sábado, 21 de noviembre de 2020

LA PRESENTACIÓN DE LA PURÍSIMA VIRGEN MARÍA


               Según una piadosa tradición, de la que se hacen eco los Evangelios apócrifos y en particular el Protoevangelio de Santiago, la Santísima Virgen fue presentada en el Templo de Jerusalén cuando tenía apenas tres años, para vivir allí, con otras doncellas de su edad, entregada por entero al servicio del Señor.

               "Plantada en la Casa de Dios y nutrida del Espíritu Santo, se convirtió, como fecundo olivo, en domicilio de todas las virtudes. Apartó Su Espíritu de todo apego a esta vida, renunció a todos los deseos de la carne, y, de este modo, logró conservar intacta la virginidad de Su Alma y de Su Cuerpo. Así convenía que fuera la que había de recibir en Sus Entrañas al mismo Dios" (San Juan Damasceno)

               Celebrada inicialmente en Oriente desde el siglo VI, la Fiesta de la Presentación de la Virgen María fue introducida en Occidente por el Papa de Aviñón Gregorio XI en el año 1372. Posteriormente, el Papa Sixto IV la extendió en 1472 a toda la Iglesia Católica. San Pío V la suspendió en 1568, pero Sixto V volvió a restaurarla en 1585.




               La Virgen fue presentada en el Templo siendo aún niña; fue un alma ofrecida al servicio divino y del templo durante la niñez y pubertad; María Virgen es el perfectísimo modelo que se me presenta en mi estado de religioso. No estaba sola en el Templo: otras muchas jóvenes, ofrecidas, como Ella, por sus padres, vivían allí y atenían a la limpieza de la Casa de Dios. Los sacrificios de los sacerdotes y la concurrencia de los israelitas necesitaban limpieza para que todo estuviera digno ante el Señor, y la limpieza la hacían las jóvenes ofrecidas, entre las cuales estaba la Virgen, a las órdenes de los sacerdotes. 

               Pero no todas las jóvenes ofrecidas estarían gustosas ni tendrían la misma amabilidad y mansedumbre en el trato que poseía María, como tampoco llevarían todas con alegría el apartamiento de sus familias y el retiro del recinto sagrado, ni el trabajo que tenían que realizar.

               Sin embargo, la Virgen Santa María convivió con todas y obedeció a los sacerdotes, aun cuando algunas no fueran amables ni benignas con la Virgen, que siempre era dueña de sí misma. Aún siendo joven, era la abnegación y prontitud para obedecer a los sacerdotes en la limpieza del Templo y en lo que manchaban los sacrificios, atendiendo amable a sus disposiciones, fueran suaves, ásperas o exigentes.

               María era en el Templo el ejemplo perfecto para el resto de las jóvenes: siempre fiel, prudentísima, amable en toda obra o manifestación para con todas, porque en todas y en todo miraba a Dios; conscientemente estaba ofrecida a Dios y por Él abrazaba cuanto acontecía.




               La Virgen Inmaculada fue la gran Víctima de Amor voluntariamente ofrecida al Señor en alabanza a Su magnificencia, en agradecimiento a sus bondades y en expiación y súplica por las ofensas y pecados de los hombres. 

               Era Su Corazón purísimo una inmensa y viva llama de Amor que subía hacia el Cielo dando las gracias y pidiendo perdón. Era la alabanza y la expiación por el mundo. Era el Amor heroico ofrecido a Dios y admirado por los mismos Ángeles.


Padre Valentín de San José, Carmelita Descalzo,

eremita en el Desierto de San José de las Batuecas

(Salamanca, España)


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