sábado, 18 de octubre de 2025

"YA SE ESTÁ LLENANDO LA COPA...", el Primer Mensaje de Nuestra Santa Madre en Garabandal



               El 18 de Octubre de 1961, la Santa Madre de Dios, en medio de Sus Apariciones en la aldea española de San Sebastián de Garabandal, daba a conocer al mundo un apremiante Mensaje a la Humanidad.

               La principal vidente de Garabandal, Conchita González, comenzó a escribir un Diario, por obediencia a su confesor; en él contaría con detalle la relación de Apariciones y comunicaciones celestiales que ella y las otras niñas recibirían entre 1961 y 1965. 

               Queremos ahora entresacar del Diario de Conchita algunos extractos, referencias hacia Jesús Sacramentado y sobre la mucha asiduidad con que las jóvenes videntes visitaban al Señor oculto en el Sagrario. 




               Vemos así, que después de ver al Ángel la primera vez  "Echamos a correr -escribe Conchita- a comunicárselo a la Señora Maestra. Una vez terminamos de llorar, volvimos a la puerta de la Iglesia y entramos en ella y en aquel mismo momento llegó la Señora Maestra, toda asustada, y nos dijo:

      - Hijas mías, ¿es verdad que habéis visto al Ángel?.


Y nosotras le respondimos:


      - Sí Señora.


Y ella exclamó:


      - A ver si es imaginación vuestra.


Y nosotras volvimos a insistir:


    - No Señora, no, que le vimos bien.


   Ella enseguida dijo:


    - Vamos a rezar una Estación a Jesús Sacramentado en acción de gracias.


               En el segundo día de las Apariciones del Arcángel San Miguel, el 19 de Junio de 1961, no vieron al Ángel; con el candor de una niña de doce años, escribe Conchita:

             Eran las ocho y cuarto de la noche. Fuimos a hacer una Visita al Santísimo y después nos hemos ido para nuestra casa.

            El Domingo siguiente que vino muchísima gente dice: Cuando terminamos la Aparición, que serían las ocho y media, nos fuimos a la Iglesia a rezar a Jesús Sacramentado y nos metieron en la sacristía con cuatro doctores y Sacerdotes a preguntarnos cosas. Los Sacerdotes no lo creían algunos, otros sí. (1)




               En otro capítulo Conchita nos cuenta "Un día nos mandó - el Ángel- que fuéramos en la mañana a los Pinos, sin comer nada, y que fuera una niña con nosotras y nosotras llevamos una niña e hicimos lo que Él nos mandó.

         Cuando llegamos a los pinos, se nos apareció el Ángel con un Copón como de oro y nos dijo:

         - Os voy a dar la Comunión, pero ya están las formas Consagradas. Rezar el "Yo pecador".

     Nosotras le rezamos. Después nos dio la Comunión y después de Comulgar nos dijo que rezáramos con Él el "Alma de Cristo" y nosotras lo rezamos, y nos dijo:

         - Mañana también os la daré y se fue.

     Cuando se lo decíamos a la gente, no lo creían algunos y sobre todo los Sacerdotes porque decían que el Ángel no podía Consagrar. Nosotras, cuando volvimos a ver al Ángel, se lo dijimos lo que decía la gente y Él nos dijo:

    - Que las cogía en los Sagrarios, que las cogía de la tierra.




NOTAS ACLARATORIAS:


        1- Las Visitas a Jesús Sacramentado, las Comuniones Espirituales y el rezo continuo del Santo Rosario constituirían parte esencial en la vida de piedad de las cuatro niñas videntes.




viernes, 17 de octubre de 2025

PARA LAS ALMAS ATORMENTADAS POR LAS DISTRACCIONES, por Santa Margarita María de Alacoque




¡Viva Jesús!


                    El Lunes se puede tomar la Llaga de la Mano derecha de Nuestro Señor Jesucristo, para que sirva de espejo a nuestra alma y a nuestro corazón. Mirémonos en él, de tiempo en tiempo, para descubrir nuestros movimientos desordenados y todo lo que se opone a nuestra, unión con Él.

                    Y poniéndonos en la actitud de una criminal ante el Juez, le pediremos que sea Él mismo nuestra justificación, diciéndole con frecuencia: ¡Oh Juez lleno de clemencia y misericordia!, por el mérito de ese juicio injusto y esa rigurosa sentencia que fue pronunciada contra Vos, apartad de mí la que mis pecados han merecido. Y otras veces: ¡Ah Señor, salvad por Vuestra Bondad a la que podéis condenar por Vuestra Justicia!.

                    Se puede conversar así durante el día con este Juez soberano, para negociar nuestra eterna salvación, manifestándole el dolor que sentimos de haberle ofendido, por medio de frecuentes actos de contrición; y, después, sufrir y hacer todas nuestras acciones en espíritu de penitencia.


                    El Martes hagamos nuestra morada en la Sagrada Llaga de la Mano izquierda de Nuestro Señor, sintiéndonos como el hijo pródigo ante su padre, pidiéndole perdón por haber abusado tanto tiempo de Sus gracias por nuestros extravíos, resistiendo a Su Santísima Voluntad. Y con confianza filial arrojémonos en Sus brazos, que Su Amor Le hizo extender en la Cruz para redimirnos.

                    Digámosle a menudo: Dios mío, Vos sois mi Padre, tened compasión de mí, según la grandeza de Vuestra Misericordia. Yo me abandono en Vos; no me rechacéis, pues sé que el hijo no puede perecer en los brazos de un Padre Todopoderoso.

                    Y otras veces, mirando Su Bondad y Amor, decidle: ¡Oh mi Buen Padre, hacedme digna de cumplir, en todo, vuestra Santa Voluntad, pues soy toda vuestra!. Ejercitad en ese día las virtudes de la mansedumbre y la paciencia.


                    El Miércoles debemos retirarnos a la Sagrada Llaga del Pie derecho y allí permanecer como la pobre oveja que vuelve de sus extravíos, por temor del lobo infernal, que es nuestro orgulloso amor propio que nos hace caminar tan a menudo por el camino de la iniquidad.

                    Y pensando en los muchos pasos que dio este Soberano Pastor para buscarnos, se lo agradeceremos y uniremos todos nuestros pasos a los Suyos, pidiéndole la gracia de caminar por el camino de Su Amor, diciéndole con frecuencia: ¡Ay mi amable Pastor, desprendedme de todas las cosas terrenas y de mí misma, a fin de que me una a Vos!. Haceos oír de mi corazón y traedlo de tal modo a que Os ame, que no pueda ya resistiros.

                    Y otras veces, descubriéndole las heridas que el pecado ha causado en vuestra alma, le diréis: ¡Oh Señor mío!, curadme aplicándome Vuestras Sagradas llagas; Vos lo podéis si queréis. No perdáis en este día ninguna ocasión de humillaros.


                    El Jueves debemos retirarnos a la Llaga del Pie izquierdo, y allí, como un soldado destinado a combatir constantemente, prepararnos a resistir valerosamente los asaltos de nuestros enemigos, en presencia de nuestro Soberano. Él será nuestro escudo y fortaleza, que puede acabar con ellos cuando le plazca. Pero Su Gloria está en exponernos al combate, a fin de que, dándonos el triunfo, se vea Su fortaleza en nuestra debilidad y nos saque victoriosas para tener ocasión de premiarnos.

