viernes, 13 de noviembre de 2020

"Me crucificas con tu inmodestia..." (Revelaciones a la Beata Ángela de Foligno)


               Antes de convertirse al Amor de Cristo y a su Fe, la Beata Angela de Foligno fue una mujer mundana, esclava de la moda y lo suficientemente rica para satisfacer todos sus caprichos en perfumes, joyas, peinados, sombreros, pinturas y todo tipo de frivolidades utilizadas por las mujeres de su época. 

               Después de pasar por el tamiz del dolor -casada rica, murieron simultáneamente su marido y todos sus hijos- la vanidad y el deseo de complacer a los hombres cedieron lugar a la humildad y a la mortificación y al amor de Jesús Crucificado. 

               Dios permitió que el demonio la tentara duramente en la carne y salió victoriosa de la batalla. De las Revelaciones de Jesús con ella salió su libro Experiencias, espirituales, revelaciones y consolaciones de la Bienaventurada Angela de Foligno. De esa obra te traigo hoy algunas advertencias del Divino Redentor acerca de la necesaria modestia en el vestir:




               "Cuando la muerte te arranque de este mundo, lleno de vanidades y lujos sin razón, y llegues a Mi Presencia para ser juzgada... viendo los pecados que los hombres cometieron al mirar tu cuerpo escasamente cubierto, te avergonzarás...

               ¿Qué excusa podrás presentarme?, Ay de ti mujer por tus escándalos!, Ay de ti que perdiste el pudor y la vergüenza!, ¿Qué haces así?, ¿Por qué Me crucificas de nuevo con los clavos de tu inmodestia?

               Cuando, de forma irrespetuosa, Me recibes en la Comunión, cuánta amargura siento al entrar en tu cuerpo, que es motivo de tantos pecados en los hombres y de mal ejemplo para las pocas mujeres que tú, con desprecio y desprecio, llamas ′anticuadas,!... Te aseguro que muchas de estas ′anticuadas′ están Conmigo, mientras que muchas ′modernas′ sin pudor, como tú, se están burlando en el infierno...

               ¡Oh mujer, mírame a Mí, flagelado y coronado de espinas! Contempla Mis Llagas y Mis heridas! Después... escucha y refleja: Durante Mi vida terrenal, viví como manso cordero; fui al Calvario, sin abrir la boca; traté con dulzura a samaritana y ella se convirtió; conmoví el corazón de María Magdalena, la pecadora, y la hice favorita y una Santa; al cruzar las calles de Palestina, pronunciaba palabras de luz, de paz y de amor; Mis enseñanzas eran dulces como miel. Pero un día, al lanzar una mirada divina por todos los siglos, viendo cómo el mal inundó, impetuoso y ultrajaba Mis templos, pronuncié palabras de fuego: Ay del mundo por sus escándalos!... Ay de quien escandaliza! Sería mejor que le ataran una piedra de molino en el cuello y lo arrojaran en el mar...!

               Estrecha es la puerta que conduce al Cielo y amplia la que lleva al Infierno; la mayoría elige la última. Estar en contra de las modas indecentes y no usarlas es muy difícil; se necesita mucho amor para Conmigo, para no dejarse arrastrar por ellas.

               Reconociendo humildemente su culpa, Santa Angela, comenzó a hacer una confesión detallada y perfecta de todas sus culpas, en los mínimos detalles. Así que para cada detalle, por menos que fuera, Jesús le expuso la inmensidad de su sufrimiento, diciéndole: "Hija mía, aunque estuvieras contaminada por mil enfermedades, aunque estuvieras muerta por mil muertes, podría curarte con la medicina de Mi Sangre, siendo solo necesario que tú quisieras lavar en Ella tu alma...

               Estos pecados de tu cuerpo, que acabaste de confesarme, uno a uno, mostrando un verdadero dolor, por haber ofendido a Dios con ellos y los cuales incurres con el lavar, peinar, ungir, pintar, decorar, rizar tu cabello, con el envanecerte, con la búsqueda de la jactancia y con los que apareciste a los ojos del mundo como una enemiga de Dios y mereces, a los ojos del Padre, el lago más profundo del Infierno, el desprecio eterno y la eterna abyección, todos estos pecados, hija Mía, Yo mismo los redimí con Mi Sangre Viva y con la Penitencia mortal de Mi Pasión.

              De hecho, para descontar la vanidad de los peinados, de los perfumes con los que has convertido bien lucidas tus cabelleras rizadas, Mis cabellos fueron arrancados, Mi frente fue traspasada, Mi cabeza fue herida, llagada, empapada en Sangre y expuesta a la burla bajo una vil corona de espinas.

               También por los pecados de tu cara, en los que tu propia incurriste, perfumándolo, maquillándolo, exponiéndolo a las miradas impuras de los hombres y sintiendo placer con sus codiciosas alabanzas, Yo mismo te di el remedio de Mi Dolor, una vez que, en descuento de estos pecados, toda Mi Faz fue manchada y desfigurada con sórdidos escarnios y Mi Rostro, deformado e hinchado por las atroces bofetadas, tuvo que pasar por el contacto de un paño sucio y humillante.

               Por los pecados de tus ojos, con los que miraste cosas vanas y nocivas, sintiendo tantas veces deleite, la vista del mal alardeado o mostrado contra Dios, sentí que Mis ojos me quemaban, por el amargo de las Lágrimas y por el acre de la Sangre que, goteando de Mi cabeza, ponía ante Mis ojos un oscuro y mudo velo.

