"Así como se da una vida simplemente contemplativa que tiene por objeto la sola esencia de Dios, sin forma ni figura alguna determinada, o algo absoluto, divino, como por ejemplo, la Santísima Trinidad o las nociones, atributos y perfecciones divinas y otra también contemplativa, cuyo objeto es Cristo, Dios y Hombre.
Dios en la Humanidad en que se encarnó y Humanidad unida personalmente a la Divinidad, así también, además de la simple vida contemplativa de Cristo, Dios y Hombre, hay otra vida contemplativa de Dios en María y de María en Dios, entregada indisolublemente a los dos, a la vez, y amorosamente fluyendo hacia ambos como unidos de una manera singularísima, no personal, como es la unión de la Humanidad de Cristo con la Divinidad, pero sí tan íntima, que, aunque sea por gracia, parece casi sustancial, y tan sublime, que, desde luego, ninguna criatura, por excelente que ella sea, goza de tal unión con Dios.
Es una unión singular, basada en Su condición de Madre, la cual, en cierto modo, es una misma cosa con Su Hijo Dios, de quien es verdaderamente Madre y a quien, en razón de tal, no se la puede mirar, amar ni honrar desligada de la Divinidad.
De este modo contemplan a María algunas almas fervorosas, es decir: como una sola cosa en Dios y con Dios, sin necesidad de medio alguno que los una, y de aquí resulta que, como Dios está en todas partes, ven y encuentran a su tierna Madre y la besan y abrazan en Dios, en un envidiable deliquio y transformación de amor, como si su ser se derritiera y fundiera o transformara, a la vez, en María y en Dios.
Entonces parece que tales almas son metidas y como absorbidas en Su Purísimo, Santísimo y ardentísimo Corazón o en Su Seno maternal, desfalleciendo en Él como desmayadas y enajenadas totalmente por la fuerza de su exquisito y candorosísimo amor a la Señora y, juntamente, a Dios, en un desbordamiento de amor hacia ambos.
Descansando plácidamente en el Corazón de la Señora, el alma queda extasiada y languideciendo de amor hacia uno y en uno, resultando así una doble y al mismo tiempo, única Vida Divina.
Entonces es cuando se les concede a estas almas el vivir espiritualmente en María, descansar en Ella, gozarla, fundirse, por así decir, con María por un especial amor unitivo.
Cuando el espíritu se encuentra absorto y como embriagado en la Esencia -sin forma ni figura- de Dios, con la mayor sencillez, desnudez y tranquilidad, e íntima y sabrosamente ocupado en la contemplación y gozo de esta simplicísima Esencia, entonces suele experimentar el alma en su interior una suave atracción a contemplar y abrazar a esta tierna Madre y recostarse amorosamente en Su Pecho y allí plácidamente gozar y descansar.
En una palabra: se entrega totalmente a Ella con exquisito amor, como unida especialísimamente a Dios de tal forma que, amando y gozando de Dios, ama y goza de esta amable Madre, como su fuese una sola cosa con Dios, y así, por parte del alma, Dios y María parece que constiyuyen un solo objeto de amor y gozo, puesto que, en esos momentos, los considera bajo y solo único punto de vista.
El alma contempla a Jesús y María como Madre e Hijo que están íntimamente unidos, y así constituyen como un solo objeto, o si se quiere, dos, pero correlativos, de tal suerte que sea imposible conocer o amar al uno sin el otro..."
(Venerable Padre Miguel de San Agustín, Carmelita, "Vida de unión con María")
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