                    Y puesto que hace consistir todo Su placer en vernos combatir, complazcámonos en manifestarnos fieles, no deteniéndonos nunca voluntariamente en ningún mal pensamiento. ¡Ah Señor, mi corazón os pertenece!. No permitáis que se ocupe en otra cosa más que en Vos, que Sois el premio de todas mis victorias y el sostén inquebrantable de mi fragilidad. Y otras veces: ¡Dios mío!, sufro violencia; apresuraos a socorrerme. Práctica para este día: la pureza de intención.


                    El Viernes debemos retirarnos a la llaga de Su Sagrado Costado, como un pobre viajero que busca el puerto seguro para ponerse al abrigo de los escollos y borrascas del tempestuoso mar de este mundo, en donde estamos expuestos a continuos naufragios, sin el socorro de nuestro diestro Piloto: debemos dejarnos en absoluto a Su cuidado, sin querernos ocupar más que en amarle y complacerle. 

                    Debemos buscar ocasiones de darle contento por el ejercicio de la Santa Caridad, pensando y hablando siempre bien de nuestro prójimo, asistiendo a los pobres según nuestros medios, espiritual y corporalmente, mirando a Jesucristo en su persona y no haciéndoles nada más que lo que quisiéramos se nos hiciera a nosotros mismos. Digamos a menudo a Nuestro Señor: ¡Dios mío, Vos Sois mi todo, mi vida y mi amor!. Salvadme y no me dejéis perecer en el diluvio de mis iniquidades.


                    El Sábado hay que honrar la Sagrada Llaga del Hombro, mirando a Nuestro Señor como a un verdadero y perfecto amigo, que se ha cargado con nuestros pecados, haciéndose nuestro fiador con Su Eterno Padre. Éste, mirándole bajo este aspecto de pecador, le ha inmolado a todos los rigores de Su Divina Justicia, aunque fuera inocente.

                    Ha querido morir para merecernos por un exceso de Su Amor una vida inmortal y bienaventurada, sacándonos de una muerte inmortalmente desgraciada. Bendigámosle y démosle gracias por tan ardiente caridad. Por ella deberíamos deshacernos en reconocimiento, ofreciéndole un continuo sacrificio de todo nuestro ser, con homenaje de amor y de adoración a Su Soberana Grandeza, que se agrada en nuestra pequeñez.

                    Y otras veces, considerándole en esta calidad de amigo, podemos confiarle todos los secretos de nuestro corazón y descubrirle todas nuestras miserias y necesidades, como a Aquel que únicamente puede remediarlas, diciéndole: ¡Oh Amigo de mi corazón, la que amáis está enferma!. Visitadme y curadme, pues ya sé que no podéis amarme y al mismo tiempo abandonarme a mis miserias.

                    Practicad en este día la mortificación de los sentidos, privándoos de algunos gustos para honrar las privaciones del Sagrado Corazón de Jesucristo.


                    El Domingo, rendiréis homenaje a la Santísima Trinidad, por mediación del Sagrado Corazón de Jesucristo, a quien debemos mirar como a nuestro Libertador, que nos librará del cautiverio de Satanás, y como a nuestro Buen Maestro, que nos enseñará a conocerle y amarle con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas y potencias, puesto que en este amor consiste toda nuestra dicha y felicidad.

                    Adoremos y amemos a Dios por medio de este Corazón adorable; hagamos todas nuestras acciones en Él; roguémosle que todo lo haga Él en nosotros y por nosotros y nos restituya la vida de la gracia, uniéndonos con Dios cuando el pecado nos hubiese separado. Que repare todos nuestros defectos y supla por todo lo que nos falta para serle agradables. Unámonos a menudo a lo que hace en nosotros y por nosotros, diciéndole: Sagrado Corazón de Jesús, confundid a mis enemigos.

                    Dirijámonos a Él en todas nuestras necesidades, pidámosle que fortalezca nuestra debilidad, que enriquezca nuestra pobreza, que ablande la dureza de nuestros corazones para hacerlos susceptibles de Su Puro Amor, que no acepta los corazones divididos. Por eso, cuando queremos que Su Amor sea nuestro huésped, tenemos que vaciar y desprender nuestro corazón del afecto de todas las criaturas y de nosotros mismos. Todo lo que nos atrae hacia sí nos lo arrebata y nos quita a Dios y Su Puro Amor, que reina en el sufrimiento y triunfa en la humildad, para gozar en la unidad.

                    La Cruz es mi gloria, el Amor a ella me conduce, el Amor me posee, el Amor me basta. Nada hay manchado en la inocencia; nada se pierde en la penitencia, nada pasa en esta hermosa mansión; todo en ella se consuma en el Amor. Pureza en vuestras intenciones, humildad en todas vuestras operaciones, unidad sin mezcla de propio interés en vuestras pretensiones. Por la pureza vendréis a ser objeto de Sus amorosas complacencias; por la humildad Le haréis reinar en vuestros corazones y conservaréis Su amistad; y por la caridad reinaréis vos en ese adorable Corazón.

                    He aquí con qué se pueden ocupar las almas que tienen dificultad para estar en la Presencia de Dios, a quien debemos mirar siempre en nosotras mismas, en cualquier condición que le consideremos, para acostumbrarnos más fácilmente a Su Divina Presencia. Porque mirándole en nosotras, es preciso que todas nuestras potencias y facultades, e incluso nuestros sentidos, se recojan dentro de nosotras mismas. Mirándole fuera de nosotras, los objetos exteriores nos distraen con facilidad.


Santa Margarita María de Alacoque




miércoles, 15 de octubre de 2025

SANTA TERESA DE JESÚS, "...no queráis que vaya delante de Vos tan vacías las manos"

 

               ¡Bienaventurada alma que la trae el Señor a entender verdades! ¡Oh, qué estado éste para los reyes! ¡Cómo les valdría mucho más procurarle, que no gran señorío! ¡Qué rectitud habría en el reino! ¡Qué de males se excusarían y habrían excusado! Aquí no se teme perder vida ni honra por amor de Dios. ¡Qué gran bien éste para quien está más obligado a mirar la honra del Señor, que todos los que son menos, pues han de ser los reyes a quien sigan! Por un punto de aumento en la Fe y de haber dado luz en algo a los herejes, perdería mil reinos, y con razón. Otro ganar es. Un reino que no se acaba. Que con sola una gota que gusta un alma de esta agua de él, parece asco todo lo de acá.




               ¡Oh Dios mío! Dadles a entender a lo que están obligados, pues los quisisteis Vos señalar en la tierra de manera, que aun he oído decir hay señales en el Cielo cuando lleváis a alguno. Que, cierto, cuando pienso esto, me hace devoción que queráis Vos, Rey mío, que hasta en esto entiendan os han de imitar en vida, pues en alguna manera hay señal en el Cielo, como cuando moristeis Vos, en su muerte.

               Todo lo hace aventurar la vida, que deseo muchas veces estar sin ella, y era por poco precio aventurar a ganar mucho. Porque no hay ya quien viva, viendo por vista de ojos el gran engaño en que andamos y la ceguedad que traemos.

