viernes, 3 de abril de 2020

NUESTRA SEÑORA DE LOS SIETE DOLORES





                 Laméntase Jesús, por boca de Salmista, que estando para morir en la Cruz buscaba quien le consolase y no lo halló. Esperé, dice, que alguno se condoliese de mí, más nadie lo hizo (1). En las agonías de la Cruz, Jesús era maldecido y blasfemado por judíos y romanos. Junto a la Cruz de Cristo estaba también María, que, de haber podido, le hubiera proporcionado algún alivio; pero el dolor de esta afligida y amorosa Madre contribuía a aumentar las penas del Hijo, que tanto la amaba. De modo que, como dice San Bernardo, "las penas de María, al desbordar de Su Corazón, iban a inundar de amargura el Corazón de Jesús" (2) de tal manera, que el Redentor, al contemplar a María tan angustiada, sería atravesada Su Alma más por los dolores que padecía Su Madre que por los Suyos propios. Por esto dice San Bernardo "Oh Buen Jesús, grandes dolores padecéis en el cuerpo; pero los padecéis mayores en el Corazón, espejo de angustias de Vuestra Madre (3)

                 ¡Qué amarguras debieron inundar los amantes Corazones de Jesús y de María cuando Jesús, antes de expirar, tuvo que despedirse de Su Madre! He aquí las últimas palabras de despedida que Jesús dirigió a María: "Mujer, ahí tienes a Tu hijo"; y le señaló a Juan para que le recibiese en Su lugar por hijo.

                ¡Oh Reina de los Dolores! las recomendaciones de un hijo moribundo a quien ama entrañablemente se tienen en tan grande estima, que jamás se caen de la memoria de una madre. Acordaos pues, que Vuestro Hijo, que tanto os amaba, os dejó por hijo, en la persona de Juan, a este pobre pecador que yace postrado a vuestros pies. Por el amor que tenéis a Jesús, compadeceos de mí. Yo no os pido bienes de la tierra; pues al ver a Vuestro Hijo que muere por mí agobiado de dolores, al veros a Vos, Santísima Madre mía, que por mí sobrelleváis tantos trabajos; al considerar que por mis pecados merecía estar sepultado en el infierno, y que, esto no obstante, nada he padecido por Vuestro amor, quiero sufrir por Vos algún trabajo antes de morir. 

                Esta gracia os pido diciéndoos con San Buenaventura "¡Oh Señora!, si os he ofendido, herid mi corazón en justo castigo de mi culpa; y si os he amado, os pido en justa recompensa que hiráis mi corazón".

               Alcanzadme, oh María, grande devoción y continuo recuerdo de la Pasión de Vuestro Hijo. Y por las angustias que padecisteis al verlo expirar en la Cruz, alcanzadme una buena muerte. Asistidme, Reina mía, en aquel angustioso trance y concededme la gracia de morir amando y pronunciando los Santísimos Nombres de Jesús y de María.



San Alfonso María de Ligorio
El Amor del Alma


NOTAS ACLARATORIAS

   1- Salmo 68, vers. 21
   2- Il Martirio del Cuore di Maria. Siniscalchi
   3- Vida de Jesucristo, por Ludolfo de Sajonia




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PROMESAS DE NUESTRA SEÑORA
 a los que con devoción recen y mediten
frecuentemente Sus Siete Dolores


       1. “Concederé la paz a sus familias”. 

      2. “Serán iluminados sobre los Misterios Divinos”. 

      3. “Los consolaré en sus dolores y los acompañaré en su trabajo”. 

     4. Les daré lo que piden, si no contraría la Voluntad adorable de Mi Hijo Divino y la santificación de sus almas”. 

     5. “Los defenderé en sus batallas espirituales contra el enemigo infernal, y los protegeré en todos los instantes de sus vidas”.

     6. “Los ayudaré visiblemente a la hora de su muerte, ellos verán la faz de su Madre”.

     7. “Obtuve de Mi Divino Hijo esta gracia: que quien propaga esta Devoción a Mis Lágrimas y Dolores será llevado directamente de esta vida terrena a la Felicidad Eterna, porque todos sus pecados serán perdonados y Mi Hijo será su consuelo y alegría eternales”. 




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