domingo, 29 de octubre de 2017

EL SUAVÍSIMO IMPERIO DE CRISTO REY DEL UNIVERSO


          Ave María Purísima, sin pecado original concebida

     Amado hermanos, en esta sagrada festividad de Cristo Rey, muchas enseñanzas tiene nuestra santa Madre, la Iglesia Católica, que como buena madre busca en todo la mayor gloria de Dios y la salvación eterna de las almas.

     De muy distinta manera vemos las cosas los hombres, de cómo son hechas por Dios Nuestro Señor, “Su dominación es una dominación eterna, que no pasará; y su reino, un reino que jamás será destruido.” Acentúa el profeta Daniel [VII, 14]; por el contrario, en el mundo que vivimos, prácticamente hay una apostasía general, leyes anticristianas, gobiernos contra Dios, educación expresamente en contra de la doctrina inmutable de la Santa Madre Iglesia.


EL SACRIFICIO ABOLIDO


     ¿Cuál es el Reino de Dios? Hoy el gran sacrificio ha sido abolido, la verdadera Santa Misa es proscrita por quien ostenta la autoridad religiosa, y en lugar del Gran Sacrificio, una ceremonia que se aparta abruptamente, sustancialmente, esencialmente, sacrilegamente de la Santa Misa. ¿Cuál es el reino de Dios? A que se refiere el Profeta Daniel cuando acentúa: un reino que jamás será destruido.

   • “Según esto, cuando viereis que está establecida en el lugar santo la abominación desoladora que predijo el profeta Daniel… Porque será tan terrible la tribulación entonces, que no la hubo semejante desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá jamás. Y a no acortarse aquellos días, ninguno se salvaría; mas abreviarse han por amor de los escogidos.” San Mateo XXIV, 15, 21.

   • “No os dejéis seducir de nadie en ninguna manera; porque no vendrá este día sin que primero haya acontecido la apostasía, casi general de los fieles, y aparecido el hombre del pecado, el hijo de la perdición, el cual se opondrá a Dios, y se alzará contra todo lo que se dice Dios, o se adora, hasta llegar a poner su asiento en el templo de Dios, dando a entender que es Dios…” San Pablo a los (2ª) Tesalonicenses II, 3-4.





ERRAMOS CUANDO BUSCAMOS EL REINO MATERIAL


     Nuestro Señor Jesucristo es muy preciso en el Santo Evangelio de San Juan: “Mi reino no es de este mundo; si de este mundo fuese mi reino, mis gentes hubieran luchado para que no fuera yo entregado en manos de los judíos; pero mi reino no es de aquí.” [San Juan XVIII, 33].

     Por esto, mis amados hermanos, el mundo es enemigo del alma, por esto la sociedad en que vivimos ofende tan gravemente a la Divina Majestad, Mi reino no es de este mundo, es evidente que se ultraja sacrílegamente lo más sagrado de la Santa Madre Iglesia en nuestros días.

     Mis amados hermanos, erramos cuando buscamos el reino material, erramos, cuando buscamos comodidades sociales, culturales, políticas y religiosas como resultados de nuestra profesión de fe.

     El Reino de Dios Nuestro Señor, regnum veritátis et vitae, regnum sanctitátis et grátiae; regnum justítiae, amóris et pacis, “reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz” [Prefacio de Cristo Rey]; reino al que pertenecen San Pedro y San Pablo, los santos mártires, las vírgenes, los confesores, los doctores, santos pontífices, bienaventurados y escogidos de Dios.

      Por esto el mundo se confunde, no entiende el lenguaje de Cristo Rey, porque el mundo se busca así mismo, y en su delirio o locura, quiere ver en la Santa Iglesia un medio por el cual servirse a sí mismo, beneficiarse o hacerse de privilegios y derechos a costa de la doctrina de Cristo.

     “Si alguno ama al mundo, no habita en él la caridad o amor del Padre; porque todo lo que hay en el mundo, es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y soberbia u orgullo de la vida, lo cual no nace del Padre, sino del mundo.” [1ª Epístola de San Juan, II, 15.]

     Alegraos en la tribulación siendo buenos, alegraos si el mundo os desprecia, son señales de que pertenecéis al Reino de Dios: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzaran misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón; porque ellos verán a Dios… Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia; porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois, cuando os maldijeren, y os persiguieren, y dijeren todo mal contra vosotros mintiendo, por mi causa. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón muy grande es en los cielos.” [San Mateo V, 7].

     ¿Queréis ser del Reino de Cristo y que el mundo os alabe, que no os falte el dinero, ser tenidos por bueno y justos? No se puede unir el espíritu de Dios y de las tinieblas, no podéis servir a Dios y a las riquezas.






LA DEVOCIÓN AL SANTO ROSARIO, LLAVE DEL REINO DE DIOS


     Buscar la santidad en nuestro corazón por medio de la verdadera fe, frecuencia de sacramentos y piadosa devoción a la Gloriosa Madre de Dios, huir de las contiendas, del espíritu de avaricia, de orgullo, de vanidad y de lujuria; aventajad a los demás en santidad de vida, en humildad verdadera y no ficticia o simulada, en devoción con recta y pura intención.

     Para alcanzar tan elevados deseos de santidad y de vida, nos es necesaria la devoción del Santo Rosario, tan encarecida y encomendada por los santos, muy a propósito cito al Papa de feliz memoria, León XIII: “Repetimos, afirmamos y proclamamos que tenemos cifradas nuestras mejores esperanzas en merecer por el rezo del Rosario los auxilios que necesitamos” [Encíclica: Jucunda Semper:]

      Dios Nuestro Señor se digne tenernos entre sus hijos, en su Reino de santidad, de paz, de amor y de justicia, preparando nuestros corazones con la tribulación , con las humillaciones, con la enfermedad y la pobreza, bendito camino por el cual se llega al Reino de Dios Nuestro Señor.