              Llegada un alma aquí, no es sólo deseos los que tiene por Dios; Su Majestad la da fuerzas para ponerlos por obra. No se le pone cosa delante, en que piense le sirve, a que no se abalance; y no hace nada, porque -como digo- ve claro que no es todo nada, sino contentar a Dios.

               Cueste lo que costare, Señor, no queráis que vaya delante de Vos tan vacías las manos, pues conforme a las obras se ha de dar el premio. Aquí está mi vida, aquí está mi honra y mi voluntad; todo os lo he dado, vuestra soy, disponed de mí conforme a la vuestra. Bien veo yo, mi Señor, lo poco que puedo; mas llegada a Vos, subida en esta atalaya adonde se ven verdades, no os apartando demí, todo lo podré; que si os apartáis, por poco que sea, iré adonde estaba, que era al infierno.  

               ¡Oh, qué es un alma que se ve aquí, haber de tornar a tratar con todos, a mirar y ver esta farsa de esta vida tan mal concertada, a gastar el tiempo en cumplir con el cuerpo, durmiendo y comiendo! Todo la cansa, no sabe cómo huir, vese encadenada y presa. Entonces siente más verdaderamente el cautiverio que traemos con los cuerpos, y la miseria de la vida. Conoce la razón que tenía San Pablo de suplicar a Dios le librase de ella. Da voces con él. Pide a Dios libertad, como otras veces he dicho; mas aquí es con tan gran ímpetu muchas veces, que parece se quiere salir el alma del cuerpo a buscar esta libertad, ya que no la sacan. Anda como vendida en tierra ajena, y lo que más la fatiga es no hallar muchos que se quejen con ella y pidan esto, sino lo más ordinario es desear vivir. 

               ¡Oh, si no estuviésemos asidos a nada ni tuviésemos puesto nuestro contento en cosa de la tierra, cómo la pena que nos daría vivir siempre sin él templaría el miedo de la muerte con el deseo de gozar de la vida verdadera! 



Libro de la Vida



Para leer una reseña biográfica de Santa Teresa
solo tienes que tocar AQUÍ



martes, 14 de octubre de 2025

EL ÁNGEL PERMANECE EN SU MISTERIOSO SILENCIO


                    "Tu Ángel de la guarda te cubre con sus alas, y en tu corazón reposa Jesús, pureza de las vírgenes. Tú no ves tus tesoros. Jesús duerme y el Ángel permanece en su misterioso silencio..."


Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz



                    En LA SEMANA DEL BUEN CRISTIANO dedicamos el día Martes al Santo Ángel Custodio; una manera muy práctica de entender el Amor que Dios nos tiene, que nos consuela en todo momento y lugar es la compañía y guarda de un espíritu beatífico que Él nos asigna, desde que nacemos hasta llegar al Cielo.

                    El Ángel Custodio nos acompaña a recibir el perdón de nuestros pecados en el confesonario, donde nos inspira y ayuda para recordar y decir todas nuestras faltas. Su compañía es segura en el momento sublime de recibir a Nuestro Señor en la Sagrada Comunión, donde el Ángel Custodio nos inspira los más vivos sentimientos de amor y piedad hacia Aquél que se nos da en Cuerpo y Alma. 

                    En el Purgatorio, si la Misericordia de Dios consiente en que allí padezcamos por los pecados no satisfechos, gozaremos del consuelo de nuestro Ángel, que limpiará nuestras lágrimas y nos confortará hasta que lleguemos al Paraíso.

                    Invócalo pues y pídele ayuda cuando temas llegar tarde al trabajo, cuando sientas desconfianza de alguien; ruégale que te ayude a andar seguro por la ciudad, para que vele por tus asuntos no sólo espirituales, sino también que te eche una mano en los problemas cotidianos.

                    El Santo Ángel Custodio es nuestro mejor amigo y cómplice para enmendarnos y llevar una vida santa; entrégate a su guarda para que te ayude a dominarte, confía en el Ángel Custodio para desterrar ese pecado que tanto te cuesta esquivar o para que refrene tu lengua cuando vayas a hablar mal de alguien.

                    Si quieres ayudar a alguna persona amiga que anda lejos de Dios, te podrá sorprender la ayuda que te puede prestar el Ángel Custodio: tan sólo reza al Ángel de esa alma, para que sea el propio Guardián el que le lleve por buen camino o al menos predisponga su corazón para los designios de Dios.

                    Otro medio muy eficaz para cuando intentemos socorrer o consolar espiritualmente a un amigo que no tenemos cerca, es enviarle a nuestro Ángel Custodio, para que cuide y vele por esa persona como si fuésemos nosotros mismos quienes lo hacemos.


DOS ORACIONES 
para encomendarse a la protección del Santo Ángel Custodio


                    1ª) Ángel de Dios, que eres mi custodio: ya que la Suprema Piedad me ha encomendado a ti, ilumíname, guárdame, guíame, gobiérname. Amén.


                    2ª) Ángel de Dios, Príncipe del Cielo, Guardián vigilante, Guía fiel, Pastor amoroso, yo me regocijo de que Dios te haya creado con tanta perfección, de que Él te haya santificado por Su gracia y, finalmente, de que te haya coronado de gloria por haber perseverado en Su servicio. ¡Qué Dios sea siempre alabado por los muchos bienes que te concedió! ¡Bendito seas por todo el bien que nos haces, a mí y a mis compañeros! Yo te entrego mi cuerpo, mi alma, mi memoria, mi inteligencia, mi imaginación y mi voluntad. Gobiérname, ilumíname, purifícame; dispón de mí como quieras” (Manual de la Congregación de los Santos Ángeles, Tournai).



lunes, 13 de octubre de 2025

LA VIDA ESPIRITUAL ( III ) por la Madre María de los Ángeles Sorazu, Concepcionista Franciscana. La primera noche y el desierto




1. Camino de perfección 


                    Inmediatamente o poco después de su conversión -algunas veces lo conocen antes- Dios Nuestro Señor muestra al alma un camino recto, seguro, espacioso y real, que conduce al Cielo. Es la Vida de Jesucristo, Su Divino Hijo, Nuestro Redentor y Modelo, cuyo camino comprende una infinidad de estrechos senderos que empiezan y terminan en el mismo lugar. Señalando uno de dichos senderos, dice al alma que vaya por él, porque en el punto donde termina, la espera con los brazos abiertos para asociarla a Su Beatitud y Gloria divina, que es la recompensa prometida a Sus fieles servidores e imitadores de Su Divino Hijo.

                    Al mismo tiempo le presenta un Santo o varios para que se inspire en ellos en las disposiciones con que debe caminar para conseguir su perfección y para que a través de sus virtudes contemple a Jesucristo, sobre todo en los principios, hasta que adaptada su alma pueda contemplar de hito en hito su fisonomía humano-divina

                    El camino —así como los senderos en él comprendidos— está sembrado de flores, cruces y espinas, y las vías se diferencian unas de otras por el mayor o menor número de cruces plantadas en ellas y por la calidad y dimensiones de las mismas, pues unas son mayores y más pesadas que otras. Las flores simbolizan las virtudes, privilegios y perfecciones divinas de Jesucristo; las cruces significan su vida paciente, y las espinas los agravios que le infiere la ingrata correspondencia de los hijos de Adán, por cuya redención tomó carne humana y padeció y murió en una cruz.


