viernes, 30 de septiembre de 2011

SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS Y DE LA SANTA FAZ


   


   María Francisca Teresa nació el 2 de Enero de 1873 en Francia. Hija de un relojero y una costurera de Alençon. Tuvo una infancia feliz y ordinaria, llena de buenos ejemplos. Teresita era viva e impresionable, pero no particularmente devota.


   En 1877, cuando Teresita tenía cuatro años, murió su madre. Su padre vendió su relojería y se fue a vivir a Lisieux donde sus hijas estarían bajo el ciudado de su tía, la Sra. Guerin, que era una mujer excelente. Santa Teresita era la preferida de su padre. Sus hermanas eran María, Paulina y Celina. La que dirigía la casa era María y Paulina que era la mayor se encargaba de la educación religiosa de sus hermanas. Les leía mucho en el invierno.


   Cuando Teresita tenía 9 años, Paulina ingresó al convento de las Carmelitas. Desde entonces, se sintió inclinada a seguirla por ese camino. Era una niña afable y sensible y la religión ocupaba una parte muy importante de su vida.




   Tenía Teresa catorce años cuando su hermana María se fue también al convento de las carmelitas igual que Paulina. La Navidad de ese año, tuvo la experiencia que ella llamó su “conversión”. En su biografía cuenta que apenas a una hora de nacido el Niño Jesús, inundó la oscuridad de su alma con ríos de luz. Decía que Dios se había hecho débil y pequeño por amor a ella para hacerla fuerte y valiente. 

Al año siguiente, Teresita le pidió permiso a su padre para entrar al convento de las carmelitas y él dijo que sí. Las monjas del convento y el Obispo de Bayeux opinaron que era muy joven y que debía esperar.



Algunos meses más tarde fueron a Roma en una peregrinación por el Jubileo Sacerdotal del Papa León XIII. Al arrodillarse frenta al Papa para recibir su bendición, rompió el silencio y le pidió si podía entrar en el convento a los quince años. El Papa quedó impresionado por su aspecto y modales y le dijo que si era la voluntad de Dios así sería.


Teresita rezó mucho en todos los santuarios de la peregrinación y con el apoyo del Papa, logró entrar en el Carmelo en Abril de 1888. Al entrar al convento, la maestra de novicias dijo; “ Desde su entrada en la orden, su porte tenía una dignidad poco común de su edad, que sorprendió a todas las religiosas.” Profesó como religiosa el 8 de Septiembre de 1890. Su deseo era llegar a la cumbre del monte del amor.


Cumplió con exactitud las reglas y deberes de las Carmelitas. Oraba con un inmenso fervor por los sacerdotes y los misioneros. Debido a esto, fue proclamada después de su muerte, con el título de Patrona de las Misiones, aunque nunca habia salido de su convento.


Se sometió a todas las austeridades de la orden, menos al ayuno, ya que era delicada de salud y sus superiores se lo impidieron. Entre las penitencias corporales, la más dura para ella era el frío del invierno en el convento. Pero ella decía “Quería Jesús concederme el martirio del corazón o el martirio de la carne; preferiría que me concediera ambos.” Y un día pudo exclamar “He llegado a un punto en el que me es imposible sufrir, porque todo sufrimiento es dulce.”



En 1893, a los veinte años, la hermana Teresa fue nombrada asistente de la maestra de novicias. Prácticamente ella era la maestra de novicias, aunque no tuviera el título. Con respecto a esta labor, decía ella que hacer el bien sin la ayuda de Dios era tan imposible como hacer que el sol brille a media noche.


Su padre enfermó perdiendo el uso de la razón a causa de dos ataques de parálisis. Celina, su hermana, se encargó de cuidarlo. Fueron unos año difíciles para las hijas. Al morir el padre, Celina ingresó al convento con sus hermanas.


En este mismo año, Teresita se enfermó de tuberculosis. Quería ir a una misión en Indochina pero su salud no se lo permitió. Sufrió mucho los últimos 18 meses de su vida. Fue un período de sufrimiento corporal y de pruebas espirituales. En junio de 1897 fue trasladada a la enfermería del Convento de la que no volvió a salir. A partir de agosto ya no podía recibir la Comunión debido a la enfermedad y murió el 30 de Septiembre de ese año.Sus últimas palabras fueron "Oh, le amo, Dios mío, os amo".

VIERNES: CONSOLEMOS AL SAGRADO CORAZÓN

 
 Viernes: en la Semana del Buen Cristiano,dedicamos este día al SACRATÍSIMO CORAZÓN DE JESÚS; Santa Misa y Comunión para desagraviarle por tantos pecados como se cometen contra Él en la Sagrada Comunión, en especial , como desagravio por las comuniones en la mano. Contemplación del Vía Crucis, meditación sobre los dolores cruentos de Nuestro Señor, de su Preciosa Sangre y su Santa Faz.
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   “Cinco días hace que Jesús no ha venido. Y, sin embargo, dijo: “volveré”. Estoy intranquila, pues no sé si le habré disgustado, porque tengo tampoco tengo la Cruz ni la corona… ( Nuestro Señor la había concedido la gracia de sufrir el peso de la Cruz y los dolores de la corona de espinas)


   Antes de acostarme le di las buenas noches de rodillas, como acostumbro, y le dije: “Señor, cinco días llevo llamándoos y no venís”.


