sábado, 12 de diciembre de 2020

LA BELLA SEÑORA DEL TEPEYAC, MARÍA SANTÍSIMA DE GUADALUPE


               La primera Aparición de la Virgen de Guadalupe ocurrió el 9 de Diciembre de 1531, en el Cerro del Tepeyac: Nuestra Señora, hablando en  náhuatl (lengua de los aborígenes mexicanos), se dirige a Juan Diego: "Hijo mío, a quien amo tiernamente, como a un hijo pequeñito y delicado, ¿a dónde vas?" Respuesta de él: "Voy, noble Señora mía, a la ciudad, al barrio de Tlaltelolco, a oír la Santa Misa que nos celebra el Ministro de Dios y súbdito suyo"



El humilde indio Juan Diego se encuentra con la Virgen María 
en el Cerro del Tepeyac; era la mañana del 9 de Diciembre de 1531


               La Virgen le anuncia: "Sabe, hijo muy querido, que yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, y es mi deseo que me erijan un templo en este lugar, de donde, como Madre piadosa tuya y de tus semejantes, mostraré mi clemencia amorosa y la compasión que tengo de los naturales y de aquellos que me aman y procuran; oiré sus ruegos y súplicas, para darles consuelo y alivio; y, para que se realice mi voluntad, has de ir a la ciudad de México, dirigiéndote al Palacio del Obispo que allí reside, al cual dirás que yo te envío y que es voluntad mía que me edifique un templo en este lugar; referirás cuanto viste y oíste; yo te agradeceré lo que por mí hicieres a este respecto, te daré prestigio y te exaltaré"

               Contesta Juan Diego: "Ya voy, nobilísima Señora mía, a ejecutar tus órdenes, como humilde siervo tuyo".

               La segunda Aparición tiene lugar el mismo día: cae la tarde cuando Juan Diego vuelve del Palacio del Obispo Fray Juan de Zumárraga. La Santísima Virgen lo esperaba. "Mi muy querida Reina y altísima Señora, -le dice Juan Diego al verla- hice lo que me mandaste, y aunque no pudiese entrar a hablar con el Señor Obispo sino después de mucho tiempo, le comuniqué tu mensaje, conforme me ordenaste; me oyó afablemente y con atención; pero, por su modo y por las preguntas que me hizo, entendí que no me había dado crédito; por tanto, te pido que encargues de eso a una persona (...) digna de respeto, y en quien se pueda acreditar, porque bien sabes, mi Señora, (...) que no es para mí este negocio al que me envías; perdona, mi Reina, mi atrevimiento, si me aparté del respeto debido a tu grandeza; que yo no haya merecido tu indignación, ni te haya desagradado mi respuesta".

               La Santísima Virgen insiste con Juan Diego. Este vuelve al Obispo y el Prelado exige una señal de la Aparición. 

               Vuelve el buen indio al Tepeyac y Nuestra Señora manda que regrese al día siguiente, 12 de Diciembre, al mismo lugar, que Ella satisfaría el deseo del Obispo; pero Juan Diego, necesitando llamar un sacerdote para asistir a su tío, que enfermara gravemente, se desvía del camino combinado, seguro de que la Santísima Virgen no lo vería. Pero he aquí que Nuestra Señora le aparece en otro local. "¿Adónde vas, hijo mío, y por qué tomaste este camino?" Le dice solícito Juan Diego: "Mi muy amada Señora, ¡Dios te guarde! ¿Cómo amaneciste? ¿Estás con salud?... No te fastidies con lo que te voy a decir: está enfermo un siervo tuyo, mi tío, y yo voy de prisa a la iglesia de Tlaltelolco, para traer un sacerdote para confesarlo y ungirlo, y después de hecha esta diligencia volveré a este lugar, para obedecer tu orden. Perdóname, te pido Señora mía, y ten un poco de paciencia, que mañana volveré sin falta".



Juan Diego recoge en su tilma las flores que le mostró la Madre de Dios



               Entonces, la Virgen le mira con cariño y le dice: "Oye mi hijo, lo que te voy a decir: no te aflija cosa alguna, ni temas enfermedad ni otro accidente penoso. ¿No estoy aquí yo, que soy tu Madre? ¿No estás debajo de mi protección y amparo? ¿No soy yo vida y salud? ¿No estás en mi regazo y no andas por mi cuenta? ¿Tienes necesidad de otra cosa?... No tengas cuidado alguno con la dolencia de tu tío, que no morirá de esta vez, y ten certeza de que ya está curado"

               Luego le pidió subir a la cima del Tepeyac donde encontraría varias flores. "Sube, hijo mío el más pequeño, a la cumbre del cerrillo, allí donde me viste y te di órdenes, hallarás que hay diferentes flores; córtalas, júntalas, recógelas; enseguida baja y tráelas a mi presencia".

               Juan Diego encontró flores muy hermosas y las colocó en su tilma. La Virgen le pidió que se las presentara al Obispo. Cuando se encontró frente al Prelado, Juan Diego abrió su tilma, dejando caer las flores. En la tilma apareció la imagen de la Virgen de Guadalupe.

               Ante la revelación el Obispo y los demás presentes, testigos del Milagro de la Tilma de Guadalupe, se postraron con gran asombro.



El Obispo Fray Juan de Zumárraga y otros testigos veneran 
la milagrosa imagen que apareció en la tilma de Juan Diego


               Una vez estudiado el caso y teniendo claras pruebas de lo acontecido, el papa Urbano VIII, concedió la indulgencia plenaria a los que visitaran el santuario durante la Fiesta del 12 de Diciembre.

               El 12 de Octubre de 1895, siguiendo los deseos del Papa León XIII, la Virgen de Guadalupe fue coronada canónicamente en México por el Arzobispo de México, Monseñor Próspero María Alarcón y por Monseñor José Ignacio Arciga, Arzobispo de Michoacán; en 1910 el Papa San Pío X nombró a la Virgen de Guadalupe como "Celestial Patrona de América Latina"; años después, sería el Pontífice Pío XI quien se referiría a la Guadalupana como "Patrona de todas las Américas", y su sucesor, Pío XII, la proclamó "Emperatriz de las Américas".


ORACIÓN A SANTA MARÍA DE GUADALUPE

por el Papa San Pío X


          Santa María de Guadalupe, Mística Rosa, intercede por la Iglesia, ampara a todos los que te invocan en sus necesidades, y pues eres la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, alcánzanos de tu Divino Hijo la conservación de la fe, una dulce esperanza en las amarguras de la vida, una caridad ardiente y el don precioso de la perseverancia final.




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