martes, 26 de mayo de 2020

SAN FELIPE NERI, el Santo herido por el Amor


               Nació el 21 de Julio del año 1515 en Florencia y le pusieron el nombre de su abuelo: Filippo (Felipe). Fue bautizado en la Iglesia de San Juan de la misma ciudad, probablemente al día siguiente de su nacimiento. Su padre, Francesco Neri, era un gentilhombre florentino, Notario de profesión y muy amigo de los Religiosos, especialmente de los Padres Dominicos. Su madre fue Lucrezia Soldi, hija de Antonio Soldi, también de familia Noble de Florencia.

               Tuvieron cuatro hijos: dos mujeres (Caterina y Elisabetta) y dos varones: Antonio (que murió de jovencito) y Felipe que era el menor de todos. Su madre murió cuando él tenía cinco años y su padre se casó en segundas nupcias con una mujer llamada Alejandra. Su padre murió en 1558 a los 82 años. Murió pobre por haberse gastado mucho dinero en libros de alquimia. 

                Felipe nunca dio problemas a sus padres y con todos era alegre y pacífico. Desde pequeño fue muy piadoso y solía ir a las iglesias, en especial a la de San Marcos de Florencia, donde estaba el convento de los padres dominicos. Según fue creciendo todos apreciaban su amabilidad y su espontánea sonrisa. Por eso, todos le llamaban Pippo buono (Felipito el bueno). 





               Llegó a Roma con apenas 17 años y buscó refugió y alojamiento en casa de Galeotto Caccia, compatriota florentino y director de aduanas. Se alojaba en una pequeña habitación del entretecho, donde sólo tenía una cama y algunos libros. Estando allí creció en él el deseo de amar cada día más a Dios y llevar una vida austera y solitaria. 

              Felipe aprovechó la vecindad de la Universidad Pontificia La Sapientia de Roma para estudiar Filosofía y Teología, siguiendo sólo las materias que él consideraba más útiles. Era considerado uno de los mejores alumnos que en esos tiempos había en Roma. También estudió Teología con los Padres Agustinos e hizo tales progresos que le sirvió mucho durante toda su vida. En Teología siguió siempre la Doctrina de Santo Tomás de Aquino, teniendo continuamente en la mano la Summa del Santo Teólogo. En la Sagrada Escritura hizo grandísimos progresos. Muchas veces, en sus tiempos libres, se iba a los pórticos de San Pedro o San Juan de Letrán a enseñar a los pobres las cosas importantes de nuestra Fe. En las clases de los agustinos había una imagen del Crucificado y cada vez que lo miraba, le hacía llorar y suspirar. 

               En aquella época, el comulgar cada día para recibir a Jesús era para él lo más importante, sobre todo pensando que en ese tiempo la gente se contentaba con confesar y comulgar una vez al año. Él, en cambio, sentía la necesidad interior de recibir a Jesús y de ir a visitarlo todos los días.

                En 1538, tres años después de su llegada a Roma, le vino una crisis, vendió sus libros y dio el dinero a los pobres para dedicarse más a la oración y al servicio del prójimo, pero no entró en ninguna Orden religiosa ni siquiera en los Cartujos, que parece visitó. Decía a sus discípulos que los rostros de los Cartujos brillaban al salir de la oración. También se acostumbró a ir a las Catacumbas de San Sebastián, las únicas conocidas entonces, a orar allí entre las tumbas de los primeros Mártires de Roma y de quienes habían vivido con ellos. Tenía 23 años cuando comenzó a llevar una vida de ermitaño en Roma.

               Ya desde el principio de estar en Roma se sentía inclinado a hablar en plazas, escuelas y lugares públicos de cosas espirituales a toda clase de personas (especialmente a jóvenes calceteros, sastres, plateros, zapateros, estudiantes y aprendices de artes y oficios). Les invitaba a servir a Dios y, con su natural alegría, los atraía hacía Dios. Buscaba cada día a los pecadores. A muchos convirtió a hacer penitencia y a otros a entrar en la vida religiosa.