   Aún no había terminado la frase cuando ya estaba Jesús allí, resplandeciente de belleza:
“¡Cinco días llamándome, Josefa! Y Yo ¡cuántos días, cuantos meses, cuántos años paso llamando a las almas y no me responden! ¡Antes, al contrario, se alejan de Mí! Cuando tú me llamas, Yo no me alejo; estoy cerca, muy cerca de ti. Consuélame llamándome y deseándome. Con esta hambre apagarás mi sed”.


   Lean aquí las almas afligidas por desvíos aparentes y ausencias divinas, las razones de su larga espera. Y cobren ánimo con este pensamiento alentador: “Mi sed apaga la suya".

jueves, 29 de septiembre de 2011

EL HÁBITO Y EL MONJE, por PLINIO CORREA DE OLIVEIRA


Parece acentuarse en algunos medios la incomprensión en cuanto al uso de la sotana por sacerdotes y religiosos. La sabiduría de la Santa Iglesia, entretanto, no falla. Y es ineludible su preferencia por la sotana
¿No será un asunto de menor valor? "Aquila non capit muscas". La Iglesia no se preocupa por niñerías.  Y si Ella toma un postura referente al tema es debido a que no es ociosa ni vacía.

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Para comprender el pensamiento de la Iglesia, debemos pasar a consideraciones más generales
Está en el orden natural de las cosas, que el hombre refleje su alma en la fisonomía, en la voz, en su actitud, en sus movimientos. Y como la vestimenta debe revestir el cuerpo humano, es natural que el hombre use también de él como elemento de expresión. Teniendo en cuenta que la vestimenta se presta para esto de manera eximia
Es que la necesidad de expresión del alma es consecuencia imperiosa del instinto de sociabilidad. Por donde, negar al hombre esta posibilidad es, en sí, falsear la forma de ser del alma
Por eso, las costumbres sociales consagraron en todos y lugares ciertos tipos de trajes típicos o característicos de profesiones o estado de vida, que exigían una conformación de alma muy peculiar. Y siempre se entendió con razón que, el traje profesional auxilia al hombre a realizar por completo su mentalidad. De un militar que tuviese antipatía hacia el uniforme, de un juez que tuviese odio a la toga, nada resultaría bueno. Por el contrario, ¿cómo negar respeto al Clérigo que ama su sotana, y de ella se ufana? Si un ejército suprimiese el uso del uniforme, ¿no se le daría un duro golpe a su espíritu?
Se dice, pues, que el hábito no hace al monje o el uniforme no hace al héroe, es y no es verdad. En efecto, el hombre no se vuelve monje, o militar auténtico, sólo por adoptar el traje propio a su estado. Pero el hábito monacal facilita al hombre de buena voluntad convertirse en buen monje. Y lo mismo se podría decir del uniforme.

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¿Como ilustrar, dentro de los estilos de esta sección, el efecto de la indumentaria sobre el estado de espíritu de un hombre?
Para que nadie quede susceptible, nos abstenemos de ejemplos muy recientes. Y tomamos como material de análisis una figura histórica que está comenzando a emerger de la niebla de un pasado remoto. Se trata de Guillermo II, Rey de Prusia y Emperador alemán: el Kaiser.
Sería imposible probar que Guillermo II fue militar hasta la médula de su alma. No fue un gran general, ni era esta su función. Mas su mentalidad, su estilo de vida, su estilo de gobierno prueban que como hombre, como jefe de familia, como soberano, el Kaiser fue siempre y antes de todo, un militar
Aquí lo vemos en una parada militar, presto a transmitir el bastón de comando a un alto oficial. Espléndidamente uniformado, montado con una naturalidad llena de garbo en su corcel, el Emperador se siente visiblemente en su elemento, en una situación en que se desplaza con seguridad, con desahogo, con brillo, con toda su personalidad. El rostro, el porte, el gesto, manifiestan la pasión militar que, cuanto más se exterioriza, tanto más se afirma

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Por el contrario, en traje civil se diría que ni siquiera es el mismo hombre. Su personalidad parece apagada y su actitud obligada. Sus cualidades militares trasuntan en la medida de lo suficiente para contrastar con la indumentaria. Si el Kaiser y todas sus topas tuviese que usar tal traje civil, ¿el ejército alemán habría sido lo que fue?
Evidentemente no. Porque si el uniforme no hace un buen soldado, ayuda mucho al militar a adoptar el espíritu de su clase... ¿Y porque no valdría para el Clero, mutatis mutandis, el mismo principio?