     Omnipotente y Sempiterno Dios, que has querido reunirlo todo en Tu amado Hijo, Rey del Universo; concédenos propicio que todos los pueblos, disgregados por la herida del pecado, se sometan a Su suavísimo Imperio. El cual vive y reina contigo en unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén.




miércoles, 25 de octubre de 2017

VIDA DE SAN JOSÉ ( III ) SAN JOSÉ, SANTIFICADO EN EL VIENTRE DE SU MADRE


           La Piedad Católica ha dedicado tradicionalmente el día MIÉRCOLES a rezar mediante la intercesión del GLORIOSO SAN JOSÉ. Por eso, todos los miércoles que sea posible -si no hay otra conmemoración más importante- procuraremos compartir breves extractos del libro "VIDA DE SAN JOSÉ", del Padre Francisco de Paula García, de la Compañía de Jesús.

           Procuremos no perder nuestras raíces cristianas, las mismas que un día hicieron grande nuestra Patria,  y continuemos al tiempo con aquéllas sencillas pero didácticas devociones de nuestros mayores; sólo abrazando con fuerza y sin respetos humanos la Fe de siempre, podremos seguir siendo fieles a la genuina Doctrina de Nuestro Señor Jesucristo.


     San Pablo, en su carta a los romanos, y Santo Tomás de Aquino, en su Suma Teológica, nos dicen que a cada uno se le da la gracia según el cargo para que es elegido, y no habiendo habido en el mundo otro más importante, después del que tuvo la Virgen Nuestra Señora, que el que desempeñó San José, las gracias, los privilegios, virtudes y bendiciones recibidas por el Glorioso Patriarca tenían que ser superiores a las otorgadas a los demás hombres para estar en armonía con la dignidad de su ministerio.
     Para Madre del Verbo hecho carne eligió el Señor a la mujer más pura y más santa de todas las que habían salido de Sus manos, y la enriqueció con la suma de todas las virtudes y perfecciones, cual correspondía a la misión sublime que había de desempeñar cerca del Hijo de Dios e hijo de sus propias entrañas; y habiendo elegido a San José para Custodio, ayo y Protector de aquel Divino Infante, ¿no era natural que le dotase de aquellas gracias y virtudes que le hicieron digno de su Virginal Esposa, y muy parecido y semejante a Ella, para que resultase la necesaria armonía que debía existir en aquella Familia modelo?
     Y si a la Virgen María, para hacerla Madre dignísima de Jesús, Dios le preservó del pecado original, ¿no parece natural que San José, a quien unía un mismo lazo legal y espiritual, y que debía ejercer sobre Jesús una autoridad paternal, había de ser, ya que no exento, como su Esposa, del pecado de origen, pero sí santificado desde el seno materno antes de nacer?


     Si la Virgen María suministró al Verbo su carne, San José amparó, protegió y defendió Su vida; si la Virgen tuvo la gloria de ser la Madre de Jesús, San José tuvo la de ser esposo de la Madre de Dios y padre legal del mismo Dios.

     Convenía además que para el buen desempeño del oficio que el Eterno Padre le había confiado, que en San José fuera todo puro y santo, sin que experimentase el menor acto de rebeldía entre la carne y el espíritu, ni inclinación al mal, ni dificultad para el bien; esto es: que fuese digno esposo de la Inmaculada Esposa, digno padre adoptivo del Hijo de Dios, que quiso nacer de una madre virgen y llamar padre a un hombre también virgen; y esto sólo podía conseguirse librando al Glorioso Patriarca de la concupiscencia o apetito desordenado de las cosas sensuales, triste herencia del pecado original.

     Esta santidad de San José le colocó en un grado más elevado que el de los ángeles, porque estando éstos destinados a la custodia de los hombres, para la de Jesús y María no destinó el Señor legiones de ángeles, sino a San José, a quien ambos vivieron sometidos. Por esto, decía sin duda el Papa Benedicto XIV que las gracias y prerrogativas espirituales de San José son grandes, excelsas, son certísimas y tan propias de él, que a ningún otro Santo han sido comunicadas.


(Continuará...)



martes, 24 de octubre de 2017

ARCÁNGEL SAN RAFAEL, MEDICINA DE DIOS




     Mientras la ciudad Córdoba (Andalucía, España) sufría por la enfermedad de la peste, el Arcángel San Rafael se apareció al Padre Roelas hasta en cuatro ocasiones, revelándole la misión que Dios le había encomendado y que era salvar a la ciudad. Roelas, temeroso de que las apariciones fuesen un artificio de sus sentidos, a causa de la enfermedad, consultó el caso con los teólogos de la Compañía de Jesús y visitó al Provisor, que le ordenó que si se producía una quinta aparición, le preguntase a figura quién era.



 
     En la madrugada del 7 de Mayo de 1578, cuenta el pasaje histórico, que se produjo la quinta aparición y que tras preguntar el Padre Roelas al visitante su identidad, San Rafael le dijo al sacerdote: «Yo te juro, por Jesucristo Crucificado, que soy Rafael, ángel a quien Dios tiene puesto por guarda de esta ciudad». Dice la leyenda que al poco tiempo de la quinta aparición dejaron de morir personas en Córdoba a causa de la epidemia. San Rafael, cuyo nombre significa Medicina de Dios, había salvado a Córdoba de la peste.

    Nueve años después, el Padre Roelas fallecería en Córdoba, pero tuvieron que pasar 25 años para que las revelaciones de San Rafael al sacerdote pudiesen ser leídas y conocidas a pie de calle. A partir de entonces, se estableció un oratorio en la casa en la que el Padre Roelas había vivido. La devoción al Arcángel se había disparado y con donativos de los cordobeses y la ayuda de la nobleza, en 1610 se iniciaron unas obras para levantar una iglesia dedicada a su culto, la Iglesia del Juramento de San Rafael.










lunes, 23 de octubre de 2017

SAN ANTONIO MARÍA CLARET: ESCLAVO DEL CORAZÓN DE MARÍA, APÓSTOL DEL SANTO ROSARIO

     Celebra hoy la Santa Iglesia Católica la memoria del Arzobispo español San Antonio María Claret, Misionero, Fundador, Confesor Real, Místico. En este mes de Octubre, consagrado al Santo Rosario de Nuestra Señora, recordemos las palabras que esta Gran Madre dedicara al Santo Misionero:

"Tú serás el Domingo de estos tiempos.
 Promueve el Santo Rosario"



     En su biografía, San Antonio María Claret recuerda que desde muy niño encontró en el rezo del Santo Rosario el mayor tesoro. Su familia, la escuela, la parroquia y en particular el libro del Roser fueron sus instructores directos. Nunca olvidaría el santo con qué fervor lo rezaba en sus subidas frecuentes al santuario de Fusimaña con su hermana Rosa. Como hijo de su tiempo, Claret hace suya esta devoción, ya profundamente arraigada en la España del siglo XIX hasta convertirla en su devoción por excelencia que nunca abandonaría. Más aún, sintió muy viva la relación que existía entre el rosario y la evangelización. Por eso la usó como instrumento misionero, popular y eficacísimo, de anuncio de la Palabra, la mejor de las armas contra los enemigos de la fe.