2. En marcha 


                    Conocido el sendero que debe seguir -el cual fija la vocación del alma- entra en él y comienza a caminar con la bendición de Dios Padre, auxiliada con la presencia y eficaz socorro del Espíritu Santo y adherida al mismo Jesucristo, su Camino, Verdad y Vida, patrocinada además por la Virgen Santísima, su Ángel tutelar y los Santos de su especial devoción. Camina gozosa, sufriendo resignada las punzadas de las espinas, besando con amor y respeto las cruces que encuentra a su paso y recogiendo las flores, emblema de las virtudes y perfecciones de Jesucristo, cuyas flores, unas come y asimila, con otras teje el vestido nupcial y se adorna con él, y las restantes, en forma de hermoso ramillete, las ofrece al Padre Celestial por las inmaculadas manos de la Santísima Virgen, para Su eterna Gloria y alabanza, suplicándole que en retorno y por el valor infinito de las mismas, perdone a la humanidad culpable y nos prodigue a todos Su Amor y protección soberana y divinas bendiciones.


3. Desaparece la devoción sensible


                    Después de un periodo de consolación más o menos largo, durante el cual ha caminado con paso firme y presuroso y salvando algunas distancias, he aquí que de repente le sorprende la noche, la primera noche después del radiante y festivo día de su Vida Espiritual, noche en que no sospechaba siquiera, pues ignoraba que tales noches existieran en los caminos de Dios. 

                    La noche consiste en que el Señor -para altísimos fines de Su Gloria y bien de la misma alma- le retira la gracia de la devoción sensible y demás consolaciones que antes le prodigaba; devoción y consuelos espirituales en donde ella leía el Amor que Dios le profesaba y la aprobación que merecían sus obras en la estimación del mismo Dios; veía, en una palabra, la prueba inequívoca del buen estado de su conciencia y de su progreso en la Vida Espiritual. En el momento en que le falta esta devoción y este consuelo, el alma se queda a oscuras, como quedamos cuando el eclipse nos priva de la luz solar. Busca la razón del extraño fenómeno que experimenta y no la ve. Extiende sus brazos para probar si puede proseguir su marcha en medio de las tinieblas, palpando las cruces y las flores que antes veía, y solo halla el vacío, porque ya no hay flores ni cruces, ni siquiera espinas, cuyas punzadas le sabrían a gloria por la noticia y seguridad que su presencia le inspiraría de la firmeza del terreno que pisa. No, ya no hay seguridad para ella, porque el sendero se ha convertido en desierto. Se encuentra en una soledad pavorosa, triste, árida y desnuda de toda vegetación, en medio de las tinieblas de la noche. Es que Jesús, al retirarle la devoción sensible, le quitó también el sentimiento de Su Divina Presencia; y con esta doble privación se queda la pobre alma no solamente a oscuras, sino también desolada, padeciendo un completo y triste desamparo. He aquí el desierto.

                    Para colmo de su desgracia, ha perdido la facilidad que tenía para orar mentalmente, lo mismo que las energías que hallaba en el fondo de su ser para ejercitarse en las virtudes y practicar la penitencia. Al vivo anhelo, ardiente júbilo y dilatación suma que experimentaba en el ejercicio de la oración y demás prácticas piadosas, le sustituyen el tedio y la repugnancia, la pena y la aridez, el decaimiento, la tristeza y el desamparo, un vacío inmenso que nada puede llenarlo y las dudas y los temores de si está en pecado mortal y será esta la causa de lo que está padeciendo, si habrá consentido en la tentación A o B, que sintió en el día o días que precedieron a su desolación, y enojado Dios le habrá retirado Sus gracias, etc., etc.... Todo es confusión para la pobre alma.


4. La acción del Director espiritual 


                    Si tiene Director espiritual y le comunica su trabajo y angustia, encuentra en él luz y apoyo para sostenerse firme en su propósito de servir a Dios y no se desalienta, porque entiende por las instrucciones que recibe del mismo, que su trabajo es una prueba del Amor que Dios le profesa, y que su término será glorioso para Dios y consolador para ella. Y esta noticia la anima, consuela y sustrae del abismo de la desesperación y desaliento. 

                    Pero si no tiene Director, y más si jamás trató con sus Confesores de cosas espirituales, ni ha leído libros de Teología Mística -como algunas veces acontece- padece tribulaciones tantas y tan penosas que no hay términos para expresarlas, porque a los muchos trabajos y terribles desolaciones que padecen todas las almas en dicha noche, se agregan las ansiedades de su conciencia alarmada, la firme convicción de que recayó en pecado el día y hora en que el Señor le retiró la gracia sensible, que ya no hay perdón ni salvación para ella, que es esclava del demonio (1), a quien pertenece, y otras mil ideas angustiosas y trabajos que el diablo le procura o ella misma se crea, porque ignora en absoluto los caminos por donde Dios lleva a las almas. 


5. Exigencias de Dios


                    Cuando entra el alma en esta noche y desierto, Dios Nuestro Señor le pide sacrificios, esto es, que inmole en sí misma todo aquello que se opone al grado de perfección y unión divina a que la destina, sus apetitos desordenados, inclinaciones torcidas e imperfectas, orgullo, amor propio, sensibilidad, ambición y demás vicios, más o menos fuertes, que radican en la naturaleza viciada, empezando por la pasión dominante que le muestra cuál es, así como los medios de destruirla completamente para que los practique.

                    Si el alma responde a las exigencias de Dios, inmolando sus apetitos y torcidas inclinaciones en la forma que le pide, y practica las virtudes contrarias, pronto se termina para ella el periodo de prueba, porque en el momento en que se prepara para obedecerle, a la noche oscura en que se encuentra y al desamparo que padece se agregan nuevas tinieblas, mayores tentaciones y otros trabajos, entrando de lleno en el periodo de purgación, del que no sale hasta haberse purificado y espiritualizado. Mas si se resiste a obedecer a Dios, o le niega los sacrificios que Él le exige, u opone obstáculos a Su acción divina, entonces permanece estacionaria en el desierto hasta que se resigna enteramente en Su Divina Voluntad.

                    Esta es la razón por la que el periodo de prueba se prolonga y es más largo que el de las almas dóciles que tienen que purgar igual número de faltas y se hallan en las mismas condiciones y, a pesar de ello, salen antes del desierto.

                    Las almas rebeldes padecen infinitas torturas con la memoria de los favores recibidos y de su ingrata correspondencia a ellos, memoria que les persigue noche y día, cual amoroso reclamo, invitándolas a una segunda conversión o, mejor dicho, al perfeccionamiento de su conversión primera, que deberán completar con su perfecta sumisión al querer de Dios, que desea destruir en ellas el yo humano. De cuando en cuando se impone la gracia a estas almas; Dios lucha o se bate con ellas en su afán de subyugar su rebelde voluntad y conducirlas a sus altos destinos. Y si no lo consigue, emplea otros medios, hasta que por fin logra someterlas a Su dulce imperio. ¡Así ama Dios a las almas y se interesa por su salvación!. Bendito sea. Pero cuando ha triunfado del corazón rebelde y de los obstáculos que le ponía, se resarce de sus agravios ventajosamente con las penas que inflige en justo castigo de su insubordinación, si bien esta conducta no la observa con todas las almas, sino con las que llama a Su Unión divina.