SAN MIGUEL ARCÁNGEL



Príncipe de los ángeles fieles al Señor. Su nombre significa: «¿Quién como Dios?». En la Sagrada Escritura, aparece en el Libro de Daniel, en la Epístola del Apóstol Judas y en el Apocalipsis. Como a Gabriel y Rafael, se le llama "arcángel".

Miguel es figura principal entre los que sirven inmediatamente al trono del Señor y bajan a la tierra para anunciar o hacer cumplir sus designios. Protector del pueblo de Dios, de Israel, en la antigua Ley; de la Iglesia de Cristo en el Nuevo Testamento. En la Sagrada Escritura ha hallado su fundamento la piedad popular de todos los tiempos para erigir a San Miguel en Príncipe de los ejércitos celestiales, guerrero victorioso en las luchas cósmicas contra el espíritu rebelde, el dragón de las tinieblas.

Daniel, el profeta de las revelaciones angélicas, nos da a conocer el nombre de nuestro arcángel. Miguel, llamado gran jefe de los israelitas, que luchan por la liberación del pueblo de Dios, desterrado y sometido al dominio persa. Allí mismo se habla de los príncipes de Persia y de Grecia, refiriéndose, según el común sentir, a los ángeles guardianes de estas naciones.

El Apocalipsis, nos presenta a San Miguel en su misión definitiva, culminante. Ante la aparición de la Mujer, símbolo de María y de la Iglesia, con su Hijo, en el cielo se traba una batalla. Miguel y el Dragón frente a frente, el Arcángel fiel contra el soberbio ángel de la luz. Cada uno manda un ejército de ángeles. Vence Miguel y el Dragón es sepultado en los infiernos.

De esta visión del profeta de Patmos se derivan las imágenes medievales del guerrero de alas brillantes con labrada armadura, al que no le falta la lanza que destruye al dragón, vencido a sus pies.

Toda la vida de la Iglesia militante fluye bajo el signo de la batalla, incorporada a la lucha entre Jesucristo y el demonio, entre el Redentor y el pecado.

En nuestra propia carne experimentamos la escisión. Nuestra gran fuerza es la gracia de Jesucristo, pero los ángeles son servidores de Cristo en la lucha de la Iglesia, y a su frente Miguel, el vencedor por excelencia.

La Iglesia misma le reconoce el título de defensor de sus huestes, le llama "Ángel del Paraíso", "príncipe de las milicias espirituales", y en las letanías de los santos le asigna el primer lugar detrás de la Santísima Virgen. Su protección no nos abandona hasta después de la muerte.

En el momento solemne de ofrecer el sacrificio por sus difuntos, la Iglesia le invoca para que presente las almas a la luz santa del Juicio divino.

La devoción popular, que ha influido notablemente en estos textos litúrgicos, le considera como "pesador de las almas", y así le vemos en curiosas miniaturas de la Edad Media, con la balanza de la justicia divina en las manos, felizmente inclinado un platillo hacia la gloria del Cielo.

Acontecimientos prodigiosos, ocurridos en Oriente y Occidente, contribuyeron a formar este hálito universal en torno a la figura del Arcángel. Es tradición oriental que, ya en los primeros decenios del cristianismo, salvó de la destrucción un templo dedicado a su honor en Colosae y que por su intervención milagrosa brotaron allí mismo aguas medicinales, por lo cual le honraban como médico celestial.

Sus apariciones más famosas son las del Monte Gárgano en Italia, alrededor del año 500, y la del monte Adriano, donde el año 611 el Papa Adriano IV le construye un oratorio, sobre el que sería más tarde Castillo de Sant' Angelo.

En España alcanzó renombre su aparición en la serranía navarra de Aralar para ayudar al noble caballero don Teodosio de Goñi en lucha contra el dragón infernal.

El Mont Saint-Michel, en Normandía, con una abadía gótica dedicada a su honor, también testificó su ayuda para con los navegantes.

Hoy día el Arcángel se mantiene fiel a su misión de custodio de la Iglesia, como lo proclama la oración a él dirigida al fin de la Misa, preceptuada por León XIII.

martes, 27 de septiembre de 2011

LOS ÁNGELES Y ANNA CATARINA EMMERICK

SU ÁNGEL, EL MEJOR AMIGO DE LA INFANCIA


   El ángel de la guarda fue para Ana Catalina durante toda su vida un amigo fiel e inseparable; un compañero que nunca la dejaba sola, que la protegía y ayudaba en todas sus necesidades. Era como un hermano mayor, que la cuidaba y enseñaba a vivir bien y amar cada día más a Jesús. Oraba con ella y le ayudaba en las tareas humildes del hogar, cuando hacía sus labores de costura, cuando cuidaba las vacas, y sobre todo, la protegía de los ataques del demonio. Era su amigo, su protector, su guía y consejero.


   Al hablar de su bautismo, que se realizó el mismo día de su nacimiento, ella afirma: Cuando fui bautizada estaba allí mi ángel custodio con mis santas patronas santa Ana y santa Catalina.

