viernes, 28 de enero de 2022

LAS HORAS DE LA PASIÓN, de las Revelaciones de Luisa Picarretta. SEGUNDA HORA

 

"...quien piensa siempre en Mi Pasión 
forma en su corazón una fuente, 
y por cuanto más piensa tanto más 
esta fuente sea grande, y como las aguas 
que brotan son comunes a todos, 
esta fuente de Mi Pasión que se forma 
en el corazón sirve para el bien del alma, 
para gloria Mía y para bien de las criaturas." 


Revelación de Nuestro Señor a Luisa Picarretta, 
el 10 Abril de 1913


Preparación antes de la Meditación 


               Oh Señor mío Jesucristo, postrado ante Tu divina presencia suplico a Tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en Tu Cuerpo adorable como en Tu Alma Santísima, hasta la muerte de Cruz. 

               Ah, dame Tu ayuda, Gracia, Amor, profunda compasión y entendimiento de Tus padecimientos mientras medito ahora la Hora...(primera, segunda, etc) y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligado dedicarme a mis deberes o a dormir. 

               Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar. 

               Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión Contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo Tus pensamientos, Tu lengua, Tu corazón y con éstos quiero orar, fundiéndome todo en Tu Voluntad y en Tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en Tu Corazón empiezo...




DE LAS 6 A LAS 7 DE LA TARDE 

SEGUNDA HORA 

Jesús se aleja de Su Madre Santísima
y se encamina al Cenáculo


               Jesús mío adorable, mientras tomo parte junto contigo en Tus Dolores y en los de Tu afligida Madre, veo que te decides a partir para encaminarte adonde el querer del Padre te llama. Es tan grande el dolor entre Hijo y Madre, que os hace inseparables, por lo que Tú te quedas en el Corazón de tu Mamá y la dulce Mamá y Reina se deja en el Tuyo, de lo contrario os hubiera sido imposible separaros. 

               Pero después, bendiciéndoos mutuamente, Tú le das Tu último beso para darle fuerzas en los amargos dolores que va a sufrir, le dices Tu último adiós y partes. Pero la palidez de Tu Rostro, los labios temblorosos, Tu voz sofocada, como si fueras a romper en llanto al decirle adiós...ah, todo esto me dice cuánto la amas y lo que sufres al dejarla. Pero para cumplir la Voluntad del Padre, con Vuestros Corazones fundidos el uno en el otro, a todo os sometéis queriendo reparar por aquellos que por no vencer las ternuras de los familiares o amigos o los vínculos y los apegos a las criaturas no se preocupan por cumplir el Querer Santo de Dios y corresponder al estado de Santidad al que Dios los llama. Qué dolor te dan estas almas al rechazar de sus corazones al amor que quieres darles y se contentan con el amor de las criaturas...

               Amable Amor mío, mientras reparo Contigo permite que me quede con Tu Mamá para consolarla y sostenerla mientras Tú te alejas, después apresuraré mis pasos para alcanzarte. Pero con sumo dolor mío veo que mi angustiada Mamá tiembla, y es tanto Su Dolor que mientras trata de decir adiós al Hijo, la voz se le apaga en los labios y no puede articular palabra alguna; se siente desfallecer y en su delirio de amor dice: ”Hijo Mío, Hijo Mío, te bendigo! ¡Qué amarga separación, más cruel que cualquier muerte!” Pero el dolor le impide hablar y la enmudece...

               ¡Desconsolada Reina, deja que te sostenga, que te enjugue las lágrimas, que te compadezca en Tu amargo Dolor! 

               Madre mía, no te dejaré sola. Tú tómame Contigo y enséñame, en este momento tan doloroso para Jesús y para Ti, lo que debo hacer, cómo debo defenderlo, cómo debo repararlo y consolarlo, y si debo exponer mi vida para defender la Suya... No, no me separaré de debajo de Tu Manto, a una señal Tuya volaré a Jesús y llevaré Tu amor, Tus afectos, y Tus besos junto con los míos y los pondré en cada Llaga, en cada gota de Su Sangre, en cada pena e insulto, a fin de que sintiendo en cada pena los besos y el amor de Su Mamá, Sus penas queden endulzadas, y después volveré bajo Tu manto trayéndote sus besos para endulzar Tu Corazón traspasado. Madre mía, el corazón me palpita, quiero ir a Jesús, y mientras beso Tus manos maternas bendíceme como has bendecido a Jesús y permíteme que vaya a Él.

               Dulce Jesús mío, el amor me descubre Tus pasos y te alcanzo mientras recorres las calles de Jerusalén con Tus amados Discípulos, te miro y te veo todavía pálido, oigo Tu voz, dulce, sí, pero triste, con una tristeza que rompe el corazón de Tus Discípulos, que están turbados.” Es la última vez -dices- que recorro estas calles por Mí mismo, mañana las recorreré atado y arrastrado entre mil insultos.

               Y distinguiendo los lugares en los que serás más insultado y maltratado sigues diciendo: “ Mi Vida está por terminar acá abajo, como está por ponerse el sol, y mañana, a esta hora, ya no existiré... Pero como sol resucitaré al tercer día. ”Al oír Tus palabras, los Apóstoles más se entristecen y no saben qué responder. Pero Tú añades: “Ánimo, no os abatáis, Yo no os dejo, siempre estaré con vosotros, pero es necesario que Yo muera por el bien de todos.” Y así diciendo te conmueves y con voz temblorosa continúas instruyéndolos. 

              Antes de entrar en el Cenáculo miras el sol que ya se pone, así como está por ponerse Tu Vida y ofreces Tus pasos por aquellos que se encuentran en el ocaso de su vida y das la gracia de que la hagan ponerse en Ti y reparas por aquellos que a pesar de los sinsabores y de los desengaños de la vida se obstinan en no rendirse a Ti. 

               Después miras de nuevo a Jerusalén, el centro de Tus milagros y de las predilecciones de Tu Corazón, y que en pago ya te está preparando la Cruz y afilando los clavos para cometer el deicidio, y te estremeces, y se te rompe el Corazón y lloras por su destrucción. Y con esto reparas por tantas almas consagradas a Ti, almas que con tanto cuidado tratabas de convertir en portentos de Tu Amor y que ellas, ingratas, no te corresponden y te hacen así padecer mayores amarguras... y yo quiero reparar Contigo para endulzar esta herida de Tu Corazón. Pero veo que te quedas horrorizado ante la vista de Jerusalén y retirando de ella Tus miradas entras ya en el Cenáculo...

               Amor mío, estréchame a Tu Corazón para que haga mías Tus amarguras y las ofrezca junto Contigo. Y Tú mira piadoso mi alma y derramando Tu Amor en ella bendíceme. 



Ofrecimiento después de Cada Hora

 

                Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de Tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: “Gracias” y “Te Bendigo”. Sí, oh Jesús!, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos...

               Gracias y Te bendigo por cada gota de Sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un “Gracias” y un “Te bendigo”. 

               Ah Jesús, haz que todo mi ser Te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de Tus gracias...

               Ah Jesús, estréchame a Tu Corazón y con tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un “Te Bendigo” Tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

               Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en Tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. 

               Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que Tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a Tu Corazón, que Tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión Contigo. Oh Jesús mío!, mantente en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer... 


LAS HORAS DE LA PASIÓN cuenta con aprobación eclesiástica:
Imprimatur dado en el año 1915 por Mons. Giuseppe María Leo,
Arzobispo de Trani-Barletta-Bisciglie, y con Nihil Obstat 
del Canónigo Aníbal María de Francia





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