EL MILAGRO DEL CORAZÓN

               Estando un día, Víspera de Pentecostés, en las Catacumbas de San Sebastián, el año 1544, recibió el Milagro del corazón. Su corazón creció y se le quebraron algunas costillas. Hacía oración al Espíritu Santo del que era muy devoto. Mientras oraba al Espíritu Santo, se le apareció un globo de fuego que entró por la boca al pecho, donde sintió un gran fuego de amor. No pudiendo soportarlo, se echó en tierra como buscando refrigerar aquel fuego que sentía. Después se levantó y se sintió lleno de una alegría insólita e inmediatamente todo su cuerpo comenzó a temblar. Poniéndose la mano en el pecho, se dio cuenta de que había como un tumor, como de un puño de grande, aunque no sentía dolor. De dónde procedía este tumor, o lo que fuese, se manifestó en su muerte, ya que encontraron dos costillas rotas, levantadas y separadas sin que nunca, durante 50 años que sobrevivió, se unieran, ni regresaran a su lugar. Desde ese momento le comenzó la gran palpitación del corazón que le duró toda la vida. Eso le ocurría cuando hacía oración, celebraba Misa, daba la absolución, comulgaba o hablaba de cosas de Dios…

               Algunos médicos le daban algunas medicinas para sus palpitaciones y él decía, como burlándose: “Ruego a Dios que les dé inteligencia para que puedan entender mi enfermedad”, no queriendo descubrir abiertamente que su enfermedad no era natural, sino ocasionada por el amor de Dios. Por eso, solía decir a veces: “Estoy herido por el Amor”

               El año 1548, el 16 de Agosto, junto con el Padre Persiano Rosa, su confesor, comenzó la Confraternidad de la Santísima Trinidad de los peregrinos y de los convalecientes en la Iglesia del Santísimo Salvador. Se juntaba con algunos compañeros, en total unos quince, todos sencillos y pobres, y hacían ejercicios espirituales y hablaban de cosas de Dios. Todos los domingos, y especialmente en Semana Santa, tenían Exposición del Santísimo para la oración de las Cuarenta Horas, donde Felipe hablaba lleno de espíritu y convertía a muchos. En un sermón convirtió a 30 jóvenes, a pesar de que algunos habían ido a burlarse de ver hablar a un seglar.

EL SANTO BROMISTA

              Felipe algunas veces hacía travesuras de niños para que pudieran tomarlo por loco y así ser más humilde y la gente no lo alabara por sus milagros. Un día, en la procesión de los mártires san Papías y san Mauro, le tiró de la barba a un guardia suizo. Otras veces, San Felipe Neri se quitaba las gafas y se las ponía en la nariz de mujeres y niños en la iglesia. También daba palmadas amistosas a toda clase de personas.

               En ocasiones, hacía como que se lucía con una capa forrada de pieles o decía expresiones toscas, lejos de la cortesía de la época. En fin, hacía bromas para que no lo tomaran en serio ni lo tomaran por Santo.

SACERDOCIO POR AMOR A LAS ALMAS

              Su confesor, el Padre Persiano Rosa, le persuadió para hacerse Sacerdote y poder confesar y hacer mayor fruto espiritual. Al principio se excusó, exponiendo su incapacidad y, sobre todo, porque quería servir a Dios como laico, pero al fin, por obediencia a su confesor, aceptó. Y en el año 1551, teniendo 36 años, en diversos días recibió la tonsura y las cuatro Órdenes Menores. El mismo año recibió el Sábado Santo el Diaconado. Y fue ordenado de Sacerdote el 23 de Mayo de ese año 1551 en la Iglesia de Santo Tomás por el Obispo Giovanni Lunelli, que era Vicario General del Papa Julio III. 

               Desde el principio de su sacerdocio comenzó a ejercer, con el debido permiso, el Ministerio de la confesión, fomentando en todos la frecuente confesión y comunión. Era tanto su deseo de salvar almas que se pasaba la mayor parte del tiempo confesando durante el día y parte de la noche. Antes del alba ya estaba disponible, confesando incluso en su habitación. 

               A sus amigos y penitentes les pedía que fueran a visitarlo después de comer al mediodía y en su habitación los recibía y les proponía algún caso moral a modo de conferencia, o les hablaba sobre la virtudes y los vicios o sobre la vida de los Santos. Pero los asistentes fueron creciendo en número y, quedando pequeña su habitación, tomó otra más grande a sus expensas. 

              Así, en el año 1558 obtuvo un lugar en la Iglesia de San Jerónimo de la Caridad para reunir a los del Oratorio. Y cada día, después del comer, al mediodía, se reunían para las pláticas espirituales. Y después los llevaba a algún lugar abierto para la recreación y, si era día de fiesta, los llevaba a alguna iglesia para rezar Vísperas o Completas. Así comenzó en la Iglesia de San Jerónimo de la Caridad la Congregación del Oratorio con sacerdotes diocesanos, no religiosos, sin votos, pero que viven en comunidad. Después de sus oraciones y pláticas espirituales, los enviaba algunos días a servir a los hospitales, dividiéndose en tres grupos: uno iba al hospital de San Juan de Letrán; otro al de la Virgen de la Consolación; y otro al Hospital del Espíritu Santo; llevando algunas cosas para consolar a los enfermos corporal y espiritualmente. Cada día enviaba unos 40 de sus discípulos.