   Cuando ella era niña el ángel custodio se le aparecía bajo la figura de un niño. Y ella era como un niño dócil y silencioso en manos de su ángel.




   Cuando pasaba algún sacerdote cerca de su casa salía corriendo a su encuentro, a pedirle la bendición. Si en esos momentos estaba apacentando las vacas, las dejaba solas, encomendándolas a su ángel y salía a recibir la bendición del sacerdote.

   Cuando estaba sola en el campo o en el bosque, llamaba a las aves para que cantasen con ella alabanzas al Señor. Los pajarillos le cogían confianza y se posaban en sus brazos y en sus hombros, y ella les acariciaba. Si por ventura encontraba algún nido, su corazón palpitaba de gozo y decía a los polluelos las más tiernas palabras. Era tal su delicadeza y sensibilidad que no dejaba de emocionarse al contemplar las bellezas de la creación. Los animales eran sus amigos con los que alababa al Señor, junto a su ángel custodio. Y eso le ocurrió, no sólo cuando era niña, sino también cuando estaba ya en el convento. Ella nos dice: Cuando trabajaba en el jardín, los pájaros venían a mí, se ponían sobre mi cabeza y sobre mis hombros y cantábamos juntos las alabanzas de Dios. Y yo veía siempre a mi lado al ángel de mi guarda.



   Cuando era pequeña comenzó a levantarse por la noche para hacer oración. Se levantaba y oraba con su ángel dos o tres horas seguidas; a veces, hasta el amanecer. A ella le gustaba orar al aire libre y, cuando el tiempo lo permitía, iba a un campo delante de su casa donde había un montículo, creyendo que allí estaba más cerca de Dios. Oraba con los brazos extendidos y los ojos dirigidos hacia la iglesia de Koesfeld. Ella admite que no hubiera hecho semejantes cosas semejantes sin la inspiración de su ángel.
Hermana Úrsula, de la Tercera Orden de San Francisco

lunes, 26 de septiembre de 2011

EL PURGATORIO, SEGÚN SANTA CATALINA



  Yo veo que las almas del purgatorio entienden estar sujetas a dos operaciones. La primera es que padecen voluntariamente aquellas penas, conscientes de que Dios ha tenido con ellas mucha misericordia, teniendo en cuenta lo que merecían, siendo Dios quien es. Si su inmensa bondad no atemperase con la misericordia la justicia, que se satisface con la sangre de Jesucristo, un solo pecado hubiera merecido mil infiernos perpetuos. Y por eso padecen esa pena con tanto voluntad, que no quisieran les fuera reducida ni en un gramo, tan convencidos están de que la merecen justamente, y de que está bien dispuesta. Así que, en cuanto a la voluntad, tanto se pueden quejar de Dios como si estuvieran en la vida eterna.

   La otra operación es la del gozo que experimentan al ver la ordenación de Dios, dispuesta con tanto amor y misericordia hacia las almas. Y estas dos visiones las imprime Dios en aquellas mentes en un instante. Ellas, como están en gracia, pueden entenderlas según su capacidad; y ello les da un gran contentamiento que no viene a faltarles nunca, sino que va acrecentándose a medida que se acercan a Dios.

   Y estas visiones no las tienen las almas en sí mismas, ni por sus propias fuerzas, sino que las ven en Dios, en el cual tienen su atención mucho más fija que en las penas que están padeciendo, y de las que no hacen mayor caso. Y la razón es que por mínima que sea la visión que se tenga de Dios, ella excede a toda pena o gozo que el hombre pueda captar; y aunque exceda, no le quita sin embargo nada en absoluto de ese contentamiento.

sábado, 24 de septiembre de 2011

EL PAPA Y LOS HEREJES


Ante el reciente encuentro del Santo Padre con los luteranos y los próximos encuentros que se avecinan con miembros de otras religiones, considero oportuno traeros aquí una carta que en su día, Mons. Marcel Lefevbre, dirigió a algunos Cardenales. 

Carta de Mons. Marcel Lefebvre a ocho Cardenales antes de la reunión de Asís.

Ecône, 27 de agosto de 1986

Eminencia:

