viernes, 4 de febrero de 2022

LAS HORAS DE LA PASIÓN, de las Revelaciones de Luisa Picarretta. TERCERA HORA

  

"...quien piensa siempre en Mi Pasión 
forma en su corazón una fuente, 
y por cuanto más piensa tanto más 
esta fuente sea grande, y como las aguas 
que brotan son comunes a todos, 
esta fuente de Mi Pasión que se forma 
en el corazón sirve para el bien del alma, 
para gloria Mía y para bien de las criaturas." 


Revelación de Nuestro Señor a Luisa Picarretta, 
el 10 Abril de 1913


Preparación antes de la Meditación 


               Oh Señor mío Jesucristo, postrado ante Tu divina presencia suplico a Tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en Tu Cuerpo adorable como en Tu Alma Santísima, hasta la muerte de Cruz. 

               Ah, dame Tu ayuda, Gracia, Amor, profunda compasión y entendimiento de Tus padecimientos mientras medito ahora la Hora...(primera, segunda, etc) y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligado dedicarme a mis deberes o a dormir. 

               Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar. 

               Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión Contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo Tus pensamientos, Tu lengua, Tu corazón y con éstos quiero orar, fundiéndome todo en Tu Voluntad y en Tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en Tu Corazón empiezo...




DE LAS 7 A LAS 8 DE LA NOCHE 

TERCERA HORA 

La Cena Legal


               Oh Jesús, ya llegas al Cenáculo con Tus amados Discípulos y te pones a la mesa con ellos. Qué dulzura, qué afabilidad muestras en toda Tu Persona al abajarte a tomar por última vez el alimento material. Aquí todo es amor en Ti, y también en esto no sólo reparas por los pecados de gula sino que nos obtienes también la santificación del alimento; y de igual modo que éste se convierte en fuerza, así nos obtienes la Santidad hasta en las cosas más bajas y más corrientes. 

               Jesús, vida mía, Tu mirada dulce y penetrante parece escrutar a todos los Apóstoles; y aún en ese acto de tomar el alimento, Tu Corazón queda traspasado viendo a Tus amados Apóstoles débiles y vacilantes todavía, sobre todo el pérfido Judas, que ya ha puesto un pie en el infierno. Y Tú desde el fondo de Tu Corazón amargamente dices: “¿Cuál es la utilidad de Mi Sangre? ¡He ahí un alma, tan beneficiada por Mí: está perdida!” Y con Tus ojos resplandecientes de luz lo miras, como queriendo hacerle comprender el gran mal cometido. Pero Tu suprema Caridad te hace soportar este dolor y no lo manifiestas ni siquiera a Tus amados Apóstoles...

               Y mientras sufres por Judas, Tu Corazón querría llenarse de alegría viendo contener más el amor, atrayéndolo dulcemente a Ti le haces apoyar su cabeza sobre Tu Corazón, haciéndole probar el Paraíso por adelantado. Es en esta hora solemne cuando en los Discípulos son representados dos pueblos, el réprobo y el elegido. El réprobo en Judas, que ya siente el infierno en el corazón y el elegido en Juan, que en Ti reposa y goza. 

               Oh dulce Bien mío, también yo me pongo a Tu lado y junto con Tu Discípulo amado quiero apoyar mi cabeza cansada sobre Tu Corazón adorable y rogarte que a mí también me hagas sentir sobre esta tierra las delicias del Cielo, y así la tierra ya no sea más tierra para mí sino Cielo, raptada por las dulces armonías de Tu Corazón... 

               Pero estas armonías dulcísimas y divinas siento que se te escapan dolorosos latidos:¡Son por las almas que se perderán ¡Haz que Tu palpitar corriendo en el suyo les haga sentir los latidos de la Vida del Cielo como los siente Tu amado Discípulo Juan y que atraídas por la suavidad y la dulzura de Tu Amor puedan rendirse todas a Ti. Oh Jesús mientras me quedo en Tu Corazón dame también a mí el alimento como se lo diste a los Apóstoles: El alimento de la Divina Voluntad, el alimento del Amor, el alimento de la Palabra Divina. Y Jamás, oh Jesús mío, me niegues este alimento que tanto deseas Tú darme, de modo que forme en mí Tu misma Vida. 

               Dulce Bien mío, mientras me estoy a tu lado veo que el alimento que tomas con Tus amados Discípulos no es sino un cordero. Es el cordero que te representa, y como en este cordero no queda ningún humor vital por la acción del fuego, así Tú, místico cordero, que por las criaturas debes consumirte todo por fuerza de amor, ni siquiera una gota de Tu Sangre conservarás para Ti, derramándola toda por amor a nosotros. Nada haces Tú que no represente a lo vivo Tu dolorosísima Pasión, la que tienes siempre en la mente, en el Corazón, en todo, y así me enseñas que si yo tuviera también siempre en la mente y en el corazón el pensamiento de Tu Pasión, jamás me negarías el alimento de Tu Amor. 

               ¡Cuánto te doy las gracias, oh Jesús mío! Ningún acto se te pasa en que no me tengas presente y con el que no pretendas hacerme un bien especial, por eso te ruego que Tu Pasión esté siempre en mi mente, en mi corazón, en mis miradas, en mis pasos, en mis obras, a fin de que a dondequiera que me dirija, dentro y fuera de mi te encuentre siempre presente para mí, y dame la gracia de que no olvide jamás lo que Tú sufriste y padeciste por mí. Esto sea para mí como un imán que atrayendo todo mi ser a Ti, haga que no pueda nunca jamás alejarme de Ti.



Ofrecimiento después de Cada Hora

 

                Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de Tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: “Gracias” y “Te Bendigo”. Sí, oh Jesús!, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos...

               Gracias y Te bendigo por cada gota de Sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un “Gracias” y un “Te bendigo”. 

               Ah Jesús, haz que todo mi ser Te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de Tus gracias...

               Ah Jesús, estréchame a Tu Corazón y con tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un “Te Bendigo” Tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

               Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en Tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. 

               Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que Tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a Tu Corazón, que Tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión Contigo. Oh Jesús mío!, mantente en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer... 


LAS HORAS DE LA PASIÓN cuenta con aprobación eclesiástica:
Imprimatur dado en el año 1915 por Mons. Giuseppe María Leo,
Arzobispo de Trani-Barletta-Bisciglie, y con Nihil Obstat 
del Canónigo Aníbal María de Francia





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