martes, 11 de octubre de 2022

LA VIRGEN MARÍA, MADRE DE DIOS Y MADRE NUESTRA




Alégrate, oh Virgen María,
porque Tú sola has destruido
en todo el mundo todas las herejías




               Entre los cuatro Dogmas Marianos ninguno tan inculcado y venerado por la Liturgia Sagrada como el de la Maternidad Divina de la Bienaventurada Virgen María, por ser el principal y la raíz de todas las prerrogativas que distinguen a Nuestra Señora y la encumbran a la vez sobre las demás criaturas.

               Fue en el Concilio de Éfeso (año 431) cuando los Padres, reunidos bajo la presidencia de San Cirilo de Alejandría, legado al efecto del Papa San Celestino, excomulgaron al patriarca Nestorio y definieron la Divina Maternidad de la Virgen María, proclamándola Theotokos, Deípara o Madre de Dios, por ser la Madre de Cristo, el cual es Dios a la par que hombre.

               De donde resulta para la Virgen Madre "una dignidad casi infinita", como enseña Santo Tomás de Aquino, pudiéndola llamar de algún modo los Santos Padres como el complemento de la Trinidad, Su instrumento y cooperadora en la magna obra de la Encarnación y de la Redención.

               Pero al ser María Madre del Hijo de Dios por naturaleza, es también Madre de los hijos de Dios por adopción y por gracia. Este aspecto tenía menor relieve en la Liturgia; de ahí que ahora insista en él la Iglesia, por ser uno de los mayores consuelos que caben al hombre huérfano y pecador.

               María Nuestra Señora es Madre de todos los Cristianos en el orden sobrenatural, por serlo Cristo, el cual se declaró a boca llena nuestro hermano mayor, dispuesto a compartir Su herencia con nosotros y su divina filiación. Es además Madre de los Cristianos por Su cooperación en nuestro rescate, y mejor que Eva merece ser llamada "Madre de todos los vivientes".

                La Virgen es además Madre por Su amor y maternal solicitud, ya que fue Nuestro Señor Jesucristo quien nos hizo donación de Ella a través de San Juan en la agonía del Calvario.

               En 1931, coincidiendo con el decimoquinto centenario de la definición dogmática de María como Madre de Dios por el Concilio de Éfeso, el Romano Pontífice Pío XI decretó que se celebrase la Maternidad de Nuestra Señora el 11 de Octubre.


MADRE DE DIOS 


               "Y, ciertamente, si el Hijo de la Santísima Virgen María es Dios, seguramente a Ella, quien lo llevaba, se le debe justa y merecidamente llamar la Madre de Dios. Si hay una sola Persona en Cristo, y esta es divina, sin duda alguna a María deberían todos llamarle no solo la Madre de Cristo el hombre, sino Theotokos, o portadora de Dios. Veneremos, por tanto, a la tierna Madre de Dios, a quien su prima Isabel saludó como ‘la Madre de mi Señor’ (Evangelio de San Lucas, cap. 1, vers. 43), y a quien, según Ignacio Mártir, dio a luz a Dios; y de quien, como profesa Tertuliano, nació Dios; a quien la Eterna Divinidad ha llenado con la plenitud de la gracia y dotada de tan gran dignidad."


Papa Pío XI, en su Encíclica "Lux Veritatis" del 25 de Diciembre de 1931


               "María es Madre de Dios: sobrepuja, por consiguiente, en excelencia a todos los Ángeles, Querubines y Serafines. Es Madre de Dios: es, por tanto, la más pura y las más santa de todas las criaturas, y, excepción hecha de Dios, no es posible figurarse mayor santidad que la de la Santísima Virgen. Es Madre de Dios: por eso, se la concedió a ella su privilegio antes que a cualquier Santo se concediese cualquier privilegio del orden de la gracia santificante."


Cornelio a Lapide


               María, para siempre bendita en el día de la Encamación, se convirtió en la Madre de Dios y obtuvo sobre su persona un verdadero dominio, una autoridad legítima, una jurisdicción natural, un derecho sagrado e incontestable: el derecho maternal... 


Mons. de la Tour d'Auvergne, Arzobispo de Bourges, de Septiembre de 1869


MADRE NUESTRA


                "¿No es María la Madre de Cristo? Ella es por tanto, también nuestra Madre. Por tanto, todos los que estamos unidos a Cristo, somos, como dice el Apóstol San Pablo, miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos (Carta a los Efesios, cap. 5, vers. 30). Debemos decirnos originarios del seno de la Virgen, de donde salimos un día a semejanza de un cuerpo unido a su cabeza. Por esto somos llamados, en un sentido espiritual y místico, hijos de María, y Ella por Su parte, Nuestra Madre común. Madre espiritual sí, pero Madre realmente de los miembros de Jesucristo, que somos nosotros..."


San Pío X en la Encíclica "Ad diem illum", 2 de Febrero de 1904






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