Ante los acontecimientos que están sucediendo en la Iglesia y de los que Juan Pablo II es autor, y frente a los que se propone realizar en Taizé y en Asís en el mes de octubre, no puedo dejar de dirigirme a ustedes para suplicarles, en nombre de muchos sacerdotes y fieles, que salven el honor de la Iglesia, humillada de forma antes nunca vista en toda su historia.
El discurso y los actos de Juan Pablo II en Togo, en Marruecos, en la India y en la sinagoga de Roma, provocan en nuestros corazones una santa indignación. ¿Qué pensarían de esto los santos y santas del Antiguo y del Nuevo Testamento? ¿Qué haría la Santa Inquisición si aún existiera?
El que está sentado en la sede de Pedro se mofa públicamente del primer artículo de Credo y del primer mandamiento del Decálogo. Es incalculable el escándalo en las almas de los católicos. La Iglesia se tambalea desde sus cimientos.
Si desaparece la fe en la Iglesia, única arca de salvación, desaparecerá la propia Iglesia. Toda su fuerza y toda su actividad sobrenatural tiene como base este artículo de fe.
¿Juan Pablo II seguirá destruyendo la fe católica públicamente, en particular en Asís, con el desfile de las religiones previsto por las calles de la ciudad de San Francisco, y con el reparto de las religiones en las diferentes capillas de la basílica para que celebren allí sus cultos a favor de la paz tal como la concibe la ONU? Eso es lo que anunció el Cardenal Etchegaray, encargado de ese abominable Congreso de las Religiones.
¿Es posible que no se eleve ninguna voz en la Iglesia para condenar estos pecados públicos? ¿Dónde están los Macabeos?
Eminencia, por el honor del único Dios verdadero, de Nuestro Señor Jesucristo, proteste públicamente, venga en socorro de los Obispos, sacerdotes y fieles que siguen siendo católicos.
Eminencia, si me he permitido intervenir ante Usted, es porque no puedo dudar de sus sentimientos sobre este tema.
Este llamamiento también lo dirijo a los demás Cardenales cuyos nombres encontrará más abajo, para que en dado caso pueda obrar de común acuerdo con ellos.
Que el Espíritu Santo venga en su ayuda, Eminencia. Les ruego que acepte la expresión de mis sentimientos fraternalmente sinceros in Christo et Maria.

+ Marcel Lefebfvre
Arzobispo, Obispo emérito de Tulle.



VIRGEN DE LA MERCED

viernes, 23 de septiembre de 2011

CON DIOS A SOLAS ( XII ) por el Padre Valentín de San José, Carmelita Descalzo.



- Escóndete en tu Dios -


   El santo ama la soledad y ama el retiro y el silencio, porque ama la luz, porque recibe soberanas noticias de la infinita magnificencia de Dios; como vive viviendo el amor de Dios, todas las cosas le hablan de Dios y el mismo Dios habla continuamente a su corazón palabras de Cielo.


   Quiero en estos días de recogimiento especial, mirar esas nobilísimas verdades y pedir humilde al Señor me enseñe Él mismo tanta hermosura. El amoroso conocimiento y abrazo de esta hermosura hace, aún en la tierra, la felicidad del alma santa que goza de vivir en la compañía de Dios. 


   El trato no necesario con las criaturas impide esta amorosa y gozosa comunicación del alma con Dios y la aparta de la vida y de la luz divinas.


   En estos días quiero cerrar los ojos y los oídos de mi cuerpo, para estar atento y abrazado solamente con Dios. Recógete alma mía, dentro de ti misma y sumérgete en la luz, en la verdad, en la belleza infinita y en el amor sin límites de Dios. Escóndete en tu Dios, con visión de fe, y vive la vida eterna de gracia y de amor. 

jueves, 22 de septiembre de 2011

SANTO PADRE PIO ( III )


   Cuando apenas había pasado un mes de la transverberación, una nueva gracia espiritual marcaría el resto de la vida del Padre Pío. De nuevo, tenemos conocimiento exacto de los hechos a través de una carta que él mismo escribió a su director espiritual:


      “Era la mañana del 20 de Septiembre de 1918. Yo estaba en el coro, haciendo la acción de gracias de la Misa y sentí que me elevaba poco a poco siempre a una oración más suave, de pronto una gran luz me deslumbró y se me apareció Cristo, que sangraba por todas partes. De su cuerpo llagado salían rayos de luz, que más bien parecían flechas que herían las manos, los pies y el costado.


       Cuando volví en mí, me encontré en el suelo y llagado. Las manos, los pies y el costado me sangraban hasta hacerme perder las fuerzas para levantarme. Me sentía morir, y hubiera muerto si el Señor no hubiera venido a sostenerme el corazón que sentía palpitar fuertemente en mi pecho. A gatas me arrastré hasta la celda. Me recosté y recé, miré otra vez mis llagas y lloré, elevando himnos de agradecimiento a Dios.”


   Pero a estas dolorosas experiencias, se le sumaría la de la incomprensión humana; el Padre Agustín Gemelli, franciscano, doctor en medicina, se acercó al convento de San Giovanni Rottondo para examinar los estigmas del Padre Pío, que se negó, ya que el P. Gemelli no traía consigo autorización alguna. Eso fue el detonante para que el médico franciscano publicase un artículo calificando al Padre Pío de neurótico y se ser él mismo el que se había autolesionado.


   Por tal motivo, la Santa Sede, confiando en el juicio del Padre Gemlli, tomó la decisión de “aislar” al Padre Pío durante casi diez años, entre 1923 y 1933, donde se le requisaba hasta la correspondencia epistolar. Durante todo ese período no dejó de sufrir la Pasión de Nuestro Señor.