               Por los pecados de tus oídos, con los que ofendiste a Dios, escuchando cosas vanas y malignas y complaciéndote en ellas, hice la penitencia más grande que se puede imaginar: oí las palabras más atroces y abyectas, las falsas acusaciones, las repulsiones, los insultos , las maldiciones, las burla, las blasfemias, la inicua sentencia de muerte, pronunciada por todo un pueblo y, lo que más Me llenó de angustia, el llanto sin consuelo de M
i Madre... por Mí, por todo Mi Dolor.

               Por los pecados de tu boca y de tu garganta, con los que te hartaste, con alimentos sabrosos y bebidas excelentes, tuve la boca reseca por el hambre, por el ardor, ácida por el vinagre, por la mirra y la hiel...

               Por los pecados de tu lengua, siempre dispuesta a los rechazos, a las calumnias, a las burlas, a las maldiciones, a las blasfemias, a los perjurios y a las palabras pecaminosas, tuve Mi lengua, que no podía decir sino la Verdad, que no cambia, que es inmóvil, ante los falsos jueces y falsos acusadores y por Mis propios verdugos, por los que Me crucificaron.

               Por los pecados de tu olfato, que siempre se deleitó con flores bien perfumadas y con frescos perfumes, 
Yo sentí el hedor abominable de los escarnios y los soporté en Mi propia Faz, en los ojos y en la nariz.

               Por los pecados que hiciste con tu cuello, agitándolo en la ira, en la soberbia, en la sensualidad y estirándolo orgullosamente contra Dios, Yo tuve Mi cuello entero y curvado a la tierra, por los puñetazos y los codazos.

               Por los pecados de tus hombros y de tu espalda, que tienes, con falsa docilidad, tantas veces curvados bajo agradables pesos de la vanidad, de la conveniencia, de la indiferencia, Yo arrastré fatigosamente la pesada Cruz, con todo Mi Cuerpo, que se sentía ya crucificado de antemano.

               Por los pecados de tus manos y de tus brazos, con los que cometiste tantas acciones malas, con los que tocaste tantas cosas impuras y abrazaste tanta carne, Mis manos, atravesadas por clavos duros y agudos, fueron clavadas a la Cruz, aplastadas y apretadas por las gruesas cabezas de los clavos, y tuvieron que mantener el peso desamparado de todo Mi Cuerpo.

               Por los pecados de tu corazón, tantas veces agitado por la ira, por la envidia, por la maldad, por el amor impuro, por las abyectas concupiscencias, por las sufridas ambiciones, Mi Corazón y Mi Pecho, atrapados por una agudísima lanza, derramaron abundantemente el remedio para sanar todas las pasiones del corazón humano, es decir, el Agua para extinguir el ardor de las abyectas concupiscencias y amores enfermos y la Sangre, para calmar las iras, las maldades y los rencores.




               Por los pecados de tus pies, con los que bailaste perdida y sensualmente te sacudiste, en este piso tamiz y impensadamente vagueaste, alejándote del recto camino y de la meta, Yo tuve Mis Pies, no atados por tortuosa cuerda, sino atrapados y clavados en el madero de la Cruz, con un único, rígido y cuadrado clavo; y en vez de tus zapatitos de pico y perforados, Mis Pies fueron cubiertos por la red roja que sobre ellos hacía la Sangre, que bajaba de los arroyos de Mis Heridas abiertas.

               Por los pecados de todo tu cuerpo, con los que tan voluntariamente te entregaste a lujos superfluos, al sueño, al ocio, Yo fui horriblemente flagelado, extendido y clavado en la Cruz, como una piel, sujeto en el madero y tan apretado, que sentí en todo Mi Cuerpo su áspera dureza, mientras que un verdadero baño de Sangre vertía de Mis extremidades hasta la tierra. Y así, estuve entregado a un atroz tormento, hasta que, Muerto por crueles tormentos, exhalé Mi Poderoso Espíritu.

               Por los pecados que cometiste, adornándote con vestidos, modas y adornos superfluos, vanos, extraños e incluso ridículos, Yo fui colocado en la Cruz desnudo, como nací de la Virgen, estuve expuesto al viento, al frío, al aire que me rodeaba de todas las partes, estirado y expuesto a las miradas de los hombres y las mujeres, en alto, para que me vieran mejor y más fuera burlado y más sufriera las bofetadas de la vergüenza.

               Por los pecados que cometiste, adquiriendo mal tus riquezas, estimulándolas y reteniendo mal y derrochándolas aún peor, Yo fui tan pobre, que no sólo no tuve, ni palacio, ni casa, ni simple tugurio, donde poder nacer o vivir, pero ni siquiera cuando morí, tuve una tumba donde Me pudieran poner. Y si la piedad no hubiera movido a un hombre de la tierra a compadecerse de Mi miseria y depositando Mis restos en su sepulcro, los huesos de Mi Cuerpo habrían sido abandonados a los perros y aves de rapiña. Pero Mi pobreza fue aún más allá de todo esto: di Mi Sangre y Mi Vida, hasta la última gota, hasta el último suspiro, a los desprotegidos y a los pecadores, y tanto en Vida como en la Muerte, tan pobre quise Ser y permanecer, que no conservé para Mí, ninguna parte de Mí mismo."




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