domingo, 6 de diciembre de 2020

EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA, por el Padre Martin de Cochem, Capuchino. CAPÍTULO 3, Parte 3: EN EL ALTAR CRISTO CUMPLE SU DIVINA PROMESA "YO ESTOY CON VOSOTROS SIEMPRE HASTA LA CONSUMACIÓN DEL MUNDO"


               En la Misa, Cristo cumple esta Promesa la más verdadera y consoladora registrada por San Mateo: “Yo estoy con vosotros siempre hasta la consumación del mundo.” (Evangelio de San Mateo, cap. 28, vers. 20). No hay que entender estas palabras referidas solamente a Su Divinidad, sino también a Su Sagrada Humanidad, la cual mora entre nosotros, presente en la Santa Misa y en el Sacramento Adorable del Altar, dispuesto todo el tiempo a escuchar nuestras oraciones, a darnos su ayuda cuando la necesitemos. 




               Además debemos observar que, en la Santa Misa, Cristo no está solamente presente en Persona, como en el Sagrario: está allí como nuestra Víctima, nuestro Intermediario, para expiación de nuestros pecados. Puesto que Cristo ejerce Sus funciones sacerdotales en la Santa Misa, por razón de Su Oficio pertenece a Él, como dice San Pablo:

               “Pues todo Pontífice tomado de entre los hombres, a favor de los hombres, es instituido para las cosas que miran a Dios, para ofrecer ofrendas y sacrificios por los pecadores” (San Pablo a los Hebreos, cap. 5, vers. 1); es decir que pueda ofrecerse a Su Padre Celestial por los pecados de los hombres como se ofreció al Padre en la Cruz.

               ¿Cuáles son las principales razones por las que Nuestro Salvador estará con nosotros día y noche hasta el Fin del Mundo?:

               1ª Porque Él es Cabeza de Su Iglesia y los miembros de esa Iglesia son Su Cuerpo Místico y puesto que todo el Cuerpo no puede estar en el Cielo con Su Cabeza, es apropiado que la Cabeza se quede en la tierra con el Cuerpo.

               2ª Cristo es el Desposado y la Iglesia es Su Desposada con quien está unido mucho más estrechamente que cualesquiera esposos terrenales.

               Por consiguiente, Su Amor le impele a quedarse continuamente con Su querida Esposa. San Pablo en su Epístola a los Efesios describe maravillosamente la naturaleza del Amor que Cristo guarda para Su Esposa: “Vosotros los maridos amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella para santificarla, purificándola mediante el lavado del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí gloriosa, sin mancha o arruga o cosa semejante sino santa e intachable.” (San Pablo a los Efesios, cap. 5, vers. 25-27).

               Por el Santo Bautismo somos hechos miembros de la Iglesia y adornados con belleza como los Ángeles. El Amor de Cristo para un alma que es pura excede con mucho al amor de cualquier desposado terrenal para su desposada, por muy hermosa que sea. Y por consiguiente, no puede soportar ser separado de ella, declarando que morará con ella hasta el Fin del Mundo. No obstante, Cristo mora en Su Iglesia, Su Desposada, de una manera invisible. Su unión con ella pertenece no al orden material sino espiritual y es efectuado por Fe, como nos dice en las palabras del Profeta Oseas: “Seré tu Esposo para siempre y te desposaré conmigo en justicia, en juicio, en misericordias y piedades, y yo seré tu Esposo en fidelidad y tú reconocerás a Yaveh.” (Profeta Oseas, cap. 2, vers. 21-22). Ahora bien, ya que Cristo se desposa con la Iglesia en Fe, tiene que quedarse escondido para que Su Desposada es decir, las Almas de los Fieles, puedan tener la oportunidad de ejercer la Fe y de ese modo ganar un gran premio en el Cielo.




               3ª Puesto que Jesucristo es el Esposo de la Iglesia, es apropiado que guíe y gobierne a Su Esposa, que proporcione su sustento y que se interese por su seguridad y bienestar. Hace esto, y mucho más también, en la Santa Misa y los Sacramentos, así prueba que es un Amante cariñoso y fiel, que no permite que le falte nada a Su Esposa en el Tiempo y en la Eternidad.

               Recuerda, ¡oh Cristiano!, si vives en pecado mortal, eres una presa del diablo, un esclavo de Satanás. Por otra parte, si estás en estado de gracia, tu alma es Esposa de Jesucristo, amada por Él y Él le proporciona abundantemente todos los medios de salvación que necesita.

               ¡Qué numerosas son las gracias y los beneficios que te ofrece este amante Esposo en el Santo Sacrificio de la Misa!. ¡Qué numerosos son los medios que pone a tu alcance para adquirir virtud, para asegurar tu salvación!. 

               Cada vez que asistes a la Santa Misa en estado de gracia, con intención devota y con espíritu recogido, Nuestro Señor, en Su Bondad inmensa, hace que participes en innumerables gracias y frutos...


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