     Tanto en su vida de joven estudiante y trabajador en Barcelona, como en sus años de seminarista o de sacerdote, o en sus aventuras misioneras y en sus desvelos como Arzobispo y Confesor, se esforzó no solo en practicar sino en inculcar esta devoción en todos. Tuvo la conciencia de ser el Domingo de los tiempos modernos, como le llamó la Virgen Nuestra Señora.

     El Fundador de los claretianos les legó esta preciada herencia. Ya en el año 1865 había hecho testamento en favor de la Congregación, y, por tanto, por disposición suya y aceptación por parte del P. Xifré, todo su patrimonio pasó al Instituto. Pero la mejor herencia vino después. Poco antes de morir en Fontfroide entregaba como herencia a sus hijos, en la persona del P. Clotet, el rosario que había usado siempre en su misión evangelizadora, junto con la Palabra de Dios. Este episodio sucedió el 12 de Octubre de 1870. Lo refiere el mismo P. Clotet al recordar las palabras del santo moribundo: «Tome usted mis rosarios y consérvelos».




lunes, 16 de octubre de 2017

MARÍA ANTONIETA DE AUSTRIA, LA REINA MÁRTIR


     La mañana del 16 de Octubre de 1793, toda la gente de la ciudad de París se halla en las calles, en los balcones y en los tejados. La regia figura de María Antonieta, Archiduquesa de Austria por sangre, Reina de Francia y Navarra por su matrimonio, es abucheada e insultada; se dirige al cadalso con las manos atadas a la espalda, condenada a morir en la guillotina, a los 37 años de edad, y casi nueve meses después de la ejecución de su marido, el Rey Luis XVI

     Cae la cabeza de la Reina y el verdugo la muestra a la muchedumbre que abarrota la plaza de la Revolución -la actual plaza de la Concordia, donde nace la avenida de los Campos Elíseos- y que grita con furia diabólica: ¡Viva la República!




     He aquí, señores, su tortura de Reina. Fue completa, nada faltó, y todo ella lo soportó con calma y resignación, arrancando, de vez en cuando, gritos de admiración de sus propios adversarios.

     Como esposa, María Antonieta sufrió el mayor de los martirios. Su marido, al cual ella dedicaba todos los sentimientos de una esposa católica ejemplar, después de ser blanco de las más crueles afrontas, fue, en fin, arrastrado a una muerte gloriosa para la posteridad, pero que parecía entonces absolutamente deprimente. De su prisión del Templo, oyó María Antonieta, ciertamente, el retumbar de los tambores anunciando que la Convención Nacional, en nombre de la igualdad, destruía al inocente representante de la realeza, en nombre de la libertad lo impedía despedirse, al borde de la tumba, de su pueblo a quien mucho amara, en nombre de la fraternidad le iría a quitar la vida en la guillotina.

      Pero, señores, fue la madre que, en María Antonieta, sufrió las más horrorosas torturas. Cuando la Convención fue a separa a María Antonieta de su hijo, esta, durante dos horas, cubriendo con su cuerpo el del inocente principito, luchó contra el brutal zapatero Simón y su bando siniestro, sólo abandonando al hijo cuando, de todo en todo, le faltaron las fuerzas para resistir. Largos fueron los meses de la separación. Sola, terriblemente sola, presa a la vista de un cuarto horrible de la prisión del Templo, la infeliz mujer tenía como único consuelo, y por lo demás poderoso, su oración. Hasta hoy, conserva Francia su libro de Misa, sobre el cual cayeron, con certeza, las lágrimas amargas de aquella madre que, en el auge de la infelicidad y del abandono, supo siempre agradecer a Dios el desamparo en que se encontraba.

      Finalmente, fue ella procesada por el “Comité de Salud Pública”, por traicionar a la Patria, por ser una nueva Catalina de Médicis, por ser madre esposa y madre (…).

      En el proceso, culminó su padecimiento. Su hijo, embrutecido por el alcohol, se volvió un verdadero animalillo, que tenía como único y constante sentimiento el miedo. Imagínese la escena: sobre un estrado, sentados los alguaciles que, en el proceso, se intitulaban de jueces. En una serie de bancos, media docena de individuos repugnantes, oliendo a alcohol, desempeñaban el papel de jurados. La Reina, delgada, en su larga ropa negra, de cabellos enteramente blancos, envejecida en su juventud abatida y triste, entra con toda la majestad de su decadencia aun altiva, aun bella, y siempre digna e invencible, en esta jaula donde su reputación y su corazón de madre van a ser despedazados por las fieras más desalmadas de la Historia francesa. El interrogatorio comienza brutal, felino, perverso. La Reina, o responde con dignidad, o se calla, desdeñando con su silencio la infamia de ciertas acusaciones.

      He aquí que es introducido en la sala el príncipe heredero de los tronos de Francia y Navarra. Calzado de toscos suecos, con un gorro frígio en la cabeza, un aire embrutecido y triste de quien, hace mucho, padece todos los horrores de la barbaridad de un verdugo como Simón, y con la fisonomía estúpida de los alcohólicos inveterados, con una voz llorosa, lanza contra la madre las mayores injurias. He aquí señores, el cúmulo del sufrimiento. La escena, horripilante en sí, dispensa comentarios. Os diré solamente que la Reina, en un grito magnifico de corazón de madre ulcerado por el más atroz de los dolores, lanza, en la elocuencia de su alucinación, en el horror de su padecimiento dantesco, un apelo a todas las madres presentes, preguntándoles si creen en las injurias del niño. Y, como si la naturaleza humana, en el fondo de aquellos corazones de mujeres malvadas, comprimido por mucho tiempo, finalmente explota en la sala, una lluvia de aplausos, y un delirio de entusiasmo de aquel pueblo que fuera al tribunal para asistir feroz al desenlace del proceso, es tomado súbitamente de un formidable entusiasmo por su víctima, y María Antonieta, en el banco de los reos, en el auge de la ignominia recibe una formidable y sincera ovación de sus verdugos. ¿Qué decir, señores, de este lance histórico?