                    En el momento, como antes se dijo, que el alma responde a los requerimientos de la Gracia y se dispone para la inmolación o muerte mística, la noche se oscurece mucho más, ya no es noche oscura la que padece, sino puras tinieblas, y lo que antes parecía desierto, ahora parece calabozo subterráneo, vecino del Infierno o situado en los dominios de satanás (2).


6. Benéfico influjo de María Santísima


                    Dios prepara al alma para esta dura prueba, comunicándole Su Divino Amor y una estima del mismo Dios tan grande, que no solo la obliga a servirle con perfección y padecer por Él cuanto le ordena, sino que lo hace sin interés, por ser Él quien es, estimando como singular beneficio que Dios se digne emplearla en Su servicio y concederle la dicha de amarle y padecer por Él.

                    A este auxiliar poderoso del amor estimativo de Dios, en algunas almas, se agrega el amor, devoción y adhesión inviolable a la Virgen. Santísima en grado tan alto que viven más de la Vida de María que de su vida propia. Las que practican la Vida Mariana tienen en la Virgen una ayuda poderosísima y un lenitivo para sus penas en todas las tribulaciones, sobre todo durante los periodos de prueba y desamparo que padecen.

                    Es admirable la conducta que observa la Señora con las almas que Le pertenecen -por su devoción y consagración perfecta- y el celo que despliega en favor de las mismas. ¡Con cuánto amor y ternura las visita, asiste en la tribulación, las protege y defiende de sus enemigos, las socorre en sus necesidades, las enamora de Dios, las adorna y prepara para su divina unión y obtiene esta gracia para ellas!. 

                    Estas almas pueden repetir con verdad las palabras del libro de la Sabiduría: "Todos los bienes me vinieron juntamente con ella, y por su medio he recibido innumerables riquezas", "Venerunt autem mihi omnia bona pariter cum illa et innumerabilis honestas per manus illius" (Sab 7, 11); porque quien tiene de su parte a la Virgen, y la tienen todos los que de veras la aman, posee un tesoro infinito, pues posee al mismo Dios. Y no hay quien prodigue los consuelos inefables que prodiga la Señora a Sus devotos en el tiempo de la tribulación.

                    Por esto las almas interiores, llamadas a vivir en intimidad con Dios, como preparación a las pruebas que les esperan en las noches y cavernas, en los desiertos y en los túneles que comprende su sendero, deben procurar identificarse con la Virgen y merecer Su amparo y protección, que si así lo hacen, padecerán menos y siempre aprovecharán más, pero singularmente en los periodos de sufrimiento, que es cuando más necesitan Su patrocinio. Padecerán menos, porque las almas que practican la Vida Mariana, cuando se ven abandonadas de Dios, acusadas de su propia conciencia, atormentadas por el demonio y desesperadas de su salvación, además de la protección que experimentan en su recurso frecuente a la Virgen, el afecto de complacencia que sienten por Ella les hace participantes de Su felicidad y gozan del torrente de Sus delicias. Aprovechan más, porque iluminada su alma con el resplandor de esta Estrella matutina, que jamás se oculta a Sus fieles servidores, tienen conciencia de la purgación dolorosa que en ellas opera la gracia y, confortadas con el patrocinio de la Señora, la sufren enseñadas por Ella con perfecta resignación, sin defenderse ni sustraerse, antes bien procuran cooperar con ella en la forma que les es posibles. Laus Deo.


NOTAS

            1 y 2) "demonio" y "satanás", aunque sean nombres propios la Madre Sorazu siempre lo escribía con minúsculas.


¿QUIÉN FUE LA MADRE MARÍA ÁNGELES SORAZU?

                    Florencia Sorazu Aizpurua nació el 22 de Febrero de 1873, en Zumaya (Guipúzcoa, España),  fue bautizada al día siguiente, en la Parroquia de San Pedro, en su pueblo natal. Desde su más tierna infancia Florencia se vio adornada de gracias sobrenaturales, que de algún modo anunciaban una predilección por parte de Dios. 

                    Creció humana y espiritualmente, venciendo las dificultades y luchas propias de su edad; el 26 de Agosto de 1891 ingresó en la Orden de la Inmaculada Concepción, en la ciudad de Valladolid. Al recibir el hábito blanco de la Orden tornó su nombre por el Sor María de los Ángeles: "María" por su amor a Nuestra Señora y "de los Ángeles" por la devoción que siempre tuvo a los Espíritus Celestiales. Realizó la Profesión solemne de votos el 6 de Octubre de 1892, y desde entonces se entregó con todo su ser a Jesucristo y a María Inmaculada. 

                    En Julio de 1907 el Señor permitió que comenzara una purificación interior, que la dispuso interiormente para el Matrimonio Espiritual, gracia que finalmente recibió el 10 de Junio de 1911. La Madre Sorazu, por obediencia a su Director, fue dejando constancia escrita de los aspectos de la vida de unión con Dios, su contemplación de la vida humana y divina de Jesucristo, los atributos divinos, la lectura y comentario de diversos pasajes bíblicos, destacando sus escritos referentes a la Virgen María.

                    En la Navidad de 1920 hace unos Ejercicios Espirituales de cuarenta días con la intención de prepararse para la Vida del Cielo. El 28 de Agosto de 1921, la Madre María Ángeles Sorazu expiraba tras haber compartido los padecimientos de Cristo, que según ella tanto deseó y pidió en su oración.



domingo, 12 de octubre de 2025

NUESTRA SEÑORA MARÍA SANTÍSIMA DEL PILAR


Este pilar permanecerá en este 
sitio hasta el Fin del Mundo 
y nunca faltarán en esta ciudad 
verdaderos Cristianos




LA PIADOSA TRADICIÓN DEL PILAR

                    Una antigua y venerada tradición refiere que la Santísima Virgen María, en carne mortal, se apareció en Zaragoza sobre una columna o pilar, signo visible de su presencia, alentando al apóstol Santiago en su evangelización por tierras españolas. El santuario levantado en ese lugar es uno de los más visitados en el mundo católico. Bajo su patrocinio de inició la evangelización de América el 12 de Octubre del 1492.

                    El Papa Clemente XII aprobó su Misa y Oficio litúrgico para toda España. Pío VII lo elevó a la categoría litúrgica de Fiesta. Y Pío XII otorgó a todas las naciones hispanoamericanas la posibilidad de celebrar la misma Misa que se celebra en España.               

                       "Después de la Pasión y Resurrección del Salvador y de Su Ascensión al Cielo, la Virgen María quedó encomendada al Apóstol San Juan. De Ella recibieron los Apóstoles el impulso para salir a anunciar el Evangelio en todo el mundo. El Apóstol Santiago, hermano de Juan e Hijo de Zebedeo, movido por el Espíritu Santo se dirigió a las provincias de España. Antes de partir besó las manos de la Virgen y pidió Su bendición.

                      Ella lo despidió con estas palabras: "Ve, hijo, cumple el mandato del Maestro y por Él te ruego que en aquella ciudad de España en que mayor número de hombres conviertas a la Fe, edifiques una Iglesia en Mi memoria, como Yo te lo mostraré". Saliendo de Jerusalén, Santiago llegó a España y pasando por Asturias llegó a la ciudad de Oviedo, donde sólo pudo bautizar a un hombre. Luego, entrando por Galicia, predicó en la ciudad de Padrón. De allí volviendo por Castilla se dirigió a Aragón, donde se encuentra Zaragoza, a orillas del Ebro. 

