De los Dictados de Jesús
a Sor Benigna Consolata
"La obligación de Mis caras Esposas (almas consagradas a Dios) y su más dulce empleo durante la Cuaresma, será hacerme especialmente compañía en Mi Pasión, meditando con más frecuencia sobre Mis Sufrimientos, precio de la Redención del hombre, y, sobre todo, siendo en este tiempo como otras tantas Verónicas destinadas por el amor a enjugarme el Rostro.
En cada casa religiosa, cada una de Mis Esposas, será como un lugar en el cual el alma, en la soledad de su corazón, se penetrará lo más que le sea posible en el espíritu y en el corazón, de Mis Divinas Facciones.
Esto será un estudio que se hará en cuanto sea posible en el silencio y en el recogimiento.
El alma religiosa, será el lienzo en el cual Yo imprimiré, a medida de su aplicación, Mis Divinos Rasgos; ha de ser principalmente el corazón el que trabaje; pero agregarán también prácticas exteriores, como la caridad, dulzura y humildad, las cuales son aquellas que más unen los corazones.
Es Mi deseo que los corazones se dejen penetrar del pensamiento tan saludable de Mi Pasión, como una tela empapada de aceite, que se vierte sobre ella sin hacer ruido; pero que, sin embargo, ésta se queda llena de él. Pero esto, sin obligación, sino como un convite del Amor. Me agradaría que aunque no fuera más que una vez al día, la Meditación fuera sobre Mi Pasión. El pensamiento de Mi Pasión ha de ser para Mis Esposas como un ramo de flores que ellas siempre lleven en el corazón.
Los Viernes de Cuaresma, procura hacer el Vía Crucis, o rezar la Corona de las Santas Llagas. Y si esto se pudiera hacer en común, al menos una vez, tendría en ello mucho placer.
Para enjugar Mi Rostro, como otras tantas Verónicas, Mis Esposas harán todas sus acciones lo mejor que puedan, no solamente con la disposición interior, pero también con la práctica exterior. La pureza de corazón será la blancura del lienzo; y la fidelidad y el amor en la ejecución, será la suavidad.
Ellas Me quitarán las espinas, cuidando de evitar al prójimo, con una exquisita caridad, todas las espinitas de las dificultades y de las incomodidades, tomándolas para sí, lo más que puedan. Quien quiera amarme más tiernamente, se hará un deber de curar las heridas que el prójimo haya recibido en cualquier encuentro, con alguna buena palabra llena del bálsamo de la caridad.
Después, en cuanto a la práctica de la humildad y de la dulzura, será ésta: imitar a la Verónica en su valor, pasando entre los soldados, para llegar hasta Mí; el alma más generosa en humillarse, máxime en público, será aquella sobre la cual Yo imprimiré antes y mejor Mi Divina Faz..."
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.