viernes, 10 de abril de 2020

"PORQUE LE HAN CRUCIFICADO Y DEJADO MUDO E INERTE"


             En la Pascua de 1957, el Venerable Pontífice Pío XII, advertía acerca de las tinieblas que envolvían a la sociedad; desde aquél entonces hasta nuestros días, sin descanso y cada vez a un ritmo más acelerado, el  mundo, generación tras generación, ha apostado de la Fe de sus padres y abuelos. Esa velocidad en la destrucción del mundo regido por los valores Cristianos, ha llegado a ser vertiginosa en la última década, coincidiendo con la llegada de Jorge Mario Bergoglio a la Silla de San Pedro, que, según la conocida Profecía de San Malaquías, será el último hombre en ocupar la Cátedra del Príncipe de los Apóstoles.

              Vivimos Tiempos de Iniquidad, de Apostasía, asumida y "profesada" por aquellos que prefieren la moda a la Fe, la corrección política a la Ley de Dios; Católicos tibios que miran para otro lado, que consienten y tragan con las novedades de "la Iglesia del Concilio", a la que muchos mendigan se les permita ser "tradicionalistas", con "misas indultadas" y siempre sujetos al "espíritu del Concilio Vaticano II"... el veneno en dosis reguladas, pero veneno al fin, que terminará acabando con la poca fe de esos amantes del boato.

                Son ellos los nuevos verdugos de Cristo y de Su Divina Doctrina, de Su Enseñanza inmutable, inalterable por siglos... con su condescendencia a las "novedades conciliares" y a las ocurrencias de turno del clero modernista, cierran los labios del Maestro que les recuerda "a quien me negare delante de los hombres... Yo le negaré delante de Mi Padre..."  No quieras hoy escuchar más que las Palabras del Redentor, de tu Amor y el mío, Palabras de Agonía y que son -si meditas bien en ellas- la guía para vivir y luchar por la Fe Católica.




               "...quisiéramos... que otra noche, la noche que ha caído sobre el mundo y que oprime a los hombres, viese pronto su alba y fuese besada por los rayos de un nuevo sol.

               Varias veces hemos hecho notar que los hombres de todas las naciones y de todos los continentes se ven forzados a vivir, desorientados y temerosos, en un mundo trastornado y perturbador. Todo se ha hecho relativo y provisional, porque es siempre menos eficiente y por lo mismo menos eficaz. El error, en sus formas casi innumerables, ha esclavizado las inteligencias de seres, por lo demás muy selectos y la inmoralidad de toda clase, ha llegado a tales grados de precocidad, de impudencia y de universalidad, que preocupan seriamente a los que piensan en la suerte del mundo. 




               La humanidad parece un cuerpo infecto y llagado, en el que la sangre circula con dificultad, porque los individuos, las clases, y los pueblos se obstinan en seguir divididos, y por lo tanto, no se comunican mutuamente. Y cuando no se desconocen se odian, y conspiran y luchan y se destruyen.

               Pero también esta noche del mundo tiene señales claras de un alba que vendrá, de un día nuevo al que besará un sol nuevo y más esplendoroso.

               Sin embargo, todo esto es todavía noche. Noche llena, si se quiere, de ansias y esperanzas, pero noche. Noche que aún podría de repente hacerse tempestuosa si aparecieran acá y allá los fulgores de los relámpagos y se oyera el estruendo de los truenos. ¿Acaso no es verdad que la ciencia, la técnica y la organización se han convertido muchas veces en fuente de terror para los hombres?

            Por eso no están ya seguros como en otro tiempo. Ven con suficiente claridad que ningún progreso por sí solo puede lograr que el mundo renazca. Muchos entrevén ya, y lo confiesan, que se ha llegado a esta noche del mundo porque Jesús ha sido apresado, porque se le ha querido desterrar de la vida familiar, cultural y social; porque se ha sublevado el pueblo contra Él, porque le han crucificado y dejado mudo e inerte.




              Pero hay una multitud de almas valientes y activas, conscientes de que la muerte y sepultura de Jesús solo fue posible porque entre los amigos de Él hubo quien le negase y le traicionase; ¡hubo tantos que huyeron asustados ante las amenazas de los enemigos! Estas almas saben que una acción oportuna, concorde y orgánica cambiará la faz de la tierra, renovándola y mejorándola. 


Papa Pío XII, Sermón de Pascua de 1957



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