   Al estar tan configurado con Nuestro Señor, el Padre Pío vivía la Santa Misa como en lo que en realidad es: un Sacrificio. Por eso, su Misa duraba unas dos horas, tiempo en el cual se sumergía en los dolores no sólo de Cristo, sino de la Virgen Santa. Conformo avanzaba la Santa Misa, era como si subiese al Monte Calvario. De hecho sufría la misma agonía que el Crucificado y sangraba abundantemente durante la Consagración. 


   El mismo Padre Pío explicaba así lo que es el Santo Sacrificio de la Misa: “la Misa es Cristo en la Cruz, con María y San Juan a los pies de la misma y los ángeles en adoración. Lloremos de amor y adoración en esta contemplación”.


   Una vez alguien le preguntó cómo es que podía pasar tanto tiempo de pie durante la Santa Misa, a lo que el Padre Pío contestó: “ Hija mía, no estoy de pie, estoy suspendido con Cristo en la Cruz”.

PRODIGIOS DE LA EUCARISTÍA CON EL GENERALÍSIMO FRANCO ( I )


  Hablando el General Franco con unas personas sobre los milagros les díjo: “Yo he visto los milagros”


   Durante la Guerra Civil Española, y en otras ocasiones, le hizo Dios milagros en situaciones difíciles. Algunos se ha publicado en una vida breve titulada “Francisco Franco, cristiano ejemplar”, escrita por Manuel Garrido Bonaño, benedictino. Expone su vida de piedad extraordinaria, pero de un modo muy natural. Dios manifiestamente le ayudó a veces de modo extraordinario, que muy bien denominar milagros.


   Como hechos o milagros actuales y de un hombre actual, y de tal categoría, me parece debo poner aquí algunos para edificación, estímulo y conocimiento espiritual edificativo, de quien fue tan apóstol de Dios y de la Santa Iglesia en su puesto de mando de toda España.


   El Generalísimo Franco fue muy devoto de Jesús en la Sagrada Eucaristía. A los diecisiete años se hizo Adorador Nocturno y por su piedad le nombraron vocal de la Junta Directiva de El Ferrol.


   En tiempos de la Segunda República, muy adversos a la Religión, siendo Capitán General de Baleares, acostumbraba a hacer la adoración nocturna en Palma de Mallorca con otros militares jóvenes que le admiraban y respetaban.


   Siendo ya el Caudillo de la nación, pasó noches enteras (y aún días) ante el Santísimo expuesto en la capilla del Palacio de El Pardo. Oía Misa y comulgaba todos los días; el rezo del Santo Rosario también era diario, aún en los días de la Guerra.


   Estando en la Guerra de África, en la ciudad de Melilla, ostentando el grado de capitán con tan sólo veintiún años, sucedió que los moros lanzaron una fuerte ofensiva contra la ciudad, llegando a poner en peligro aquella plaza española en África. En aquél trance, entró una buena persona en una iglesia a orar y vio, con gran admiración, que Franco estaba arrodillado ante el Sagrario. Se le acercó aquella persona, toda atemorizada y le dijo: “Mi General, ¿qué va a ser de nosotros?”. Y Franco, sereno, casi sin moverse de su actitud de oración, le respondió: “Teniendo ahí al Señor ( y con la mano indicaba el Sagrario) nada hemos de temer”.


( Tomado de "La Divina Eucaristía" del Padre Valentín de San José, Carmelita Descalzo )

miércoles, 21 de septiembre de 2011

SANTO PADRE PIO ( II )

   Continuaba su convalecencia en Pietrelcina, pero el demonio no dejaba de molestarle; se le manifestaba de diversas maneras, unas veces con forma de animales, otras de mujeres en actitudes lascivas… sin embargo, era después consolado por aquellas visiones celestiales que desde su infancia le acompañaban. Su Santo Ángel Custodio, San Francisco, la Purísima Virgen María, le sostenían y aumentaban el sentido del continuo sufrimiento que iba a padecer pronto, cuando se asemejase con Cristo en los sufrimientos de la Pasión.

   El 12 de Agosto de 1912, sufrió -a semejanza de Santa Teresa de Jesús y de Santa Verónica Giulianni- lo que era tener herido el corazón por el Amor de Dios. Así mismo lo narró él en una carta a su director espiritual: “Estaba en la iglesia haciendo la acción de gracias tras la Misa, cuando de repente sentí mi corazón herido por un dardo de fuego, hirviendo en llamas, y yo pensé que iba a morir”.

   Tras un largo período en su Pietrelcina natal, el Padre Pío, casi recuperado de sus dolencias físicas y por orden de sus superiores, se dirige a Foggia el 17 de Febrero de 1916, para pocos meses después, entrar en el convento de San Giovanni Rotondo, donde probaría si salud mejoraba por el particular clima de la región. Los superiores del Padre Pío, al comprobar que era aquel el lugar donde más alivio encontraría para sus dolencias, se resolvieron a enviarle definitivamente allí. Desde que entró, el 4 de Septiembre de 1916 hasta su muerte, jamás volvió a salir de aquel convento.

   Durante la Primera Guerra Mundial, el Padre Pío sería llamado a filas hasta en tres ocasiones, pero siempre sería devuelto al convento por su pésima salud.



