sábado, 22 de febrero de 2020

LOS APÓSTOLES DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS... "enseñarán la estrecha senda en la pura Verdad..."


María y los Apóstoles 
de los Últimos Tiempos

               Sí, Dios quiere que Su Madre Santísima sea ahora más conocida, amada y honrada que nunca. Lo que sucederá, sin duda, si los predestinados, con la gracia y luz del Espíritu Santo, entran y penetran en la práctica interior y perfecta de la Devoción que voy a manifestar enseguida. Entonces verán claramente, en cuanto lo permite la Fe, a esta hermosa Estrella del Mar, y, guiados por ella, llegarán a puerto seguro a pesar de las tempestades y de los piratas. Entonces conocerán las grandezas de esta Soberana y se consagrarán enteramente a su servicio como súbditos y Esclavos de Amor. 




               Entonces saborearán sus dulzuras y bondades maternales y la amarán con ternura como sus hijos de predilección. Entonces experimentarán las misericordias en que Ella rebosa y la necesidad que tienen de su socorro, recurrirán en todo a Ella, como a su querida Abogada y Mediadora ante Jesucristo. Entonces sabrán que María es el medio más seguro, fácil, corto y perfecto para llegar a Jesucristo, y se consagrarán a Ella en cuerpo y alma y sin reserva alguna para pertenecer del mismo modo a Jesucristo.

               Pero, ¿qué serán estos Servidores, Esclavos e Hijos de María?

               Serán fuego encendido (Sal 104 [103],4; Heb 1,7), ministros del Señor que prenderán por todas partes el fuego del amor divino.

              Serán flechas agudas en la mano poderosa de María para atravesar a sus enemigos: como saetas en manos de un guerrero (Sal 127 [126],4).

              Serán hijos de Leví, bien purificados por el fuego de grandes tribulaciones y muy unidos a Dios. Llevarán en el corazón el oro del amor, el incienso de la oración en el espíritu, y en el cuerpo, la mirra de la mortificación. Serán en todas partes el buen olor de Jesucristo (ver 2Cor 2,15-16) para los pobres y sencillos; pero para los grandes, los ricos y mundanos orgullosos serán olor de muerte.

               Serán nubes tronantes y volantes (ver Is 60,8), en el espacio, al menor soplo del Espíritu Santo. Sin apegarse a nada, ni asustarse, ni inquietarse por nada, derramarán la lluvia de la palabra de Dios y de la vida eterna, tronarán contra el pecado, descargarán golpes contra el demonio y sus secuaces, y con la espada de dos filos de la palabra de Dios (Heb 4,12; Ef 6,17) traspasarán a todos aquellos a quienes sean enviados de parte del Altísimo.

               Serán los Apóstoles auténticos de los Últimos Tiempos a quienes el Señor de los Ejércitos dará la palabra y la fuerza necesarias para realizar maravillas y ganar gloriosos despojos sobre Sus enemigos. Dormirán sin oro ni plata y –lo que más cuenta– sin preocupaciones en medio de los demás Sacerdotes, Eclesiásticos y Clérigos (Sal 68 [67],14). Tendrán, sin embargo, las alas plateadas de la paloma, para volar con la pura intención de la Gloria de Dios y de la salvación de los hombres adonde los llame el Espíritu Santo. Y sólo dejarán en pos de sí, en los lugares donde prediquen, el oro de la caridad, que es el cumplimiento de toda la Ley (ver Rom 13,10).

               Por último, sabemos que serán verdaderos Discípulos de Jesucristo. Caminarán sobre las huellas de Su pobreza, humildad, desprecio de lo mundano y caridad evangélica, y enseñarán la senda estrecha de Dios en la pura Verdad, conforme al Santo Evangelio y no a los códigos mundanos, sin inquietarse por nada ni hacer acepción de personas; sin perdonar, ni escuchar, ni temer a ningún mortal por poderoso que sea. Llevarán en la boca la espada de dos filos de la palabra de Dios (Heb 4,12); sobre sus hombros, el estandarte ensangrentado de la Cruz; en la mano derecha, el Crucifijo; el Rosario en la izquierda; los Sagrados Nombres de Jesús y de María en el corazón, y en toda su conducta la modestia y mortificación de Jesucristo. Tales serán los grandes hombres que vendrán y a quienes María formará por orden del Altísimo para extender Su Imperio sobre el de los impíos, idólatras y mahometanos. Pero ¿cuándo y cómo sucederá esto?... ¡Sólo Dios lo sabe! A nosotros nos toca callar, orar, suspirar y esperar: Yo esperaba con ansia al Señor (Sal 40 [39],2).


Tratado de la Verdadera Devoción 
a la Santísima Virgen María 
por San Luis María Grignion de Montfort. 
Cap. III: María Santísima en los últimos tiempos de la Iglesia 



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