      Vino, finalmente, la muerte. Dios, en su inmensa bondad, preparó en el Cielo el lugar digno de aquella que tanto había sufrido, amándolo más cuando le enviaba las penas, de que en la plenitud de sus placeres. En el día 16 de octubre de 1793, cesó su largo martirio, en la guillotina cuya lámina, al mismo tiempo criminosa y caritativa, cortó el hilo de su extraordinaria existencia.

      Así terminó la Soberana Mártir, cuya historia recuerda un minueto delicado y palaciego cuyas notas harmoniosas fuesen bruscamente sofocados por el rugido pavoroso de una horrenda farándula revolucionaria.




( Extracto del discurso pronunciado por el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira 
en la Academia de Letras de las Congregaciones Marianas de Sao Paulo
 en 1928, a sus veinte años de edad. )



domingo, 15 de octubre de 2017

SANTA TERESA DE JESÚS, REFORMADORA DEL CARMELO




NACIMIENTO E INFANCIA

      Nació en la ciudad española de Ávila, el 28 de Marzo de 1515. Sus padres eran Alonso Sánchez de Cepeda y Beatriz Dávila de Ahumada.

      A los siete años era muy devota de leer vidas de santos, en especial de mártires, cosa que la motivó a "huir" de la casa paterna, junto a su hermano Rodrigo, para irse a tierra de misión y ser mártires de la Fe, pero la aventura les duró poco: un tío les encontró y los devolvió a los brazos de su madre. Cuando fueron reprendidos, Rodrigó acusó a Teresa como inventora de la idea del martirio.


      Después de aquél martirio frustrado, los piadosos hermanos resolvieron convertirse en ermitaños, por lo que empezaron a construir una celda en el jardín de la casa.
     En su habitación, la cándida Teresa, tenía un cuadro que representaba a Nuestro Señor hablando con la Samaritana; lo contemplaba con fervor y le repetía frecuentemente: "Señor, dame de beber para que nunca más tenga sed".

      Con apenas catorce años, sufrió la pérdida de su madre; inmersa en inmensa tristeza, acudió ante una imagen de Nuestra Señora y, como nos cuenta la misma Santa, "le rogué con muchas lágrimas, que me tomase por hija suya". Así, teniendo a la Madre de Dios como Madre y Señora, nunca se volvería a sentir huérfana, ni de carne, ni de espíritu.

      Fue por aquél entonces que Teresa y su hermanito Rodrigo se aficionaron por las lecturas de novelas caballerescas; en su autobiografía, la Santa reconocería cuánto mal le produjo:  “Aquellos libros no dejaron de enfriar mis buenos deseos y me hicieron caer insensiblemente en otras faltas. Poco a poco empecé a interesarme por la moda, a tomar gusto por vestirme bien, a preocuparme mucho por el cuidado de mis manos, a usar perfumes y a emplear todas las vanidades que el mundo aconsejaba a las personas de mi condición.” Este cambio preocupó mucho a su padre, que decidió enviarla a estudiar con las agustinas de Ávila, con apenas quince años.

      Al poco tiempo, Teresa se enfermó y tuvo que volver a la casa paterna; fue allí donde reflexionó y se resolvió a hacerse religiosa carmelita en el Convento de la Encarnación, donde tenía un a buena amigo, Juana Suárez. Su padre, que al principio no aceptó la decisión de su hija, como la viese tan feliz y decidida, permitió que siguiese su camino como esposa de Cristo. Sin embargo, la delicada salud de Santa Teresa, la obligó a ponerse en manos de médicos y curanderas que no acertaban con los remedios necesarios. Tras tres largos años de padecimientos, recobraría su maltrecha salud.


EN EL CONVENTO DE LA ENCARNACIÓN

 

      Por aquél entonces, la mayoría de los conventos, vivían de forma algo disipada; en la mayoría de ellos, se podía recibir a cualquier visita. Nuestra Santa, viendo aquello como normal, pasaba muchas horas de coloquio con los hombres, descuidando el diálogo amoroso de la oración; no pocas veces se excusaba a sí misma poniendo como pretexto su delicada salud. Años más tarde, consciente de la ligereza de su juventud, Santa teresa escribiría: “El pretexto de mi debilidad corporal no era suficiente para justificar el abandono de un bien tan grande, en el que el amor y la costumbre, son más importantes que las fuerzas. En medio de las peores enfermedades se puede hacer la mejor oración, y es un error pensar que sólo se puede orar en la soledad”.

      Pero aquella pérdida de tiempo en charlas sin sentido, quedó atrás cuando la Santa, que era muy devota de las imágenes de Nuestro Señor representado en Su Pasión, se detuvo un día ante un crucificado muy sangrante; piadosamente le preguntó: “¿Señor, quién te puso así?”. Entonces, cuenta ella misma que sintió una voz que le respondía : “Tus charlas en la sala de visitas, esas fueron las que me pusieron así, Teresa”. Desde aquél momento, abandonó las conversaciones vanas y se dedicó con empero a la oración y el recogimiento.

EXPERIENCIAS MÍSTICAS

      Desde que Santa Teresa se retirase a la vida de oración, el Señor la bendijo con la gracia de múltiples apariciones, que a pesar de estar convencida de ser ciertas, algunos sacerdotes trataron de disuadirla de que eran engaños del demonio. Sin embargo, el Señor quiso poner en su camino al Padre Baltasar Álvarez, que le explicó que aquellas manifestaciones eran ciertamente divinas y no obra del maligno; le aconsejó que diariamente recitase el  himno “Veni Creator Spiritus”, a fin de pedir el auxilio del Espíritu Santo y hacer siempre lo que fuese más agradable a Dios. Precisamente cuando recitaba un día esta oración, fue arrobada en éxtasis y escuchó, en el hondo de su alma, que el Señor le pedía “No quiero que converses con  hombres, sino con los ángeles”.

