jueves, 3 de febrero de 2022

PRIMER JUEVES: RECEMOS POR EL CORAZÓN DE NUESTROS SACERDOTES

 



                    Cuantas veces olvidamos que los Sacerdotes, como hombres de carne y hueso, hechos de barro como los demás, tienen un corazón... una víscera que va más allá de un continuo latir para alimentar al organismo completo; es el corazón sacerdotal prefiguración con el Corazón sacerdotal de Jesús, pues por su Consagración, el Sacerdote ungido en las manos por el Obispo, no es ya un simple hombre -aunque por fuera lo aparente- y nunca más volverá a serlo: es otro Cristo. Y al igual que Nuestro Redentor, el corazón del buen Sacerdote se duele con el Corazón Sacratísimo de Jesús por tanto desamor e indiferencia. Desamor de aquellas almas a las que el Sacerdote un día orientó, dio consejo y rezó hasta mortificarse por su bien, y sin embargo, ¡qué pocas son las almas que agradecen al Sacerdote la cura del alma!. 

                El Sacerdote, como Cristo, con Él y en Él, se inmola en cada altar cada vez que ofrece la Sagrada Forma, el Cordero Inmaculado que quita el pecado del mundo; con Cristo el Sacerdote se inmola, por tus pecados y por los míos, para que aquél buen propósito que te marcaste se cumpla, para que seas cada día más Santo, para que... ¡tantas y tantas intenciones por las que a diario el Sacerdote, ofrece y se ofrece con Él por ti y por mí!

                ¡Cómo olvidar al Sacerdote que me bautizó y gracias al cual soy hijo de la Iglesia!. Sería un ingrato además, si no rezase por el Sacerdote que me dio por primera vez a Jesús Sacramentado, y lo mismo para aquel otro que con paciencia escuchó tantas confesiones y me impartió la absolución para que mi alma volviese a estar en gracia. 

               Bienes y gracias sobrenaturales que regala el Sacerdote cada vez que bendice, que se le acercan a pedirle la Bendición, porque ven en él al Buen Dios que vela por sus hijos, que los cuida y regaña a la par, porque anhela lo mejor para ellos. 

               Sacerdote que pasea entre la gente como paseó Nuestro Señor, repartiendo amor y sanando heridas del alma; Sacerdote que a veces es vitoreado como Nuestro Señor el Domingo de Ramos pero que también, como Cristo, es traicionado por un Judas, negado por un Pedro y amado sin límites por un Juan que le es fiel hasta las horas del Calvario. 

               Sacerdote que guarda en su pecho un corazón de padre, de hermano, pero sobre todo, un corazón que se duele con la pérdida de las almas, un corazón que no entiende la ceguera espiritual, buscada y consentida por tantos, un corazón que se ve muchas veces -como el de Cristo- abandonado e incomprendido por hablar de la Verdad y predicarla sin temor... 

               ¡Si buscáramos más al Sacerdote encontraríamos sin duda a Cristo!, su voz, no es suya, ¡sino la del mismo Cristo! ...pero para entender eso hay que tener ojos de Cielo, visión de altura, de otro mundo, angélico, para comprender el enorme e incomprensible Misterio del Sacerdote, que siendo hombre es Cristo; de ahí que vayamos a su encuentro a besarle la mano, que le pidamos una paternal bendición, que le ayudemos en sus necesidades materiales y apostólicas, pues haciendo el bien al Sacerdote, amando al Sacerdote, amamos en él y por él al mismo Cristo que es Uno con el Sacerdote.

               Recemos e inmolémonos por el corazón bueno y santo de nuestros Sacerdotes.


Padre Alfonso María del Santísimo Sacramento




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