   Poco después, se le encargó la dirección espiritual de los jóvenes del seminario menor; les daba meditaciones, los confesaba, les acompañaba en todas sus necesidades espirituales y nunca escatimaba en medios para que avanzasen en la vida de piedad. Acontenció un día, que el Padre Pío, que ya gozaba del don del conocimiento de conciencias, les dijo muy grave: “Esta mañana, uno de ustedes ha comulgado sacrílegamente”. El joven culpable, se arrojó a los pies del buen Padre y confesó su culpa.

   El 5 de Agosto de 1918, sufrió por segunda vez la transverberación del corazón, si bien que en esta ocasión de forma más visible. El mismo Padre Pío lo contó en una carta:    
      “Estaba escuchando las confesiones de los jóvenes la noche del cinco de Agosto, cuando de repente, me asusté grandemente al ver con los ojos de mi mente a un visitante celestial que se apareció frente a mí. En su mano llevaba algo que se parecía a una lanza larga de hierro con una punta muy aguda. Parecía que salía fuego de la punta.
      Vi a la persona hundir la lanza violentamente en mi alma. Apenas pude quejarme y sentí como que me moría. Le dije al muchacho que saliera del confesonario, porque me encontraba enfermo y no tenía fuerzas para continuar. Este martirio duró sin interrupción hasta la mañana del siete de Agosto. Desde ese día siento una gran aflicción y una herida en mi alma que está siempre abierta y me causa agonía"

SAN JOSÉ PADRE Y SEÑOR DE LA IGLESIA


   Nuestra Señora recibe a través de su Hijo, el privilegio de plenitud de santidad inmaculada, que la capacita para ser Madre de Dios; de igual modo, San José recibe a través de su Purísima Esposa la plenitud de gracia que podemos llamar muy adecuadamente, paternal, que le capacita para su paternidad virginal mesiánica, no según la carne, sino según el Espíritu, en virtud de su incondicional respuesta silenciosa de fe, por la cual es copartícipe con la Virgen María de la constitución del Ser teándrico del Redentor y de su Obra Redentora; tanto objetiva, desde Nazaret al Calvario, como subjetiva, en su dispensación histórico salifica hasta la Parusía.


   Por eso San José es el Padre y Señor de la familia de Dios que es la Iglesia, prolongación de la de Nazaret, vértice del plan divino de la salvación del mundo.

( Padre Joaquín Ferrer Arellano, “San José, Nuestro Padre y Señor” )

lunes, 19 de septiembre de 2011

NUESTRA SEÑORA DE LA SALETTE

   Hoy recordamos el aniversario de las Apariciones de Nuestra Señora de la Salette; de las palabras que transmitiera la Madre de Dios a unos pobres muchachos, algunos sólo se quedan con aquélla famosa profecía donde la Virgen advertía que "Roma perderá la Fe". Pero el mensaje de la Salette es más extenso y espiritual, por eso os traigo aquí un pequeño extracto del Secreto que Nuestra Señora confió a Melania Calvet.



domingo, 18 de septiembre de 2011

ROMA Y MONS. LEFEBVRE ( y III )


   En las palabras de Monseñor Lefebvre, que por tercer día consecutivo comparto con vosotros, aprecio su estilo conciliador, pese a que muchos piensen de él que era un cismático o un subversivo, no hizo otra cosa más que dar muestras de su gran amor a la Santa Iglesia.


   En mi modesta opinión, Monseñor sufría al ver que su Madre la Iglesia se descomponía tras los desastrosos cambios que trajo -y que aún sufrimos- el Concilio Vaticano II; pero no fueron pocos los obispos que sintieron de la misma manera, si bien es verdad que muchos se acobardaron, ocultando su verdadero sentir, excusándose en virtud de la obediencia debida al Papa.


   De alguna manera, aunque bien de lejos, comprendo cómo se pudo sentir Monseñor Lefebvre: muchos son los sacerdotes, vicarios y algún obispo que otro, que leen éste y otros blogs tradicionalistas; también lo hacen muchos seglares, algunos de forma pública y otros soterradamente. Curiosamente, no son pocos los que me escriben de forma privada y me alientan a continuar defendiendo la Fe y la piedad tradicionales, pero, eso sí, ellos se quedan de brazos cruzados… 


   Sin embargo, los sacerdotes, ya son libres -siempre lo han sido- para celebrar la Santa Misa Tradicional, igual los obispos; ¿qué pueden perder?, ¿el sueldo, la parroquia?, ¿la honra y buena fama entre sus compañeros?. 


   Pues yo digo a esos cobardes que no les sirve para nada ese sueldo, ni los estipendios; es más, pongo en cuestión su honra y su fama si ellas le impiden vivir en la Verdadera Fe Católica, aquella que ha transmitido la Santa Iglesia durante dos mil años, la que vivieron y por la que se santificaron innumerables santos. 