                       En esta ciudad, luego de predicar muchos días, bautizó a ocho varones con quienes conversaba durante el día del Reino de Dios. Por la noche, solo y descorazonado, se encamina por la ribera del río para descansar y orar en silencio. Durante la oración, una de esas noches oyó voces de Ángeles que cantaban: "Ave María llena de gracia..." al oírlos se postró de rodillas y vio sobre un pilar de mármol a la Virgen que le decía: "He aquí, Santiago, el lugar donde edificarás un templo en Mi memoria. Mira bien este pilar en que estoy, al que Mi Hijo y Maestro tuyo trajo de lo alto por mano de los Ángeles. Alrededor de él harás el Altar de la capilla, en este lugar obrará la Virtud del Altísimo portentos y maravillas por Mi intercesión por aquellos que, en sus necesidades imploren Mi Patrocinio. Este pilar permanecerá en este sitio hasta el Fin del Mundo y nunca faltarán en esta ciudad verdaderos Cristianos. 

                       Confortado por esta presencia de María, edificó un templo. Es la primera iglesia del mundo dedicada a la Virgen". 

                    Desapareció la Virgen y quedó ahí el pilar. El Apóstol Santiago y los ocho testigos del prodigio comenzaron inmediatamente a edificar una iglesia en aquel sitio y, con el concurso de los conversos, la obra se puso en marcha con rapidez. Pero antes que estuviese terminada la Iglesia, Santiago ordenó presbítero a uno de sus discípulos para servicio de la misma, la consagró y le dio el título de Santa María del Pilar, antes de regresar a Judea. Esta fue la primera iglesia dedicada en honor a la Virgen Santísima.

                    Muchos historiadores e investigadores defienden esta tradición y aducen que hay una serie de monumentos y testimonios que demuestran la existencia de una iglesia dedicada a la Virgen de Zaragoza. El más antiguo de estos testimonios es el famoso sarcófago de Santa Engracia, que se conserva en Zaragoza desde el siglo IV, cuando la santa fue martirizada. El sarcófago representa, en un bajo relieve, el descenso de la Virgen de los cielos para aparecerse al Apóstol Santiago.


LA SANTA COLUMNA O PILAR

                    "Es de jaspe, de dos varas de alta y descansa en una piedra que la continúa algo oscura que está sobre otra más clara, fijada en una base redonda y está sobre un plano de piedra como la que circuye toda la obra. La columna de jaspe está cubierta de bronce y, sobre el bronce, de plata, cuyas dos cubiertas llegan hasta el pie de la sagrada imagen que está colocada en la Columna sin otra seguridad y su diámetro mide 24 ctms". Manuel Vicente Aramburu en su descripción de la Santa Columna del Pilar en 1766.




                    Fragmento visible de la Santa Columna, en el humilladero que está en la parte posterior del Pilar de Zaragoza: la costumbre de besar el Pilar ya está atestiguada desde la Edad Media. El desgaste sufrido por la Santa Columna a causa de los continuos ósculos de los fieles, llevó a Julián de Yarza a modificar la altura de la apertura de la funda. El óvalo de oro que lo rodea se colocó a mediados del siglo XX, donado por el médico y escritor Ricardo Royo Villanova, Terciario Franciscano.




                    El Santo Pilar que la Tradición asegura que no se ha movido del mismo lugar donde se produjo la Venida, representa la idea de la estabilidad del edificio que simboliza la Iglesia gracias a la solidez y firmeza de la columna que viene a ser la confianza en la Fe que nos demuestra María.



sábado, 11 de octubre de 2025

MARÍA NUESTRA SEÑORA y MADRE, Santa Madre de Dios


"Ella adoró a Aquel 
quien había engendrado"

Oficio de la Purificación



                    La mente humana jamás podrá comprender plenamente todo lo que encierra el título de «Madre de Dios». Es el título con el que los Fieles se dirigen a María, y la Iglesia lo ha sancionado con su autoridad infalible (1). Todas las bellezas de la naturaleza, todas las riquezas de la gracia, todos los esplendores de la gloria palidecen ante la majestuosa grandeza de un título como este. Pues, por el hecho mismo de haber concebido al Verbo hecho carne, María ha quedado unida a Dios por los mismos lazos que unen a una madre con su verdadero hijo.

                    Así como, por tanto, la dignidad de la naturaleza humana en Jesucristo se eleva inconmensurablemente por encima de todo lo creado, en razón de la unión hipostática con el Verbo Divino, así también la dignidad de María pertenece a un orden superior, por Su posición como Madre de Dios. Este título es precisamente la fuente y la medida de todos esos dones de naturaleza, Gracia y Gloria, con los que el Señor se complació en enriquecerla. «La Santa Madre de Dios ha sido elevada por encima de los Coros de Ángeles en el Reino Celestial».

                    Admira, oh alma mía, tan grande milagro del Poder del Altísimo, y ya que se ha dignado llamarte al servicio de tan gran Reina, dale gracias y promete a tu Soberano eterna fidelidad.

                    El título de Madre de Dios, con que la Iglesia Católica honra a María, no es sólo fuente de incomparable grandeza en Ella, sino también un potente medio para fundamentarnos firmemente en la posesión de la Verdadera Fe y llevarnos a un conocimiento más perfecto de los atributos divinos.

                    De hecho, el primer paso para reconocer a Jesucristo como Salvador del mundo, es la creencia en la Maternidad Divina: por el contrario, quien se niega a reconocer a María como verdadera Madre de Dios, ha naufragado por ese mismo hecho en la Fe.

                    Además, la Sabiduría Divina resplandece con mayor claridad por el hecho de que Dios se dignó elegir a María como Madre de Su Hijo. De todas las obras de Dios, la Encarnación es la más digna de la diestra del Altísimo; pero ¿cómo puedo admirar suficientemente los designios de Tu sabiduría, oh Dios mío, ya que has querido oponer a la obra de destrucción y muerte, iniciada en el pecado de Eva y completada en el de Adán, una obra de reparación, iniciada en la obediencia de María y consumada en el sacrificio de Jesús?.

                    ¡Cuánta Gloria le corresponde a la Bondad de Dios por la Divina Maternidad!. Pues, al predestinar a María para ser Madre del Verbo, Dios también decretó dárnosla como Madre nuestra. Quiso que Ella, en unión con Su Hijo, realizara la obra de nuestra Redención y que, al regenerarnos a la vida de la gracia, se convirtiera en nuestra Madre en el orden espiritual.

                    ¡Oh, la profundidad de las riquezas de la sabiduría y del conocimiento de Dios!. ¡Cuán incomprensibles son Sus juicios y cuán insondables Sus caminos!

                    La Divina Maternidad es, sin duda, el punto de partida de la obra de nuestra Salvación. Por lo tanto, es deber de todo Cristiano proclamar con valentía esta verdad. Al creer que María es la Madre de Dios, creemos también que el Verbo se hizo carne. Pero para que esta Fe no sea estéril, debe ir acompañada de un sincero culto, tanto interno como externo; un culto consistente en actos de homenaje, veneración y amor hacia esta criatura incomparable, unida a nosotros por tantos títulos.