      Sin embargo, todos esos consuelos y gracias espirituales, fueron motivo de recelos y persecuciones aún por parte de aquellos que compartían con Teresa el hábito del Carmen. Por desgracia, su confesor el Padre Álvarez, era un hombre cobarde, que si bien no dejó de confesarla, jamás la defendió ante quienes la atacaban con saña. Pese a todo, el Señor no quiso dejarla sola, por eso, en 1557, San Pedro de Alcántara, la visitó en Ávila y dio testimonio de la veracidad de las gracias sobrenaturales con que Dios bendecía a Santa Teresa, aunque le advirtió que la persecución no cesaría en los años venideros.


LA TRANSVERBERACIÓN

      Uno de los momentos más cruciales en la vida de Santa Teresa tuvo lugar cuando fue transverberada  en 1559. Escuchemos el episodio que ella mismo escribió: “Vi a mi lado un ángel que se hallaba a mi izquierda, en forma humana. El ángel era de corta estatura y muy hermoso; su rostro estaba encendido, como si fuese uno de los ángeles más altos, que son todo de fuego. Debía ser uno de los que llamamos querubines. Llevaba en la mano una larga espada de oro, cuya punta parecía un ascua encendida. Me parecía que por momentos hundía la espada en mi corazón y me traspasaba las entrañas y, cuando sacaba la espada, me parecía que las entrañas se me escapaban con ella y me sentía arder en el más grande amor de Dios. El dolor era tan intenso, que me hacía gemir, pero al mismo tiempo, la dulcedumbre de aquella pena excesiva era tan extraordinaria, que no hubiese yo querido verme libre de ella.”


      Al año siguiente, en 1560, Santa Teresa, recordando la gracia de la transverberación, hizo el voto de hacer siempre lo que le pareciese más perfecto y agradable a Dios. Es de justicia reseñar aquí, que tras su muerte, cuando se hizo la autopsia al cuerpo de la Santa, se constató que su corazón tenía la cicatriz de una herida larga y profunda.

 
INICIA LA REFORMA DEL CARMELO


      Como ya dijimos más arriba, en pleno siglo XVI la mayoría de los conventos vivían de forma relajada; la Orden del Carmen no era la excepción, por eso vemos que el Convento de la Encarnación, las monjas salían de la clausura con cualquier pretexto, pasaban horas en la sala de reuniones, algunas monjas tenían doncellas a su servicio… para colmo, el elevado número de monjas ( casi 140 ) no ayudaba a crear un espíritu de recogimiento.

      Santa Teresa llevaba veinticinco años viviendo en la Encarnación, cuando una sobrina suya, que también era monja del mismo convento, le sugirió crear un convento más pequeño, con un número reducido de monjas. La Santa entendió en aquellas palabras que el Señor la llamaba a volver a la Primitiva Regla Carmelitana y por eso se puso a la labor de fundar un convento reformado. Tuvo el apoyo espiritual de San Pedro de Alcántara, de San Luis Beltrány del Obispo de Ávila; ante semejantes amigos, el Padre Gregorio Fernández, Provincial de los Carmelitas, dio su consentimiento para la fundación del nuevo convento, pero ante las presiones que se generaron a raíz de la idea reformadora de Santa Teresa, retiró el permiso poco tiempo después.

      Pese a las negativas, el Padre Ibáñez, dominico, alentó a Santa Teresa a continuar con la Reforma del Carmelo; una piadosa viuda, Doña Guiomar, ofreció su ayuda económica y Doña Juana de Ahumada, hermana de la Santa, comenzó a construir un convento en Ávila, con la excusa de que sería una casa para su retiro. Por ese mismo entonces, llegó de Roma el permiso para fundar, lo que valió a San Pedro de Alcántara, a Francisco de Salcedo y al Dr. Daza para conseguir el favor del Obispo de Ávila, que de nuevo ofreció su apoyo a Santa Teresa.



      El nuevo convento quedó fundado el día de San Bartolomé de 1562; durante la Misa que se celebró por primera vez en la capilla, tomaron el velo de novicias la sobrina de la Santa y tres jóvenes más. Pero a los pocos días, la Superiora de la Encarnación, mandó a llamar a Santa Teresa y allí la retuvo con la autoridad del Provincial. Es entonces cuando Francisco de Salcedo y otros seglares que apoyaban el proyecto de la Reforma, enviaron a un sacerdote ante el Rey para que mediase por Santa Teresa, al tiempo que los Padres Dominicos Ibáñez y Báñez, ganaron el favor del Obispo de Ávila y del Provincial Carmelita. Gracias a estas gestiones, la Santa Fundadora pudo regresar al Convento de San José, pero esta vez, se le unieron otras cuatro religiosas del Convento de la Encarnación.

      Fue precisamente este primer convento de la Reforma Descalza, el que sería baluarte y señal del espíritu de Santa Teresa: estableció una estricta clausura y un silencio casi perpetuo; el convento carecería de rentas y en él reinaría la más estricta pobreza. Usarían sandalias en lugar de zapatos ( de ahí que fuesen conocidas como “Descalzas”) y sólo comerían carne las enfermas. La Santa Fundadora dispuso que como mucho, cada convento sólo admitiría 21 monjas.

      En muy poco tiempo, la Reforma del Carmelo se extendió por toda España; la Santa, calificada por el Nuncio como “mujer inquieta y andariega”, obtuvo del Padre Juan Bautista Rubio, Superior General de los Carmelitas, licencia para fundar en Castilla dos conventos para la rama masculina, conocidos como Carmelitas Contemplativos. Pese a la gran labor que se le encomendó, Santa Teresa nunca dejó de desempeñar las labores más humildes, como las de limpieza o en la cocina.

FUNDACIONES

     En Agosto de 1567, se trasladó a Medina del Campo, donde fundaría el segundo convento de Carmelitas Descalzas. Después, a petición de la Condesa de la Cerda, fundó el de Malagón, al que siguieron los de Valladolid y Toledo.

      Cuando en Medina del Campo, Santa Teresa conoció a Juan de Yepes ( San Juan de la Cruz ), fundó para los Padres Carmelitas el Convento de Duruelo y el de Pastrana; el resto de las fundaciones masculinas las llevaría a cabo San Juan de la Cruz, fiel hijo y hermano del espíritu de la Santa.

     En 1570 se fundarían nuevos conventos en Segovia y Salamanca.

