En Tarbes de Francia, Santa Bernardita, una joven aldeana del pueblo de Lourdes, la cual mientras buscaba leña para dar calor a su choza junto a su hermana y una amiga, en las cuevas de Massabielle, junto al río Gave, recibió la visita de la Virgen Inmaculada, la cual vino a confirmar con su palabra la del Papa Pío IX había declarado el Dogma de la Inmaculada Concepción en 1854.
Su Mensaje lleno de esperanza se resume en tres palabras: Penitencia, penitencia, penitencia. La Virgen hizo brotar del suelo una pequeña vertiente con un chorro de agua del porte del brazo de un niño, la de cual emana una agua benéfica que devuelve la salud a los enfermos que se acercan con fe y devoción a los pies de Nuestra Santa Madre. Después de las Apariciones Bernardita ingresó en el Convento de las Hermanas de la Caridad de Nevers, donde vivió santamente, retirada del ruido del mundo y con muchos sufrimientos de la penosa enfermedad que sufría, cada dolor que emanaba de su cuerpo resonaban en su alma y le hacía recordar la palabras de la Virgen que sentenció: “No te prometo hacerte feliz en esta vida, pero sí en la otra".
Finalmente Bernardita murió llena de méritos, el 16 Abril de 1879 a la edad de 35 años, luego de ofrecer sus padecimientos por la conversión de los pecadores. El 2 de Septiembre de 1909, su cadáver fue desenterrado y hallado incorrupto. El 25 de Agosto de 1913 San Pío X inició el proceso de beatificación en Roma que, retrasado por la Primera Guerra Mundial, se reanudó el 17 de Septiembre de 1917. El 14 de Junio de 1925 el Papa Pío XI proclamó Beata a Bernardita. Años después, el 8 de Diciembre de 1933, durante el Año Santo de la Redención y Jubileo extraordinario, Pío XI la elevó a la gloria de los altares.
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