martes, 19 de mayo de 2020

APARICIONES DE LA VIRGEN DOLOROSA DE LA CODOSERA. Parte II




AFRA, LA SEGUNDA VIDENTE 
DE LA VIRGEN DOLOROSA DE LA CODOSERA
Estigmatizada y Alma Víctima

               Afra Brígido Blanco, era una joven de diecisiete años, que a pesar de ser fiel Católica era algo reticente a creer en las Apariciones de la Virgen a su paisana Marcelina Barroso. Sin embargo, Nuestra Señora había puesto Su mirada en aquella sencilla muchacha de pueblo, a quien elegiría para ser confidente de Sus Dolores y partícipe de la Pasión de Su Hijo.

              El Jueves 30 de Mayo de 1945 era la Festividad del Corpus Christi;  Afra quiso ir con sus amigas a Chandavila, donde el castaño donde días atrás, la pequeña Marcelina había visto a la Virgen Dolorosa. Iban en plan de paseo, más con objeto de curiosear que por devoción... querían saber todo lo que se comentaba acerca de aquellos acontecimientos.

               Eran justo las tres de la tarde (la misma hora en que Marcelina vio a la Virgen) cuando Afra llegaba ante el castaño; de repente, la muchacha vio entre unas nubes algo que simulaba una capilla y de forma muy clara, la forma exacta de una cruz. Aquello tal vez le pareció una ilusión y no quiso darle mayor importancia, pero algo en su interior la conmovió. Tenía que volver allí y no entendía muy bien por qué.

               Al día siguiente, movida por una fuerza interior, fue a la misma hora, al mismo lugar de las Apariciones; al llegar, comprobó que se había congregado allí un buen número de personas para rezar. Afra, siempre discreta en su carácter y desconfiando de la veracidad de todas aquellas manifestaciones del Cielo, dudando de la visión de la Cruz del día anterior, confusa en sus pensamientos, se sentó frente al castaño de las Apariciones; no pasó mucho tiempo hasta que vio salir de entre las nubes un objeto oscuro, que al irse acercando, dejó perfilada la imagen de la Virgen Dolorosa, de perfil, con el rostro vuelto hacia la derecha. A causa de la fuerte impresión, Afra, se desmayó y al volver en sí, confundida por lo que había visto solo ella, decide volver a casa acompañada de sus amigas. Ya no había duda: la Virgen Dolorosa se le había manifestado, ella misma la había contemplado, no eran cuentos de beatas.

              Unos días más tarde, la abuela paterna de Afra muere, y la joven, siguiendo la norma y costumbre de aquellos días, viste de negro y limita las salidas de casa, pero eso no le impide pensar de vez en cuando en lo sucedido en el castaño de Chandavila. Es tímida, calla y nadie quiere contar nada. Sus amigas, que nada sospechan de los achacaban las reservas de la joven por la reciente pérdida familiar, desconocen que Afra, después de contemplar a Nuestra Señora, siente cierta repugnancia por las conversaciones vanas de las chicas de su edad. 

               Por fin, algunas amigas la convencen para que vuelva a Chandavila, donde el castaño de las Apariciones... a fin de cuentas, nada malo harían allí, salvo rezar. Los argumentos de las otras muchachas convencen a Afra para que pida permiso en casa, y su madre, la Señora Cipriana, con gusto se lo da. 




              El Domingo 17 de Junio, Afra llega a Chandevila y sentada en uno de los castaños vecinos al castaño de la Aparición, vuelve a ver la misma manifestación de la vez primera, pero en esta ocasión entra en éxtasis y comienza a andar de rodillas por el regato. La Virgen le pide que se levante, y entonces sigue andando hasta el castaño. Al llegar allí se arrodilla, y  entabla una conversación con la Virgen.

              La Virgen le dice que Ella siempre estará a su lado; le comunicó un Secreto y le advirtió que pasaría por grandes sufrimientos. Antes de despedirse de Afra, la Virgen Dolorosa le manda darle un beso a la otra vidente, Marcelina (que estaba allí presente), y diciéndole que se persigne. Este gesto, que a simple vista puede parecer un gesto de cariño y de piedad, ha sido interpretado por muchos como un beso de paz, de reconciliación entre hermanos (como reseñamos en el primer artículo, Marcelina era hija y nieta de republicanos y su familia era mal vista por el resto del pueblo, máxime después de que fusilaran a su padre).

