Alma, tú que eres imagen viviente de Dios (1) y has sido rescatada con la Sangre Preciosa de Jesucristo (2) , Dios quiere que te hagas santa como Él (3) en esta vida y que participes en Su Gloria por la eternidad. Tu verdadera vocación consiste en adquirir la Santidad de Dios . A ello debes orientar todos tus pensamientos, palabras y acciones, tus sufrimientos y las aspiraciones todas de tu vida. De lo contrario, haces resistencia a Dios, por no realizar aquello para lo cual te ha creado y te conserva la vida.
Todo se reduce, pues, a encontrar un medio sencillo para alcanzar de Dios la gracia necesaria para hacernos santos. Yo te lo quiero enseñar. Y es que para encontrar la gracia, hay que encontrar a María.
María ha formado a Jesucristo, Cabeza de los predestinados. Ella debe, por tanto, formar también a los miembros de esta Cabeza que son los verdaderos cristianos. Que una madre no da a luz la cabeza sin los miembros, ni los miembros sin la cabeza . Por consiguiente, quien quiera ser miembro de Jesucristo, lleno de gracia y de verdad (4), debe dejarse formar en María por la gracia de Jesucristo. María está llena de la gracia de Jesucristo para comunicarla en plenitud a los miembros verdaderos de Jesucristo, que son también hijos de María.
María ha recibido de Dios un dominio especial sobre los predestinados para alimentarlos y hacerlos crecer en Jesucristo . San Agustín llega a decir que en este mundo todos los predestinados se hallan encerrados en el seno de María y que nacen definitivamente sólo cuando esta Madre bondadosa los da a luz para la vida eterna. De modo que, así como un niño saca todo su alimento de la madre, que se lo da proporcionado a su debilidad, del mismo modo los predestinados sacan todo su alimento y fuerza espirituales de María.
Por tanto, María habita en todos los elegidos y predestinados. Está presente en sus corazones, y siempre que se lo permitan echará en ellos las raíces de una profunda humildad, de una caridad ardiente y de todas las virtudes.
María es el molde maravilloso de Dios, hecho por el Espíritu Santo para formar a la perfección a un Hombre-Dios por la Encarnación y para hacer al hombre partícipe de la naturaleza divina, mediante la gracia. María es el molde en el cual no falta ni un solo rasgo de la divinidad. Quien se arroje en él y se deje moldear, recibirá todos los rasgos de Jesucristo, verdadero Dios. Y esto, en forma suave y proporcionada a nuestra debilidad, sin grandes trabajos ni angustias, de manera segura, sin peligro de ilusiones, puesto que el demonio no tuvo ni tendrá jamás entrada donde esté María; de manera santa e inmaculada, sin rastro alguno de pecado.
San Luis María Grignión de Montfort,
"El Secreto de María"
NOTAS ACLARATORIAS:
1- Génesis, cap. 1, vers. 26
2- 1 Carta de San Pedro, cap. 1, vers. 19
3- Evangelio de San Mateo, cap.5, vers. 48
4- Evangelio de San Juan, cap. 1, vers. 14
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