miércoles, 2 de diciembre de 2020

EL CORAZÓN DE SAN JOSÉ, MODELO DE AMOR Y PUREZA


               Al predestinar el Eterno al Glorioso Patriarca San José para ser padre adoptivo de Jesús, hubo de darle necesariamente un corazón de padre, digno del Hijo que le confiaba. Y si este cariño natural toma mayor incremento e intensidad cuanto mejor se ajustan los hijos a las nobles aspiraciones de los padres y más se desviven por su consuelo, ¿cuánto se acrecentaría en el amoroso corazón de San José, que nunca halló en las condiciones y conducta del Divino Infante sino motivos de satisfacción y complacencia, que superaban con mucho a todo cuanto podía esperar y desear de su filial correspondencia?




               Al contemplar San José a Jesucristo, no ya irreprensible, que esto solo sería poco digno de su grandeza, sino, además de perfecto y santísimo en todo género de virtudes, adornado también con divinos rayos de todas las perfecciones, como que era la fuente de toda justicia, saber y belleza, ¿podría con tales incentivos poner lindes a las llamas de su abrasado pecho?, ¿no era esto más que suficiente para derretirle en este fuego sagrado?.

               Si para cualquier alma bien dispuesta fuera hoguera de amorosas llamas gozar con ojos corporales siquiera una hora, de la vista de Cristo, con aquella hermosura y agrado con que trataba a sus amigos, ¿qué fuego no prendería en el corazón de San José, disfrutar de esta ventura por gran parte de su vida, conversando por tanto s años tan íntimamente con Él, comunicándole tan llana y dulcemente sus afectos y secretos, sirviéndole con no menos humildad que complacencia, viéndose de Jesús tan humilde y cariñosamente servido?.

               El Santo Patriarca San José destacó además por la pureza de intención, por la cual jamás se buscó a sí mismo ni a otra cosa humana ni terrena en todos sus pensamientos, palabras y obras, sino solo a Dios y a Su mayor Gloria. El Amor de Dios era el único inspirador de sus acciones, el único móvil de su corazón, el único anhelo de su alma. En medio de sus tareas, todo embebido estaba en Dios, y cuando el sudor bañaba su frente y sus miembros fatigados pedían descanso, no pensaba sino en Dios, y solo el recuerdo de que trabajaba por Dios le comunicaba bríos y fuerzas, hallando en el Divino Amor su verdadero reposo.

               Por el Amor de Dios de que estaba inflamado el corazón de San José puede deducirse el que tendría a su prójimo. Desde que la Luz de la Fe iluminó su alma, fue instruido perfectamente sobre la necesidad del Advenimiento del Mesías para la Redención del género humano; por eso San José no cesaba de unir sus ardientes súplicas a las voces de los Patriarcas que suspiraban fervorosos por la pronta llegada del Divino Libertador... "Yo enviaré de lo alto mi victoria, como rocío del cielo y lluvia de las nubes, y la tierra la recibirá; como fruto producirá la salvación y a su lado florecerá la justicia..." (Profeta Isaías, cap. 45, vers. 8)


"Vida de San José" 
por el Padre Francisco de Paula García, SI

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