     El Papa San Pío V, enterado de la Reforma Descalza, nombró a Santa Teresa priora del Convento de la Encarnación; la Santa obedeció pese a la natural repugnancia que le conllevaba por ser aquél lugar de donde más ataques recibía. Poco a poco, las religiosas de La Encarnación la fueron aceptando, a ella y su Reforma Descalza.

      En Veas, Santa Teresa conoció al Padre Gracián, fraile de la Reforma, que la convenció para que fundase un nuevo convento en Sevilla; éste sería, junto con el San José, el que causaría enormes problemas a la Santa, y es que una novicia que finalmente fue despedida del convento de Sevilla, denunció a Santa Teresa por “iluminadas” y otras horribles calumnias.


SEPARACIÓN ENTRE CARMELITAS CALZADOS Y DESCALZOS


   Por desgracia, hasta entre los que aman a Dios, se dan las miserias humanas más crueles; en la vida de Santa Teresa no faltaron las persecuciones, calumnias y difamaciones. Así, los carmelitas de Italia y los que en España no habían sido reformados, estaban recelosos de la Reforma iniciada por la Santa, por eso instigaron a las autoridades eclesiásticas y civiles para frenarla.

   Esas presiones contra Santa Teresa y su Reforma se plasmaron en un capítulo de la Orden Carmelita, donde se tomaron medidas para evitar que se siguiese extendiendo la obra de la Fundadora del Carmelo Descalzo. Al tiempo, el Nuncio Felipe de Sega, destituyó al Padre Gracián como visitador de los Carmelitas Descalzos y mandó a encarcelar a San Juan de la Cruz en Toledo, mientras que ordenó a Santa Teresa que se retirase al convento que ella eligiese y que no fundase más.

   Sin embargo, Santa Teresa, que era perseguida por aquellos que más debieran amarla, gozaba de la simpatía y hasta de la devoción de muchos seglares, que consiguieron que el propio Rey Felipe II intercediese a su favor.

   Por fin, en 1580, obtuvo una orden de Roma que segregaba a los Carmelitas Descalzos de los Calzados; la misma Santa dejó escrito: “ Esa separación fue uno de los mayores gozos y consolaciones de mi vida, pues en aquellos veinticinco años nuestra Orden había sufrido más persecuciones y pruebas de las que yo podía escribir en un libro. Ahora estábamos por fin en paz, calzados y descalzos, y nada iba a distraernos del servicio de Dios.”



ÚLTIMOS AÑOS DE VIDA

   Cuando se consumó la separación de los carmelitas, Santa Teresa contaba ya con sesenta y cinco años y se encontraba sumamente débil a consecuencia de las múltiples fundaciones, que en total fueron diecisiete.

   El Señor no la dejó de bendecir con la Cruz bendita del dolor ni en estos últimos días; su propia sobrina, que era priora del convento de Valladolid, fundado por la Santa, no la quiso recibir en él por motivos de herencia tras la muerte de su padre, Don Lorenzo, hermano de Santa Teresa. Uno de los abogados de la familia, trató con cierta crueldad a la Fundadora, que con sagacidad le respondió: “Quiera Dios trataros con la cortesía que vos me habéis tratado a mí”.

      Tras la fundación del convento de Burgos, que fue la última que hizo, Santa Teresa se dispuso a volver a Ávila, pero tuvo que cambiar el itinerario hacia Alba de Tormes, llamada por la Duquesa María Henríquez. Nada más llegar al convento, tuvo que guardar cama debido a su delicadísimo estado. La Beata Ana de San Bartolomé, fidelísima hija y acompañante en sus fundaciones, refiere que la Santa le dijo: “ Por fin hija mía, ha llegado la hora de mi muerte”. El Padre Antonio de Heredia, le dio los últimos sacramentos y aprovechó para preguntarle dónde quería ser sepultada. Santa Teresa, que en estos últimos años había padecido la incomprensión y hasta el desprecio por parte de algunos hijos, respondió: “¿Tengo que decidirlo yo?, ¿me van a negar aquí un agujero para mi cuerpo?”.

      Cuando el mismo Padre de Heredia le dio la Sagrada Comunión como viático, la Santa se pudo incorporar en la cama y exclamó: “Oh Señor, por fin ha llegado el momento de veros cara a cara”. Así, llena del Amor de Dios, murió en los brazos de la Beata Ana de San Bartolomé, a las nueve de la noche del 4 de Octubre de 1582.

     Como al día siguiente entraba en vigor la reforma del calendario gregoriano, su fiesta quedó fijada para el 15 de Octubre.

      Fue sepultada en Alba de Tormes, aunque una buena parte de sus restos han sido repartidos, como preciosas reliquias, por todo el Orbe Católico.

sábado, 14 de octubre de 2017

EL ROSARIO Y EL ESCAPULARIO: ARMAS E INSIGNIAS DEL BUEN ESCLAVO DE MARÍA




     Durante la aparición final en Fátima, el 13 de Octubre de 1917, cuando el “Milagro del Sol” ocurrió, Nuestra Señora primero apareció como siempre aparecía ante los pastorcitos con Su Doloroso e Inmaculado Corazón expuesto. Y luego Ella apareció como Nuestra Señora del Carmen con “algo colgando en su mano derecha”. Podemos asumir seriamente que ese “algo” era el Escapulario carmelita.

     En 1950 el Padre Howard Rafferty, carmelita, natural de Estados Unidos, le preguntó a Sor Lucía de Fátima: “¿Por qué piensa que Nuestra Señora apareció con el Escapulario en esta última visión?”. A lo cual contestó: “Porque Ella quiere que todos vistan el Escapulario, es la señal de la consagración a su Inmaculado Corazón”

     El Padre Rafferty le pregunta nuevamente: “¿Vestir el Escapulario es tan importante como rezar diariamente el Santo Rosario?”. Sor Lucía responde: “Sí. ¡El Rosario y el Escapulario son inseparables!”.





viernes, 13 de octubre de 2017

100 AÑOS DEL MILAGRO DEL SOL EN FÁTIMA



     Salimos de casa bastante pronto, contando con las demoras del camino. Había gente en masa (70.000 personas), bajo una lluvia torrencial. Mi madre, temiendo que fuese aquel el último día de mi vida, con el corazón traspasado por la incertidumbre de lo que podía ocurrir, quiso acompañarme. Por el camino, las escenas del mes pasado, más numerosas y conmovedoras. Ni el barro de los caminos impedía a la gente arrodillarse en actitud humilde y suplicante.