              En apariciones posteriores, la Virgen Dolorosa le pide a la joven Afra el rezo diario del Santo Rosario, la contemplación asidua del Vía Crucis y la construcción de una ermita en aquel lugar, para meditar en la Pasión de Su Hijo y en los Dolores que afligen Su Corazón de Madre. 

               A modo de sacrificio personal, la Virgen pidió a Afra que cantara en la Misa Solemne del día 4 de Septiembre, deseo que se cumplió, por indicación espontánea del Párroco de La Codosera. Ciertamente cantar delante de todos resultó un sacrificio para la muchacha debido a su gran timidez, pero lo hizo por amor a la Virgen y como gesto de sumisión a Su Voluntad. Aquello solo sería el inicio de un camino hacia la Cruz, donde Afra experimentaría en su propio cuerpo la Pasión de Cristo Nuestro Señor.

               Llena de fervor por las Apariciones de la Dolorosa, Afra y otras amigas, entre ellas Marcelina, estuvieron en Villar del Rey desde el Domingo 21 de Julio, hasta el 24, Víspera del Apóstol Santiago, y el mismo Domingo visitaron la ermita de Nuestra Señora de la Encarnación o de la Rivera, Patrona de la localidad, y fueron allí todos los días, mañana y tarde, para dar gracias por un favor recibido.

               En una de esas visitas, el Lunes, día 22 de Julio y cuando estaban rezando el Vía Crucis, sin esperarlo, Afra entró en éxtasis en la XI Estación, delante de un cuadro de la Santísima Trinidad, colocado al lado de la Epístola, casi en el centro de la ermita; en mitad de aquel trance Dios le permitió ver el la Crucifixión de Nuestro Señor Jesucristo en el Monte Calvario... al mismo tiempo, la muchacha se aquejó de un dolor muy agudo en las palmas de las manos.




               A raíz de este hecho, afloran primero unas llagas en las manos de Afra, con una marcada incisión en el centro, en forma de clavo, después otra llaga en el costado, que chorreaba sangre y le producía un dolor insoportable, y finalmente, las llagas de los pies. Las llagas de manos y pies con el tiempo fueron agrandándose y terminaron por pasar de parte a parte, apareciendo la incisión por el dorso. La sangre brotaba principalmente los Viernes. Al igual que en otros muchos casos de estigmatización, las heridas que Afra padecía, lejos de ulcerarse estaban siempre frescas y despedían buen olor. Las veces que quisieron tratar las llagas como simples heridas solo provocaron mayores dolores en la joven.

               Nuestra Afra, que siempre se había caracterizado por ser introvertida, vivió aún más recogida desde que el Señor le concedió el don de los Santos Estigmas, dulce martirio que le acompañaría hasta su muerte. De forma anónima y tras descartar la vida conventual, dedicó su vida a los pobres y a los enfermos. Los últimos años de su vida los pasó en Madrid, donde entregó su alma a Dios el Sábado 23 de Agosto de 2008, cuando contaba con 80 años, la mayor parte de ellos, desde los diecisiete, totalmente consagrada a Dios en una vida de sacrificio y entrega.

               El entonces Obispo Diocesano, Don José María Alcaraz y Alenda, autorizó casi de inmediato la construcción de un Santuario en La Codosera dedicado a Nuestra Señora de los Dolores; en su interior se conserva aún en nuestros días el tronco del castaño donde se apareció la Virgen. Sus hojas y ramas se usaron como reliquias para alcanzar la salud de muchos enfermos. Una hermosa imagen de Nuestra Señora de los Dolores, tal y como la describieron las videntes preside el Altar principal. Alrededor del Santuario también se construyeron dos Vías Sacras: la de Los Siete Dolores de Nuestra Señora y la del Vía Crucis con sus catorce Estaciones.




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