Esta devoción debe tener el doble propósito:
la REPARACIÓN POR LA BLASFEMIA
y REPARACIÓN POR LA PROFANACIÓN DEL DOMINGO
La Fiesta de la Santa Faz es el Martes de Carnaval, o sea el Martes antes del Miércoles de Ceniza. El Papa Pío XII confirmó dicha fiesta el 17 de Abril de 1958, pocos meses antes de morir, y a su vez autorizó la Misa de la Santa Faz de Jesús, para todas las Diócesis y Órdenes Religiosas que pidiesen el Indulto de Roma para celebrarla.
Sor María de San Pedro fue una monja carmelita de Tours, Francia, que vivió de 1816 a 1848. La Devoción actual a la Santa Faz, aunque siempre existió en la Iglesia, se reavivó de forma espectacular después de las Revelaciones que Nuestro Señor le comunicó a esta humilde religiosa; las siguientes palabras son del 24 de Noviembre de 1843:
“La Tierra está repleta de crímenes. La violación de los primeros tres mandamientos de Dios ha molestado a mi Padre. El Santo Nombre de Dios ha sido blasfemado, y el Santo Día del Señor profanado, saturado de cantidad de iniquidades. Estos pecados se han acumulado hasta el Trono de Dios y han provocado su ira, la cual estallará pronto si su justicia no es apaciguada. Jamás han llegado estos crímenes a tal punto”.
Sor María de San Pedro escribe:
“... Nuestro Señor me ordenó comulgar los Domingos por estas tres intenciones particulares:
“1) En espíritu de expiación por todas las tareas prohibidas que se hacen los Domingos, que como día de observancia debe ser santificado;
“2) Para apaciguar la Justicia Divina que estaba a punto de descargarse a causa de la profanación de los días de guardar;
“3) Para implorar la conversión de aquellos pecadores que profanan los Domingos, y para lograr la terminación del trabajo dominical prohibido”.
El 11 de Octubre de 1845, Nuestro Señor dio una Revelación con respecto a la importancia de hacer Reparación a su Santa Faz. En ese día Nuestro Señor le dijo a Sor María de San Pedro:
“Busco Verónicas para enjugar y venerar Mi Divina Faz,
la cual tiene pocos adoradores”.
Entre las PROMESAS que fueron dadas por el Dulce Redentor a la Carmelita de Tours, figuran:
1. Les concederé una contrición tan perfecta que sus pecados se cambiarán a Mi vista en joyas de oro precioso. Según el cuidado que tengan de reparar mi Rostro desfigurado por los blasfemos, el mismo tendré Yo del suyo que ha sido desfigurado por el pecado, transformándole en tan hermoso como si acabase de salir de las aguas del Bautismo.
2. Ninguna de esas personas será jamás separada de Mí.
3. Ofreciendo Mi Rostro a Mi Padre, apaciguarán Su enojo y comprarán con moneda celestial el perdón para los pecadores. Por esta ofrenda, nada les será negado.
4. Abogaré ante Mi Padre para conceder todas las peticiones que me presenten. Por Mi santo Rostro harán prodigios.
5. Los iluminaré con Mi Luz. Los consumiré con Mi Amor y los haré fructíferos de buenas obras.
6. Ellos llorarán, como la piadosa Verónica, por Mi adorable Rostro ultrajado por el pecado, y yo imprimiré Mis divinas facciones en sus almas.
7. Por la semblanza de Mi Rostro, brillarán más que otros en la vida eterna y el brillo de Mi Rostro les llenará de alegría.
8. Todos los que defiendan esta causa de reparación, por palabras, por oraciones o por escrito, recibirán defensa también en sus causas delante de Dios Padre a la hora de la muerte. Yo enjugaré la faz de sus almas, limpiando las manchas del pecado y devolviéndole su primitiva hermosura.
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