Nuestro Cargo Apostólico nos impone la obligación de velar por la pureza de la Fe y la integridad de la Disciplina Católica y de preservar a los Fieles de los peligros del error y del mal, mayormente cuando el error y el mal se presentan con un lenguaje atrayente que, cubriendo la vaguedad de las ideas y el equivoco de las expresiones con el ardor del sentimiento y la sonoridad de las palabras, puede inflamar los corazones en el amor de causas seductoras pero funestas.
...en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificara la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la Civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe: es la Civilización Cristiana, es la Ciudad Católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo (Restaurarlo todo en Cristo)
...Hay un gran movimiento de apostasía, organizado en todos los países, para el establecimiento de una iglesia universal que no tendrá dogmas, ni jerarquía, ni regla para el espíritu, ni freno para las pasiones...
"Notre Charge Apostolique", 23 de Agosto de 1910
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