viernes, 25 de diciembre de 2020

LA CORONACIÓN DE CARLOMAGNO COMO EMPERADOR DEL SACRO IMPERIO ROMANO


               Tal día como hoy, el 25 de Diciembre del año 800, el Rey de los Francos, Carlomagno, era coronado como Emperador de los Romanos por el Papa San León III en la Basílica de San Pedro en Roma.




               La Iglesia reconoció y coronó en la tierra a Carlomagno, que Dios ciertamente habrá coronado en el Cielo, debido a la promesa divina a San Pedro: todo lo que atares en la tierra será atado también en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado también en los Cielos. (Evangelio de San Mateo, cap. 16, vers.19).

               La coronación tiene ese lado lindo, que es la idea del poder de un Papa. El Imperio Romano pagano no nació de los Papas. Fue hecho por el Senado romano. El Senado romano es que creó la grandeza romana. Los emperadores romanos aparecieron durante la decadencia de la república romana, una institución pagana por lo tanto, pero que se cristianizó con Constantino.

              ¡El Papa se juzgaba en el poder de recomponer el Imperio Romano! Recompuso y fundó el Sacro Imperio Romano, es decir, el Imperio Romano Sagrado, hecho para la defensa de la Fe. Ahí se realizaba aquel diálogo misterioso de Nuestro Señor Jesucristo con San Pedro, en el momento en que Nuestro Señor fue preso. Los teólogos siempre interpretaron que cuando Nuestro Señor, en el momento de ser preso, preguntó a San Pedro si él tenía espadas, San Pedro respondió: “Tengo dos”. Nuestro Señor respondió: “¡Esto basta!”.

               Los buenos teólogos dicen que San Pedro, afirmando que él tenía las dos espadas en la mano, expresó simbólicamente la espada de la Iglesia, que es espiritual, y la espada del Estado, que es el poder de la fuerza militar, para reducir las herejías y liquidar con el mal. Esas dos espadas bastan a San Pedro para cumplir su misión.

              En la noche de Navidad del año 800, el Papa San León III acababa de forjar, en la persona de Carlomagno, una espada de oro, que era el Sacro Imperio Romano Alemán, con la misión de defender la Fe en toda la Cristiandad. ¡Maravillas, bellezas! Ellas nos recuerdan días tan diferentes, que son los días en que vivimos, en que todo es exactamente lo opuesto.  ¡Pero hay ciertos ideales que nunca mueren, porque son directamente deducidos de la Fe, y son inmortales como la Fe!. Y cuando uno oye contar esos hechos, comprende que la Historia del mundo no puede terminar así. Y que no puede terminar simplemente en una derrota.

               Tiene que haber una monumental revancha. Y la Revolución laicista e igualitaria tiene que ser pisada de manera a ser constituido el Reino de María, para el cual el mundo fue construido. El mundo fue creado por Dios para que, en determinado momento, el reino de Él sobre el mundo fuese pleno. Es preciso que esto se realice. Y nosotros entonces tenemos, del recuerdo de esas cosas, una esperanza en el futuro.

               Nada de más anacrónico que el Imperio de Carlomagno, pero es un anacronismo creador. El recuerdo de ese Imperio crea una esperanza y la certeza de un futuro. Nosotros caminamos para la restauración de aquel orden del que Carlomagno fue un símbolo. Nosotros podemos pedir a Carlomagno que rece por nosotros.

               Ni todos los episodios de la vida de Carlomagno son enteramente claros. La Iglesia no se pronunció bien exactamente sobre si él es santo o no. Pero en ciertas regiones de Europa se festeja una fiesta del Bienaventurado Carlomagno, que los antepasados de los progresistas, tomados de celo – porque en esas horas los progresistas tienen celo – quisieron abolir la fiesta de Carlomagno. Mas el Papa Pío IX lanzó un Breve en el cual declaraba que, en los lugares donde Carlomagno recibía culto como bienaventurado, el culto podía continuar.

               Nosotros podemos, en el interior de nuestras almas, pedir a Carlomagno que nos dé esa fuerza invencible para que fundemos el Reino de María, como él fundó la Edad Media, de la cual él fue la piedra angular.


Plinio Corrêa de Oliveira, 

conferencia pronunciada el 30 de Diciembre de 1972



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