     Llegando a Cova de Iría, junto a la encina, llevada de un movimiento interior, pedí al pueblo que cerrasen los paraguas para rezar el rosario. Poco después vimos el reflejo de luz y en seguida a la Virgen sobre la encina.

   –¿Qué es lo que usted me quiere?

   –Quiero decirte que hagan aquí una capilla en honor mío, que soy la Señora del Rosario, que continúen rezando el Rosario todos los días. La guerra está acabándose y los soldados volverán pronto a sus casas.

   –Tenía muchas cosas que pedirle: si curaba a los enfermos, si convertía a unos pecadores, etc.

   –Unos, sí; otros, no. Es preciso que se enmienden; que pidan perdón de sus pecados.
Y tomando aspecto más triste dijo:

   –Que no ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido.




     Y abriendo sus manos las hizo reflejar en el sol, y en cuanto se elevaba continuaba el brillo de su propia luz proyectándose en el sol.

     He aquí el motivo por el cual exclamé que mirasen al sol. Mi motivo no era llamar la atención del pueblo, pues ni siquiera me daba cuenta de su presencia. Fui inducida para ello por un impulso interior.

     (Se da entonces el milagro del sol, prometido tres meses antes, como prueba de la verdad de las apariciones de Fátima. La lluvia cesa y el sol por tres veces gira sobre sí mismo, lanzando a todos los lados fajas de luz de varios colores, amarillo, lila, anaranjado y rojo. Parece a cierta altura desprenderse del firmamento y caer sobre la muchedumbre. Al cabo de diez minutos de prodigio toma su estado normal. Entretanto, los pastorcitos eran favorecidos por otras visiones.)




     Desaparecida Nuestra Señora en la inmensidad del firmamento, vimos al lado del sol a San José con el Niño y a Nuestra Señora vestida de blanco con un manto azul. San José con el Niño parecían bendecir al mundo, pues hacía con las manos unos gestos en forma de cruz.

     Poco después, pasada esta Aparición, vi a Nuestro Señor y a Nuestra Señora, que me daba sensación de ser la Virgen de los Dolores. Nuestro Señor parecía bendecir al mundo de la misma forma que San José. Se disipó esta aparición y me parecía ver todavía a Nuestra Señora en forma semejante a Nuestra Señora del Carmen.


(Relato de la Sexta Aparición de Nuestra Señora en Fátima, escrito por Lucía dos Santos)





jueves, 12 de octubre de 2017

EL PILAR DE ZARAGOZA: PRIMER TEMPLO MARIANO DE LA CATOLICIDAD



      Según la Sagrada Tradición el Apóstol Santiago, en su anhelo por predicar el Evangelio de Nuestro Señor, llegó hasta Caesaraugusta ( actual Zaragoza ), a orillas del río Ebro. Su prédica no fue fácil, ya que los habitantes de la ciudad eran duros de convertir a la verdadera Fe.

      El Apóstol Santiago sufrió entonces un fuerte desánimo, en medio del cual se planteó si merecía la pena continuar en aquellas tierras. En medio de esa angustia fue consolado por la visita en carne mortal de la Purísima Virgen María ( que aún vivía en Jerusalén ), rodeada esplendorasamente por una corte de ángeles. Todos los escritos coinciden que la bendita aparición tuvo lugar el dos de Enero del año 40.

      Como prueba de su amor por la misión de Santiago dejó una columna de jaspe; en torno a dicha columna, símbolo de la fortaleza de la Fe Católica, los primeros conversos construyeron una modesta capilla, que fue el primer templo dedicado a Nuestra Señora. Se asegura que la columna nunca ha sido movida del lugar primitivo.

      La misma Tradición nos ha legado las prometedoras palabras de la Madre de Dios al Apóstol:



      El Papa Clemente XII estableció la fecha del 12 de Octubre para la Festividad de la Virgen del Pilar. El Papa Pío XII concedió a todas las naciones Hispanoamericanas la posibilidad de celebrar la misma misa de Nuestra Señora del Pilar que se celebraba en España.


PROMESA CUMPLIDA DE NUESTRA SEÑORA:
"ESTE SITIO PERMANECERÁ 
HASTA EL FIN DEL MUNDO"

      En la noche del 2 al 3 de agosto de 1936, a dos semanas de iniciarse la Guerra Civil Española, un avión trimotor Fokker F. VII , de la LAPE (Líneas Aéreas Postales Españolas) militarizado por el bando republicano, recibida orden del Coronel Sandino ( bautizado en El Pilar ), salió del aeródromo militar del Prat de Llobregat para bombardear Zaragoza.


      Se lanzaron cuatro bombas sobre la basílica, una de 10 kg y tres de 50 kg de peso. Una de ellas cayó en la plaza del Pilar; otra, en el río, y las dos últimas impactaron sobre la cubierta de la Iglesia. De estas dos, la primera entró a la basílica por el coreto del Cabildo y la cámara Angélica (donde se venera a Nuestra Señora sobre el Pilar que le dejó al Apóstol Santiago) y dañó ligeramente una pintura de Goya, y la segunda chocó con una de las pechinas de una cúpula, pero no llego a penetrar en el templo. Sorprendentemente, ninguna de las cuatro hizo explosión.

      El piloto del aparato, según algunas fuentes, fue el alférez Villa Ceballos, apodado el Negus (muerto poco después en el frente de batalla). Según éste, el avión contaba con dos bombas más, pero al ver que ninguna de las cuatro que había tirado hizo explosión, su extrañeza y su asombro fueron tales que regresó a Barcelona. Otras fuentes (Luis Sorando, el “bombardeo” del Pilar. Heraldo de Aragón, 27 de octubre de 1990) señalan que el piloto era Manuel Gayoso Suárez, que había obtenido su titulo de piloto militar en 1922 con la 4ª promoción siendo soldado de ingenieros, y durante la Guerra de Marruecos había participado en numerosas misiones.



