas, que de cierto están más cerca de Dios que nosotros, pero que nos suplican amor y oración, les animo a que piensen a que quizás pronto, quién sabe, hoy, mañana, esta semana, el Señor nos llame a Su Presencia; ¿estaremos completamente limpios de nuestras faltas?.
Para librarse del Purgatorio no sólo es necesario morir en gracia de Dios, sino además haber satisfecho la pena que merecemos por nuestros pecados… una vida muy santa debemos tener para ir derechos al Cielo sin pasar por el Purgatorio. Y si allí vamos, ¿quién se acordará de rezar por nosotros?. ¡Ah, claro! Entonces sí que entenderemos cuánto bien pudimos hacer a las Benditas Ánimas… no esperes a verte en ese trance para entender que ahora, puedes rezar por aquellas almas, a quienes puedes ayudar desde la tierra; el Señor te premiará por ello y las almas que liberes con tus oraciones, sacrificios y limosnas, serán tus protectores desde el Cielo.
EL INFIERNO, SEGÚN SOR JOSEFA MENÉNDEZ.
Hoy son muchos los que olvidan esta gran verdad del Purgatorio; otros tantos o incluso más, olvidan -cuando no niegan- la existencia del Infierno. Os traigo aquí algunos extractos del libro “Un llamamiento al amor”, de Sor Josefa Menéndez, en los que leeremos la gracia que Nuestro Señor le concedió al permitirle visitar el Infierno y así dar testimonio de su real existencia.
Sor Josefa Menéndez, religiosa de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús, escribió por obediencia sus experiencias místicas. Así, el 25 de Octubre de 1922, la Virgen le manifestó: “Todo lo que Dios permite que veas o que sufras, como las penas del infierno, es para purificarte, sí, pero también para que te humilles diciéndolo a las Madres (superioras); no pienses en ti misma, sólo en la gloria del Corazón de Jesús y en la salvación de las almas”.
Sor Josefa insiste particularmente en el mayor tormento del infierno: el de no poder amar.
En su visión del infierno, una de las almas condenadas gritaba: “Ese es mi tormento…¡quiero amar y no puedo! Ya no me queda más que odio y desesperación. Si alguno de los que estamos aquí pudiera decir una sola vez que ama…¡esto no sería infierno!…¡nuestro alimento es odiar y aborrecer!”.
Sor Josefa anota también como los mismos condenados se acusan: “¿Dónde está lo que tomasteis?…¡malditas manos!…¿por qué aquella ambición de lo ajeno, si no lo podía guardar más que unos días?…”. Otros acusan su lengua, sus ojos… cada uno maldice lo que ha sido ocasión de pecar y dicen: “Bien pagas ahora el deleite que te diste, cuerpo mío!…¡Tú te lo has buscado!”.
Sor Josefa continua escribiendo: “ Creo que en el infierno se acusan sobre todo de faltas contra la castidad, de robos, negocios injustos, y la mayor parte de los condenados lo son por esto”
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