APÓSTOL DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO

               En las vísperas de las fiestas principales llevaba a cuanto niño podía a la Iglesia de la Minerva (Santa María sopra Minerva) de los Dominicos o a San Buenaventura de los Capuchinos para que asistieran a Maitines y pasaran la noche preparándose para la Comunión de la mañana. En algunos días del año, especialmente en los Carnavales, los llevaba a visitar siete iglesias para alejarlos del peligro de las fiestas mundanas. A partir del año 1559 inauguró las peregrinaciones a las siete iglesias, que en principio eran a las siete Basílicas Mayores de Roma. Gracias a su influencia, se fomentó en Roma la Devoción de las Cuarenta Horas de adoración al Santísimo. Cuando los adoradores terminaban su hora de adoración, les decía: Ánimo, la hora ha terminado, pero no la de hacer el bien.

               Jesús Eucaristía era para él el centro y la esencia de su vida espiritual. No sólo era el alimento de su alma, sino también su medicina para las enfermedades del cuerpo. Amaba tanto a Jesús que en la celebración de la Misa temblaba de emoción, se extasiaba y hasta las hostias consagradas se le escapaban de las manos para ir al comulgante. Su alegría era tanta que con razón dicen algunos testigos que él veía a Jesús y la Gloria del Cielo. De ahí podemos comprender que la fuente de tanta alegría espiritual que transmitió en su vida era la Sagrada Eucaristía, Jesús vivo y amigo que le esperaba siempre en este Sacramento y a quien visitaba siempre que podía para demostrarle su amor y cariño.

               Para comulgar quería que las hostias fuesen grandes y gruesas, no porque entendiese que con la mayor cantidad de las especies sacramentales se aumentara la gracia del sacramento, sino por el gusto y consuelo que experimentaba en tener en el pecho por más tiempo aquella compañía.

               De ordinario, el entones Padre Felipe deseaba, después de celebrar la Misa, estar algunas horas retirado en oración. Sin embargo, para confesar a alguien o consolarlo o visitar un enfermo o ayudar un alma, dejaba su gusto y su retiro y solía decir que era dejar a Cristo por Cristo.

               Marcelo Benci, un testigo coetáneo de San Felipe Neri manifiesta: Cuando el Padre celebraba Misa, temblaba siempre y lloraba, yo lo he visto muchas veces. Después de comulgar en la Misa, se encerraba y estaba dos y hasta tres horas en oración. Yo he visto que el Padre llenaba el cáliz de vino y, cuando el Padre estaba a punto de comulgar, hacía apagar las luces y cerrar la ventana y la puerta de la capilla. Mientras yo apagaba las luces, vi muchas veces el cáliz lleno de sangre. Después me iba fuera con los otros y el Padre se quedaba una hora y media o dos y, una vez, hasta tres horas. Nos mandaba a todos a comer. 

SU AMOR POR LA VIRGEN MARÍA

               A la Virgen María acostumbraba a llamarla su amor, su consuelo y dispensadora de todas las gracias celestiales. Y, enternecido con estos afectos...., con aquella candidez con que los niños tratan a sus madres, le hablaba con la misma frase infantil, llamándola Mamma mia.

               Era fervorosamente devoto del Santísimo Rosario de Nuestra Señora y lo traía siempre en la mano y con él. Juzgaba que no podía haber Altar, aunque fuese dedicado a otro Santo, donde no estuviese juntamente alguna imagen o retrato de la Soberana Virgen y, por ello, ordenó que en todos los altares de las Iglesias de la Congregación se pintase algún Misterio de esta Señora para que así fuese reconocida y venerada por todos. Por el mismo motivo resolvieron después los Padres que el retrato del Santo se pintase con la imagen de la Virgen.

SU DEVOCIÓN POR LOS SANTOS Y LAS RELIQUIAS

              El Padre Germanico certifica.: Tenía una devoción especial a los Santos. Le he visto muchísimas veces leer sus vidas y mandar a sus hijos espirituales que contaran vidas y ejemplos de Santos. Sé que llevaba consigo reliquias de distintos Santos y también tenía algunas en su habitación en un lugar decente. Y consiguió, por medio del Cardenal Cusano, los cuerpos de San Papías y San Mauro, que hizo llevar con mucho honor (en 1590) a la Iglesia de la Vallicella desde la Iglesia de San Adriano





LAS ALMAS DEL PURGATORIO

               San Felipe Neri tuvo experiencias con personas que iban al Cielo o ya estaban en él y también con Almas que todavía estaban sufriendo en el Purgatorio. Fabrizio Massimo declaró: Cuando murió Marco Antonio Cortesella, su hijo espiritual, el Padre Felipe había dicho que se le había aparecido en la hora de la muerte y que le había visto ir al Cielo. Lo mismo sucedió en la muerte de Patrizio Patrizi, también hijo espiritual. El Padre Gallonio me dijo que, después de la muerte de este Patrizio, se encomendaba a sus oraciones y decía: “Santo Patrizio, ruega por mí”