                    El alma fiel no puede, pues, hacer nada mejor que seguir el ejemplo que nos da la Iglesia, que no se cansa de proclamar esta Verdad al Universo entero, ya sea mediante la erección de templos en honor de María, mediante el establecimiento de hermandades consagradas a Ella, mediante la aprobación de Órdenes Religiosas dedicadas a Su servicio, o mediante la institución de prácticas de piedad en Su honor.

                    Sí, María es verdaderamente digna de ser saludada con las palabras que antaño dirigió el líder judío Ozías a Judit: “Bendita seas tú, oh hija, por el Señor Dios Altísimo, más que todas las mujeres de la tierra”.

                    La devoción a Nuestra Señora Santísima está tan íntimamente ligada a todo el Depósito de la Divina Revelación, que no es posible negar las prerrogativas de esta gloriosa Virgen, sin ofender alguna Verdad de la Fe Católica.

                    San Cirilo, el gran Obispo de Alejandría, fue el glorioso defensor de la Divina Maternidad y, en consecuencia, del Sagrado Depósito de la Revelación Cristiana. Sus excelsas virtudes se proclaman no sólo en testimonios privados, sino también en las solemnes Actas de los dos Concilios Generales de Éfeso y Calcedonia. Ansioso por promover la devoción a nuestra Santísima Señora e impulsado por el celo por la salvación de las almas, San Cirilo no tenía otra preocupación que preservar a su rebaño de las lamentables herejías sobre la Divina Maternidad de Nuestra Santísima Señora, que en aquel entonces invadían algunas iglesias orientales.

                    Cirilo, tan versado en las ciencias sagradas como ejercitado en todas las virtudes, fue enviado por el Papa San Celestino para presidir el Concilio de Éfeso. En esta gran asamblea se condenó la herejía de Nestorio y se proclamó el dogma de la Divina Maternidad de Nuestra Señora. En esta ocasión, San Cirilo derramó su corazón en una ferviente oración en honor a la Madre de Dios en presencia de todos los Obispos reunidos para la ocasión. Esta oración es uno de los himnos de alabanza más bellos que jamás se hayan compuesto en honor a la gloriosa Reina del Cielo (2).

                    Pero no pasó mucho tiempo antes de que el santo Obispo tuviera que sufrir por este hecho, lo que le atrajo el odio implacable de los herejes, de quienes tuvo mucho que sufrir. Terminaron por expulsarlo de su diócesis. Sin embargo, esto no le impidió seguir defendiendo el augusto Dogma de la Divina Maternidad de María, de palabra y por escrito. Estaba más que feliz de sufrir por esta Verdad; pero Nuestra Señora no tardó en recompensar a Su fiel siervo con abundantes gracias celestiales. Finalmente, por Su intercesión, se le permitió regresar a su sede, donde fue recibido con gran alegría por su pueblo. Murió santamente el 28 de Enero del año 444, pasando su alma de la tierra al Cielo para alabar por toda la Eternidad a la gloriosa Madre de Dios, a quien tanto había honrado durante su vida.


Extraído de "La más bella flor del Paraíso" 
escrito por el Cardenal Alexis-Henri-Marie Lépicier, 
de la Orden de los Siervos de María


NOTAS 

                    1) "Si alguno no confesare que el Emmanuel (Cristo) es verdaderamente Dios, y que por tanto, la Santísima Virgen es Madre de Dios, porque parió según la carne al Verbo de Dios hecho carne, sea anatema." Papa San Clementino I, Concilio de Éfeso, año 431.

            El Dogma de la Maternidad Divina se refiere a que la Virgen María es verdadera Madre de Dios. Fue solemnemente definido por el Concilio de Éfeso. Tiempo después, fue proclamado por otros Concilios universales, el de Calcedonia y los de Constantinopla.

                    2) De la Homilía de San Cirilo de Alejandría en el Concilio de Éfeso: 

            "Salve, María, Madre de Dios, veneradísimo Tesoro de todo el Orbe, antorcha inextinguible, corona de la virginidad, trono de la recta Doctrina, Templo indestructible, habitáculo de Aquel que no puede ser contenido en lugar alguno, Virgen y Madre por quien se nos ha dado el llamado en los Evangelios 'Bendito el que viene en nombre del Señor'.

            Salve, Tú que encerraste en Tu Seno virginal al que Es inmenso e inabarcable. Tú, por quien la Santísima Trinidad es adorada y glorificada. Tú, por quien la Cruz preciosa es celebrada y adorada en todo el mundo. Tú, por quien exulta el Cielo, se alegran los Ángeles y Arcángeles, huyen los demonios, por quien el Diablo tentador fue arrojado del Cielo, y la criatura, caída por el pecado, es elevada al Cielo...

            ¿Quién de entre los hombres será capaz de alabar como se merece a María, digna de toda alabanza?. Es Virgen y Madre: ¡qué maravilla!. Este milagro me llena de estupor. ¿Quién oyó jamás decir que al constructor de un templo se le prohíba entrar en él?. ¿Quién podrá tachar de ignominia a quien toma a Su propia esclava por Madre?.

            Nosotros hemos de adorar y respetar la unión del Verbo con la carne, hemos de tener temor de Dios y dar culto a la Santa Trinidad, hemos de celebrar con nuestros himnos a María, la siempre Virgen, Templo Santo de Dios, y a Su Hijo, el Esposo de la Iglesia, Nuestro Señor Jesucristo. A Él la Gloria por los siglos de los siglos. Amén".



jueves, 9 de octubre de 2025

SAN JUAN LEONARDI, SACERDOTE Y FUNDADOR



                    San Juan Leonardi nació el año 1541, en la localidad de Diecimo, población cercana a Lucca, la pequeña república llamada en otro tiempo "religiosísima", y agitada por aquellos años por la crisis de la "reforma" protestante.

                    A la edad de doce años, sus padres, modestos terratenientes, le enviaron a casa del Párroco de Villa Basílica, donde adquirió una cultura elemental e inició su formación religiosa hasta los 17 años de edad. Hubiera sido tal vez ésta la ocasión para elegir el estado eclesiástico, pero el padre de Leonardo cambió por ahora el rumbo de su vida, mandándolo a Lucca a estudiar Farmacia. La profesión de farmacéutico en aquellos tiempos bordeaba los límites de la medicina y de la alquimia, de la magia y de la filosofía. En este ambiente moldeó Leonardo su recia personalidad de cristiano seglar militante, cuya característica no fue la de hechos asombrosos, aureolados de milagrosos "golpes de gracia", sino la de una progresiva ascensión hacia el ideal de santidad. 

                    Intensifica la frecuencia de Sacramentos y la práctica de la mortificación, realiza el apostolado en el ambiente en que vive y se adhiere al grupo de piadosos seglares llamados "colombinos" para asegurar, su perseverancia, madurando así su capacidad de entrega a una intensa vida sacerdotal que había de ser su decidida vocación.

                    Efectivamente, después de la muerte de su padre, a pesar de que la madre le instaba para que se instalase en Diecimo, como farmacéutico, San Juan Leonardi inició sus estudios eclesiásticos. Aprobado el latín en las escuelas públicas de Pisa, aprende Lógica y Teología con el sacerdote dominico Paolino Bernardini, que por prescripción médica residía en una casa de campo perteneciente a la Orden.

