jueves, 28 de enero de 2021

EL CORAZÓN DE JESÚS EN EL SAGRARIO


                “Todas las noches del Jueves al Viernes, te haré participante de aquella mortal tristeza que quise sentir en el Huerto de Getsemaní… Y para acompañarme en la humilde oración que presenté entonces a Mi Padre, te levantarás entre once y doce de la noche; y prosternada, pegando el rostro con la tierra, procurarás no sólo aplacar la Ira Divina pidiendo gracia para los pecadores, sino también endulzar de alguna manera, la amargura que sentí por el abandono de Mis Apóstoles, a quienes reprendí por no haber podido velar una hora Conmigo”


(Revelación del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María de Alacoque)


               Resulta, pues, de estas palabras que la Hora Santa es una de las prácticas más queridas del Sagrado Corazón de Jesús. Tiene por objeto consolarle por la ingratitud de los hombres; reparar las ofensas de los pecadores, obtener gracias particulares para los agonizantes, consuelo para las personas afligidas y en fin, excitarnos a una viva contrición.

             Se puede hacer la Hora Santa delante del Santísimo Sacramento, o transportándose en espíritu al pie de un Tabernáculo, porque no se debe consolar sólo la agonía dolorosa de Getsemaní, sino también la agonía incesante, si podemos decirlo así, del Dios de la Encarnación; pues el mismo que sufrió la primera, soporta la segunda, abandonado en los Sagrarios-Calvarios.

             No hay prescripta para emplear devotamente en la Hora Santa, ninguna meditación particular; pero las palabras de Nuestro Señor, indican que conviene meditar su dolorosa agonía, sus profundas humillaciones y su amor, pagado con tantas ingratitudes; así como deplorar el perdón de nuestros pecados, y los ultrajes hechos a la Majestad divina en el discurso de los siglos.

             El Ejercicio de la Hora Santa se hace el Jueves antes de medianoche, en la Iglesia o en cualquier otro lugar. Para pasar devotamente la Hora Santa se desprende de las palabras de Nuestro Señor, que conviene meditar Su Dolorosa Agonía, Sus profundas humillaciones, Su Amor pagado con tanta ingratitud y deplorar nuestros pecados y todos los ultrajes hechos a la Majestad Divina en el curso de los siglos.





               Estar en el Sagrario significa venir del Cielo todo un Dios, hacer el milagro más estupendo de sabiduría, poder y amor para poder llegar hasta la ruindad del hombre, quedarse quieto, callado y hasta gustoso, lo traten bien o lo traten mal, lo pongan en casa rica o miserable, lo busquen o lo desprecien, lo alaben o lo maldigan, lo adoren como a Dios o lo desechen como mueble viejo... y repetir eso mañana, y pasado mañana, y el mes que viene, y un año, y un siglo, y hasta el fin de los siglos... y repetirlo en este Sagrario y en el templo vecino y en el de todos los pueblos... y repetir eso entre almas buenas, finas y agradecidas, y entre almas tibias, olvidadizas, inconstantes y almas frías, duras pérfidas, sacrílegas...

               Eso es estar el Corazón de Jesús en el Sagrario, poner en actividad infinita un Amor, una paciencia, una condescendencia tan grandes por lo menos como el poder que se necesita para amarrar a todo un Dios al carro de tantas humillaciones. 

               ¡Santa, deliciosa, arrebatadora palabra que dice a mi Fe más que todas las maravillas de la tierra y todos los milagros del Evangelio, que da a mi esperanza la posesión anticipada de todas las promesas y que pone estremecimientos de placer divino en el amor de mi alma!.

               Sabedlo, demonios que queréis perderme, que tratáis de sonsacarme, enfermedades que ponéis tristeza en mi vida, contrariedades, desengaños, que arrancáis lágrimas a mis ojos y gotas de sangre a mi corazón, pecados que me atormentáis con vuestros remordimientos, cosas malas que me asediáis, sabedlo, que el Fuerte, el Grande, el Magnífico, el Suave, el Vencedor, el Buenísimo Corazón de Jesús está aquí, ¡aquí en el Sagrario mío!

              Padre Eterno, ¡bendita se la hora en que los labios de Vuestro Hijo Unigénito se abrieron en la tierra para dejar salir estas palabras: "Sabed que Yo estoy todos los días con vosotros hasta la consumación de los siglos!"

             Padre, Hijo y Espíritu Santo, benditos seáis por cada uno de los segundos que está con nosotros el Corazón de Jesús en cada uno de los Sagrarios de la tierra.

Obispo Manuel González


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