sábado, 9 de mayo de 2020

"Las Glorias de María"; Acudamos a esta Reina si nos queremos salvar


               Narra Suetonio que el Emperador Tito no acertaba a negar ninguna gracia a quien se la pedía; y aunque a veces prometía más de lo que podía otorgar, respondía a quien se lo daba a entender que el príncipe no podía despedir descontento a ninguno de los que admitía a su presencia. Así decía Tito; pero o mentía o faltaba a la promesa. Mas nuestra Reina no puede mentir y puede obtener cuanto quiera para Sus devotos. Tiene un Corazón tan piadoso y benigno, que no puede sufrir el dejar descontento a quien le ruega. 

              "Es tan benigna -dice Luis Blosio- que no deja que nadie se marche triste". Pero ¿cómo puedes, oh María -le pregunta San Bernardo-, negarte a socorrer a los miserables cuando eres la Reina de la Misericordia? ¿Y quiénes son los súbditos de la Misericordia sino los miserables? "Tú eres la Reina de la Misericordia, y yo, el más miserable pecador, soy el primero de tus vasallos. Por tanto reina sobre nosotros, oh Reina de la Misericordia". 




             Tú Eres la Reina de la Misericordia y yo el pecador más miserable de todos; por tanto, si yo soy el principal de Tus súbditos, Tú debes tener más cuidado de mí que de todos los demás. Ten piedad de nosotros, Reina de la Misericordia, y procura nuestra salvación. Y no nos digas, Virgen Santa, parece decirle Jorge de Nicomedia, que no puedes ayudarnos por culpa de la multitud de nuestros pecados, porque tienes tal poder y piedad que excede a todas las culpas imaginables. Nada resiste a tu poder, pues Tu Gloria el Creador la estima como propia, pues eres Su Madre. Y el Hijo, gozando con Tu Gloria, como pagándote una deuda, da cumplimiento a todas Tus peticiones. 

             Quiere decir que si bien María tiene una deuda infinita con Su Hijo por haberla elegido como Su Madre, sin embargo, no puede negarse que también el Hijo está sumamente agradecido a esta Madre por haberle dado el ser humano; por lo cual Jesús, como por recompensar cuanto debe a María, gozando con Su Gloria, la honra especialmente escuchando siempre todas Sus plegarias. 

              Cuánta debe ser nuestra confianza en esta Reina sabiendo lo poderosa que es ante Dios, y tan rica y llena de Misericordia que no hay nadie en la tierra que no participe y disfrute de la Bondad y de los favores de María. Así lo reveló la Virgen María a Santa Brígida: "Yo Soy -le dijo la Reina del Cielo y Madre de la Misericordia- la Alegría de los justos y la Puerta para introducir los pecadores a Dios. No hay en la tierra pecador tan desventurado que se vea privado de la Misericordia mía. Porque si otra gracia por Mí no obtuviera, recibe al menos la de ser menos tentado de los demonios de lo que sería de otra manera. No hay ninguno tan alejado de Dios, a no ser que del todo estuviese maldito -se entiende con la final reprobación de los condenados-; ninguno que, si me invocare, no vuelva a Dios y alcance la Misericordia". 

              Todos me llaman la Madre de la Misericordia, y en verdad la Misericordia de Dios hacia los hombres me ha hecho tan misericordiosa para con ellos. Por eso será desdichado y para siempre en la otra Vida el que en ésta, pudiendo recurrir a Mí, que soy tan piadosa con todos y tanto deseo ayudar a los pecadores, infeliz no acude a Mí y se condena. 

              Acudamos, pues, pero acudamos siempre a las plantas de esta Dulcísima Reina si queremos salvarnos con toda seguridad. Y si nos espanta y desanima la vista de nuestros pecados, entendamos que María ha sido constituida Reina de la Misericordia para salvar con Su protección a los mayores y más perdidos pecadores que a Ella se encomiendan. Estos han de ser Su Corona en el cielo como lo declara Su Divino Esposo: "Ven del Líbano, Esposa mía; ven del Líbano, ven y serás coronada... desde las guaridas de leones, desde los montes de leopardos" (Libro del Cantar de los Cantares, cap. 4, vers. 8). 

             ¿Y cuáles son esas cuevas y montes donde moran esas fieras y monstruos sino los miserables pecadores cuyas almas se convierten en cubil de los pecados, los monstruos más deformes que puede haber? Pues bien, comenta el Abad Ruperto, precisamente de estos miserables pecadores salvados por Tu Mediación, oh Gran Reina, te verás coronada en el Paraíso, ya que su salvación será Tu Corona, Corona muy apropiada para una Reina de Misericordia y muy digna de ella.



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