                    El contacto directo con el maestro dominico produjo en Juan Leonardi cierta preocupación científica, que manifestó luego en los ensayos, inéditos, que escribió sobre diversos tratados teológicos. La perfección que pudiera faltar en su elemental plan de estudios era suplida por la madurez humana y espiritual que Leonardi había adquirido en sus treinta y dos años de vida seglar. En 1572 fue ordenado Sacerdote en la ciudad de Pisa.

                    Instalado en Lucca como capellán de la iglesia de San Giovanni dalla Magione, Juan Leonardi comienza su apostolado y su obra de proselitismo, que había de cristalizar en la fundación de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios. Característica relevante del apostolado de Leonardi es la enseñanza del Catecismo, que revela el espíritu eminentemente parroquial que había de diferenciar a su Institución.

                    Habiendo conocido el Obispo de Lucca su actividad catequística le encargó de realizarla en otras iglesias y parroquias de la diócesis. Para sistematizar esta actividad San Juan Leonardi escribió un Manual de Doctrina Cristiana, que estuvo durante mucho tiempo en uso en varias regiones de Italia. Queriendo asegurar la continuidad de este movimiento renovador de la enseñanza del Catecismo formó la Compañía de la Doctrina Cristiana, integrada por miembros seglares y que muy pronto había de extenderse a Siena, Pistoya, Nápoles y Roma. Los Pontífices Gregorio XIII, Clemente VIII y Paulo V concedieron a esta Compañía especiales privilegios.

                    En Roma, conoció y colaboró ​​con San Ignacio de Loyola y con San Felipe Neri, e impulsó decisivamente la fundación del Instituto de Propaganda Fide. Sus estudios farmacéuticos le ayudaron a explicar cómo las enfermedades del alma no son tan diferentes de las enfermedades del cuerpo, y así como estas últimas se tratan con medicamentos cuidadosamente dosificados y medidos, las enfermedades del alma se curan mediante la Fe en Cristo.

                    A los dos años de actividad sacerdotal de San Juan Leonardi había formado un grupo de colaboradores parroquiales íntimos, a los que fue preparando para el Sacerdocio y con los que inicia su fundación el año 1574.

                    En realidad, sus proyectos de fundador no eran ambiciosos en cuanto a la organización. La pequeña comunidad de Sacerdotes surgía limitada al ámbito parroquial. El ideal de Leonardi era hacer de sus colaboradores santos Sacerdotes dedicados al Ministerio parroquial. 

                    La nueva Congregación encontró una férrea oposición por parte de las autoridades civiles de Lucca. La pequeña república, celosa de su independencia, seguía con recelo la actividad del Santo, a quien comenzó a considerar aliado de potencias extranjeras y posible colaborador de la Inquisición. Sin ninguna responsabilidad personal, San Juan Leonardi fue tratado durante toda la vida como un enemigo irreconciliable de su patria. Tal enemistad ocasionó a los noveles religiosos una precaria situación económica, hasta tal punto que el mismo Fundador se vio obligado a pedir limosna.

                    Estas dificultades, sin embargo, no lo desalentaron en sus tareas apostólicas. Intensificó en su iglesia el culto al Santísimo Sacramento con la devoción de las Cuarenta Horas y organizó continuamente ejercicios de reparación y penitencia, con una técnica que se acerca mucho a ciertas "Misiones populares" de la actualidad. Los fieles recorrían de noche procesionalmente las calles de Lucca, visitando las iglesias principales, entonando himnos penitenciales, disciplinándose y gritando: "¡Perdón, Señor, misericordia!". El devoto espectáculo ocasionó ruidosas conversiones, no siempre con fiel perseverancia, y que proporcionaron al celoso predicador algún fracaso apostólico.

                    Tal fue el de la Compañía de la Paz, agrupación formada con cincuenta bandidos convertidos en masa, que a los pocos meses de existencia el Santo debió disolver, porque algunos de los conversos habían vuelto a las andadas; los que perseveraron ingresaron en los Frailes Capuchinos.

                    Más afortunado fue con la fundación de las Monjas de los Ángeles, religiosas dedicadas a las muchachas pobres, de las cuales, no obstante, Leonardi se desentendió muy pronto, porque era radicalmente opuesto a los apostolados femeninos, aun los de clausura.

                    A la sazón el Santo andaba preocupado con el traslado de su Comunidad de Clérigos a la nueva casa de Santa María Contelandini, en Lucca. Lo cual no se llevó a cabo sin graves disturbios, ocasionados por los fieles de esta parroquia, que llegaron a decir al Obispo 'en señal de protesta: "¡Monseñor, ¿qué hacéis?, ¿habéis alejado de Vos aquellos diablos y nos los habéis metido en medio de nosotros?". A pesar de todo San San Juan Leonardi tomó posesión de la nueva sede en 1580. Al año siguiente la Congregación recibía la aprobación oficial del Obispo de Lucca, llamándose Clérigos Regulares de la Madre de Dios.

                    Con razón Juan Leonardo había ya ganado también la confianza de la Santa Sede y fue nombrado varias veces por Clemente VIII Comisario Apostólico con la misión de reformar algunas de las Órdenes monásticas decadentes. El Santo realizó siempre con gran celo y notable éxito esta tarea de reformador, pero la impronta de su personalidad está más grabada en aquellas catequesis y aquella actividad pastoral de Leonardi en las iglesias de Lucca.




                    Con no menor intensidad se dedica ahora el Santo a solidificar su fundación. Aunque no era ideal del fundador multiplicar las nuevas casas, quiso, sin embargo, fundar una en Roma. Lo consiguió gracias al apoyo de algunos cardenales, principalmente el cardenal Baronio, que le estimó y protegió siempre con especial predilección. La nueva comunidad se instaló definitivamente, el año 1662, en Santa María in Campitelli, que aún hoy día es la Casa Generalicia de la Congregación. Durante su estancia en Roma Juan Leonardo realizó una de las más importantes actividades de su vida: la colaboración con el Cardenal Vives en la organización del Colegio de Propaganda Fide. 

                    Durante los últimos siete años de su vida el Santo se dedicó con ardor a la naciente Institución misionera, cuyo ideal él había acariciado desde hacía tiempo. Este mérito fue premiado por el Papa León XIII, que por especial privilegio le inscribió, siendo aún Beato, en el Martirologio Romano, ordenando al Clero de Roma celebrar su Misa y Oficio, un honor reservado solamente a los Sumos Pontífices beatificados.

                    Antes de morir, Leonardi tuvo la alegría de ver aprobadas en 1603 por Clemente VIII las constituciones de la nueva Congregación de Clérigos Regulares. No pudo llegar a verla florecer y brillar. Pero guardó en su corazón la alegría de una vida entregada al servicio de la Iglesia. Murió entre los suyos, en Lucca, el año 1609. San Juan Leonardi encarnó el ideal de un Santo Sacerdote, por eso sería declarado venerable por el Papa Clemente XI en 1701, para luego ser beatificado por el Papa Pío IX en Noviembre de 1861 y finalmente canonizado, por Pío XI el 17 de Abril de 1938. Sus restos se veneran en Santa Maria in Portico in Campitelli, en Roma.