martes, 14 de abril de 2020

JESÚS EN EL SAGRARIO, PRISIONERO DIVINO. Oración de Ofrecimiento a Jesús Sacramentado




                En medio mundo nos encontramos confinados en casa a consecuencia de la pandemia del Covid-19; el aislamiento social hace que echemos de menos a los familiares y amigos que no podemos visitar. Por eso usamos el teléfono o internet para comunicarnos con todos y con casi todo, pero tristemente, la mayoría olvida al mejor amigo, al Médico de nuestra alma, al que es Salud de Todos: Jesús Sacramentado, oculto en los Sagrarios de nuestras Iglesias y Capillas. 

               Hoy, Jesús revive aún con más dolor si cabe, Su Getsemaní del Sagrario; como la primera vez, en el Huerto de los Olivos, pocos son conscientes de Su soledad... apenas tres Apóstoles le acompañaron entonces... y se quedaron dormidos. Ahora, aplaudimos desde los balcones, hacemos ejercicio en casa, vemos series de moda, pero apenas dedicamos tiempo al que es Camino, Verdad y Vida... le dejamos solo, una vez más, y si acaso nos acordamos de Él es para exigirle favores o cuestionarle por nuestros problemas personales.

               Nos dormimos pues, como aquellos Apóstoles, desconocedores de que en la oscuridad de muchos templos, la lamparilla que nos anuncia la Presencia Sacramental del Señor, está languideciendo, en otros, simplemente ha dejado de brillar. Jesús es de nuevo apartado, olvidado, postergado, pero en esta ocasión, no por la chusma que gritaba a favor de Barrabás, sino por aquellos que más debieran amarlo: los nuevos verdugos de Cristo son los malos sacerdotes, que profanan sin pudor, lo poco de Católico que queda en este mundo.

               La mayoría del "clero oficial", ha cerrado a cal y canto las parroquias, las iglesias... se han acomodado a las órdenes dictadas por el gobierno de turno, y como fieles servidores del Nuevo Orden, han demostrado -una vez más- que han claudicado de la Fe Católica.

               Parece que no conocen al Jesús que sanaba a sordos, al que alumbraba los ojos ciegos y que limpiaba la escoria de los leprosos... tal vez desde su particular "teología", estos milagros no fueron más que añadidos piadosos, para adornar la figura del Redentor; el "clero" corrupto, heredero de las más viejas herejías que tratan de presentar como "novedades", quiere vendernos una imagen distorsionada de Nuestro Señor, como si se tratase de un hombre común, de espíritu revolucionario y tan solo ocupado en los pobres. Se preocupan mucho estos apóstatas del cuerpo y la materia, pero ignoran que no existe mayor hambre en este mundo que no tener a Dios, un Dios Bueno y Misericordioso que se no da en alimento en Su Santísimo Sacramento.

               Por tu parte, si no puedes o no tienes ocasión en estos días de hacer la Visita a Jesús Sacramentado en el Sagrario, intenta desde tu propia casa, recogerte y ponerte en actitud de adoración, como si realmente estuvieses ante el Tabernáculo. De rodillas o en postración, adora la Divina Majestad de Nuestro Señor, Prisionero Divino, Mendigo de nuestro amor, rodeado -como Rey que es- de la Corte Celestial que le alaba junto con Su Madre, la Virgen María, presente espiritualmente en cada Sagrario, junto a Su Hijo, como en un nuevo Calvario... donde tú puedes participar, en adoración y silencio, como San Juan, con espíritu de jamás volver a pecar, como la Magdalena, o compartiendo los Dolores de Jesús, que son los mismos que los de Su Santa Madre...

               En esa intimidad de enamorados, ábrele a Jesús Sacramentado tu corazón, para vaciarlo después... y deja que Él se encargue de llenártelo de buenos propósitos y de mucho Amor a Él. 

               Y si no es mucho pedir, cuando estés así, frente a Jesús en el Sagrario, ten para conmigo la caridad de un simple pensamiento y recordarle cuanto Le amo.



Padre Alfonso del Santísimo Sacramento



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 Oración a Jesús Prisionero en el Sagrario


               ¡Oh Dios escondido en la Prisión del Sagrario!, todas las noches vengo feliz a Tu lado para darte gracias por todos los beneficios que me has concedido y para pedirte perdón por las faltas que he cometido en esta jornada, que acaba de pasar como un sueño...

              ¡Qué feliz sería, Jesús, si hubiese sido enteramente fiel! Pero, ¡ay!, muchas veces por la noche estoy triste porque veo que hubiera podido responder mejor a Tus Gracias... Si hubiese estado más unida a Ti, si hubiera sido más caritativa con mis hermanas, más humilde y más mortificada, me costaría menos hablar Contigo en la oración.

              Sin embargo, Dios mío, lejos de desalentarme a la vista de mis miserias, vengo a Ti confiada, acordándome de que «no tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos». Te pido, pues, que me cures, que me perdones, y yo, Señor, recordaré que «el alma a la que más has perdonado debe amarte también más que las otras...» 

               Te ofrezco todos los latidos de mi corazón como otros tantos Actos de Amor y de Reparación, y los uno a Tus Méritos Infinitos. 

              Y Te pido, Divino Esposo mío, que seas Tú mismo el Reparador de mi alma y que actúes en mí sin hacer caso de mis resistencias; en una palabra, ya no quiero tener más voluntad que la Tuya. 

              Y mañana, con la ayuda de Tu Gracia, volveré a comenzar una vida nueva, cada uno de cuyos instantes será un Acto de Amor y de renuncia.

              Después de haber venido así, cada noche, al pie de Tu Altar, llegaré por fin a la última noche de mi vida, y entonces comenzará para mí el Día sin ocaso de la Eternidad, en el que descansaré sobre Tu divino Corazón de las luchas del destierro... Amén. 


Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz,
Fiesta del Carmen, 16 de Julio de 1895



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