SUPERIOR DE LA CONGREGACIÓN DEL ORATORIO

               El 19 de Junio de 1587 fue nombrado el Padre Felipe Neri Superior General de la Congregación y confirmado como Superior perpetuo. No quiso que se comprometieran con votos ni juramentos. Si querían hacer votos, podían irse a cualquiera de las Órdenes existentes. El Instituto estaba basado en la oración, en la palabra de Dios y en la frecuencia de los Sacramentos.

               A todos los Sacerdotes les aconsejaba celebrar la Santa Misa todos los días, lo que no era costumbre en aquellos tiempos. A algunos de sus penitentes les daba permiso para comulgar todos los días, a otros tres o cuatro veces por semana o solamente los domingos y fiestas, según su fervor. 

CARISMAS SOBRENATURALES

               Era tanto su amor a Dios que con frecuencia se extasiaba y hasta se elevaba de la tierra en contemplación de la divinidad. Cuando iba por la calle, estaba tan abstraído en Dios que, cuando alguien lo saludaba, para que respondiera al saludo debían avisarle, tirándole de la ropa.

               Cuando el padre Felipe daba la absolución en la confesión, le temblaba la mano y lo mismo cuando celebraba la Santa Misa, que parecía que saltase por su gran devoción… Una vez entre otras, celebrando Misa en la habitación del Señor Alessandro Corvini, que estaba muy enfermo y era su hijo espiritual, se elevó más de lo acostumbrado, mientras leía.

              San Felipe fue bendecido también por el don de la bilocación, la gracia de estar en dos lugares al mismo tiempo, pero destacó por el don de la Ciencia Infusa, gracia especial de Dios mediante la cual conocía las Verdades de la Fe de modo sobrenatural hasta el punto de asombrar a grandes Teólogos de su tiempo.

ENFERMEDAD Y MUERTE

               San Felipe Neri tenía por costumbre en sus enfermedades mandar limosnas para celebrar Misas en los Dominicos de la Minerva, en la Iglesia de los Jesuitas o de los Capuchinos. En su última enfermedad había vomitado mucha sangre y los médicos lo tenían ya desahuciado. Sin embargo él mejoraba y se reía de ellos, diciendo: “Yo tengo otros médicos que no sois vosotros”. Se refería a la ayuda de las Misas. Murió el día de la Fiesta del Corpus Christi, 26 de Mayo de 1595.

OLOR DE SANTIDAD

               Después de muerto, el cuerpo de San Felipe, fue lavado, vestido con los ornamentos sacerdotales y llevados por los padres a la iglesia procesionalmente. A pesar de ser de noche, antes del amanecer, en un momento se llenó de gente que lloraba. Algunos lo tocaban con rosarios, otros le besaban la mano, otros cogían rosas que habían puesto sobre su cuerpo. 

               Por último tuvieron que defender su cuerpo para evitar que le quitaran pedazos de ropa o cabellos y otras cosas para tenerlas de reliquias. A una hora conveniente se tuvo la Misa cantada en la iglesia. Estuvieron presentes Cardenales, Arzobispos y muchos otros Prelados con numerosísimo pueblo. Todos querían ver su cuerpo, pues era conocido y amado por toda la ciudad de Roma. En la noche se cerraron las puertas de la iglesia y no se sentía ningún mal olor. Para satisfacer al pueblo fue preciso tener su cuerpo tres días seguidos en la iglesia y, a pesar del calor del mes de Mayo, no se sentía mal olor, sino que muchos decían que se sentía un olor bueno y suave.

               De inmediato, el mismo año de la muerte de San Felipe Neri fue abierto el primer Proceso para recibir los testimonios de los testigos que lo conocieron, entre ellos Obispos, Cardenales y gente de diversas clases sociales. A los cinco años después de su muerte, fue impresa por Privilegio Apostólico del Papa Clemente VIII su Vida escrita en latín y lengua vulgar, compuesta por el Padre Antonio Gallonio.

               El Papa Pablo V declaró Beato a Felipe Neri el 11 de Mayo de 1615 dando facultad para celebrar su Oficio y celebrar su Misa propia el 26 de Mayo de cada año. Lo canonizó Gregorio XV el 12 de Mayo de 1622, en unión con cuatro españoles: San Isidro Labrador, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier y Santa Teresa de Jesús. Su Fiesta se celebra el 26 de Mayo, día de su muerte. Es Patrono de Roma y se le llama El Apóstol de Roma




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