      Todas las otras bombas arrojadas a Zaragoza antes y después explotaron, excepto las cuatro que se lanzaron contra la Basílica. Sin embargo, los republicanos no volvieron a repetir la hazaña de bombardear el Pilar. El director del Parque de Artillería de Zaragoza analizó la bomba caída en la plaza –la única que quedó entera para poderla estudiar- y habló de un error de fabricación: “la espoleta funcionó, su aguja hirió y dio fuego a la cápsula fulminante, principio de la cadena… que estaba completa (pólvora, cebo y multiplicador), pero su orden cuando la vimos, no era el debido, ya que a continuación de la pólvora venía el multiplicador y a lamitad de éste, el cebo de nitro, que aparecía intacto”. Otros expertos han asegurado que las bombas se lanzaron a unos 150 o 200 metros de altura y no a más de menos 300 metros, que era el mínimo para que hicieran explosión.


lunes, 9 de octubre de 2017

ANIVERSARIO DEL ÚLTIMO PAPA CATÓLICO

          En un nuevo Aniversario del óbito del último Papa Católico, traemos una reseña de su vida, que si bien brilló por el peso de la tiara papal, no fue menos refulgente en la vida íntima con Dios, por eso no somos pocos los que no tenemos duda de la santidad del "Pastor Angélico" Pío XII.




          Eugenio María Giovanni Pacelli nació en Roma el 2 de marzo de 1876. Hijo de una familia dedicada al servicio papal, fue bautizado a los dos días por su tío, Mons. Giuseppe Pacelli.

         Realizó sus primeros estudios en Roma, destacando notablemente ya que contaba con una extraordinaria memoria y una vida muy disciplinada, elementos que hicieron de él un estudiante ejemplar. A pesar de su afición por la lectura, la música, la filatelia y la arqueología, estaba dotado de un espíritu sumamente piadoso y profundo, sin duda por la educación recibida en casa.



        Sintiéndose llamado al sacerdocio, ingresó en el Seminario de Capranica, para luego completar sus estudios en el Seminario de San Apolinario y en la Universidad Gregoriana; fue ordenado sacerdote el Domingo de Pascua de 1899 por Mons. Francesco Cassetta.

       Dos años después pasó a trabajar en la Secretaría de Estado del Vaticano. Habiendo culminado con éxito sus estudios en Derecho Eclesiástico y Civil el año 1902, fue contado, dos años más tarde, entre los colaboradores de la comisión a la que el Papa Pío X confió la revisión y nueva codificación de las leyes canónicas, con el objeto de promulgar un Código de Derecho Canónico actualizado. Mientras Pacelli dedicaba tiempo y esfuerzo a esta delicada y ardua tarea, pudo desempeñarse también como profesor de Diplomacia Eclesiástica en la Pontificia Accademia dei Nobili Ecclesiastici (1909-14). 

       En varias ocasiones tuvo el privilegio de representar a la Santa Sede, como cuando dio las condolencias en nombre del Vaticano a Eduardo VII de Inglaterra, al morir la reina Victoria, o en 1908, al representar al Papa en el Congreso Internacional Eucarístico en Londres, donde conoció a Winston Churchill. En 1911 se le encargó además asistir a la coronación del Rey Jorge V de Inglaterra en nombre de la Santa Sede.

       Benedicto XV designó a Pacelli Nuncio Apostólico en Baviera, para lo cual lo  consagró Obispo titular de Sardes y lo elevó a la dignidad arzobispal en la Capilla Sixtina el 13 de Mayo de 1917...el mismo día y casi a la misma hora que tenía lugar la Primera Aparición de Nuestra Señora en Fátima. Años más tarde, en 1952, cumpliría con el deseo de Nuestra Señora de Fátima de consagrar Rusia a Su Inmaculado Corazón. 




      Pío XI lo elevó a Cardenal y dos meses más tarde lo designó como Secretario de Estado del Vaticano. Desde este nuevo estatus, Eugenio Pacelli negoció y firmó los Concordatos de la Santa Sede con el Ducado de Baden, la República de Austria y el Reino de Yugoslavia, además del Concordato entre la Santa Sede y la Alemania nacional-socialista.

      Viajó como Delegado Apostólico de Su Santidad por todo el mundo; destacando su participación en el Congreso Eucarístico de Buenos Aires en 1934; los habitantes de estas Islas Canarias, tuvieron la suerte de recibirle cuando el Cardenal Pacelli hizo escala en la isla de Gran Canaria, donde visitó la Catedral de Santa Ana y la Villa de Teror, donde oró ante la Patrona, la Virgen del Pino.

      A la muerte del Papa Pío XI, la organización de la Sede Vacante correspondió a Pacelli por su cargo de Camarlengo. Después de un Cónclave de sólo dos días y a la tercera votación fue elegido Papa el 2 de marzo de 1939. Diez días después fue coronado por el Cardenal Camillo Caccia Dominioni, Protodiácono de Santa Maria in Dominica.

      Una de sus primeras decisiones como Papa fue la de borrar del Índice las obras de Charles Maurras, fundador de la Action Française. También mandó realizar excavaciones bajo la Basílica de San Pedro, donde fueron hallados los restos del primer Papa. En cuestiones más temporales, siempre se posicionó contra el Comunismo y proclamó el anatema para aquellos católicos que se unieran a sus filas.

      Fue el primer Papa en desenvolverse con los medios de comunicación de la época; así fueron frecuentes sus radio mensajes y hasta sus apariciones en la televisión. Veía en los medios una manera imprescindible para hacer apostolado, especialmente por parte de los seglares.

      Su doctrina, fidelísima a la Sagrada Tradición Católica, quedó reflejada en más de cuarenta Encíclicas, cincuenta Cartas Apostólicas y una treintena de Constituciones Apostólicas entre otros documentos que fueron y son hoy día faro y guía para todo católico. 

      Destacó su ahínco por hacer del Sagrado Corazón de Jesús el estandarte de todo católico, del cual "Deseamos también vivamente que cuantos se glorían del nombre de cristianos e, intrépidos, combaten por establecer el Reino de Jesucristo en el mundo, consideren la devoción al Corazón de Jesús como bandera y manantial de unidad, de salvación y de paz."

      En su última enfermedad parece que fue reconfortado con visiones de Nuestro Señor y de la Madre de Dios, de la cual fue devotísimo esclavo y apóstol de su Rosario y del Bendito Escapulario, en el cual quería Pío XII que los católicos "Reconozcan en este memorial de la Virgen un espejo de humildad y castidad". Entregó su santísima alma a Dios, el 9 de Octubre de 1958.