CON DIOS A SOLAS ( XI ) por el Padre Valentín de San José, Carmelita Descalzo.



- Comprender a Dios es amarle -


   No me consagré a Dios para vivir un conocimiento filosófico frío aprendido en los libros, como muchos que se llaman filósofos y no conocen a Dios, ni le aman, porque no cumplen sus mandamientos de amor y no pueden comprenderle; les falta el amor.


   Comprender a Dios es amarle, es entregarse y ofrecerse a Su Voluntad; es vivir en Él para Él en el cántico del amor. Entonces está Dios infinito y vivo, viviendo en el alma y dándola su vida.


   Dios viene al alma y vive en ella por la fe y el amor con virtudes.


   Conocer a Dios y conocer a  Jesucristo es lo más alto y más grande, lo más hermoso y regalado. ¿Cómo te conoceré yo, Dios mío, y a Ti, Redentor mío Jesús?. Sólo el mismo Dios me puede dar este conocimiento; pero en cuanto esté de mi parte lo lograré pidiéndoselo al Señor y viviendo en Su Amor, que es Su Luz. Así vivían llenos de gozo, los santos en su recogimiento silencioso. Allí recibían el conocimiento altísimo de Dios. 

sábado, 17 de septiembre de 2011

ROMA Y MONS. LEFEBVRE ( II )


   Siento a veces hablar tan claro, quizás por eso tengo pocos amigos y bien seguro que tras estos artículos sobre Mons. Lefebvre, tendré unos cuanto menos.


   No entiendo a los Superiores de la Fraternidad de San Pío X… hace veintitrés años, les daba igual estar “excomulgados”; sin embargo, en estos últimos años, después de que Roma le levantase la injusta “excomunión”, no hacen más que mendigar una aprobación, un reconocimiento de que son católicos…¡por Dios Santo! ¿Es que su Venerable Fundador, nuestro amado Monseñor Lefebvre no lo era?…”hijos mentirosos, hijos falsos que no quisieron oír… que dicen a los videntes: no veáis; y a los profetas: no profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas” (Isaías 30, 9-10)


   Monseñor Le Febvre, cuando consagró cuatro Obispos en 1988, actúo movido por un estado de necesidad; veía que tras su muerte no quedarían Obispos de la Tradición para guiar a la Fraternidad de San Pío X, que la Santa Misa Tradicional se perdería. 


   A los más escépticos, os recordaré las palabras exactas del Cardenal Castrillón Hoyos, cuando afirmo que “la Fraternidad de San Pío X no es herética, ni sedevacantista ni cismática… Mons. Lefebvre siguió adelante (verano de 1988) con el asunto de la consagración (de los cuatro Obispos) por lo que se verificó dicha situación de alejamiento, aunque no se trató de un cisma formal” (13 de Noviembre de 2005).


   Si hoy día, existen las distintas congregaciones e institutos de Ecclesia Dei, si los fieles podemos asistir en nuestras diócesis a la Santa Misa Tradicional y lo más importante, si la Tradición misma subsiste, es gracias al valiente gesto de Mons. Marcel Lefebvre, que plantó cara al modernismo que con desfachatez había tomado Roma. 


   Sí, mucho le debemos a este Obispo, valiente Defensor y Protector de la Fe, que no le importó sufrir las mentiras, infamias y calumnias que contra él se vertieron con tal de permanecer siendo católico; y no a pocos ayudó, como al Monasterio benedictino de Le Barreaux, que levantó Mons. Lefebvre con los donativos que mendigó a los fieles, aunque después de la “excomunión” los monjes le pagarían injuriándole y alejándose de él.


   Y es que, siendo católico, creyendo y haciendo lo que la Santa Iglesia ha hecho siempre, ¿cómo va a estar uno excomulgado?. Es ridículo que no se excomulgue a los “neocatecumenales” o “kikos”, a los “carismáticos” y demás movimientos pseudo-protestantes, partidarios de la relajación doctrinal y litúrgica, amantes y propagadores de memeces teológicas… y por el contrario, se amenaza, se veta y se nos pone mil trabas a los que asistimos a la Santa Misa Tradicional, “ay de aquellos que a lo malo dicen bueno y a lo bueno malo” (Isaías 5, 20).


   ¡Fuera complejos! Me da lo mismo que lo mismo me da; la Fraternidad de San Pío X está muy bien en su sitio, con Roma, con el Papa, pero manteniendo las distancias; cuando se reconozcan los males que ha traído consigo el Concilio Vaticano II, quizás se puedan entender mejor… hacer otra cosa, pasar por la criba, comulgar con ruedas de molino para tener una “prelaturita” y demás tonterías, es sinónimo de TRAICIÓN, al Venerable Monseñor Lefebvre, a su Fraternidad y a la Fe Católica.

IMPRESIÓN DE LAS LLAGAS DE SAN FRANCISCO, 17 DE SEPTIEMBRE


   Nació en Asís, una ciudad sobre la ladera del monte Subasio (Italia) en 1181. Su madre lo bautizó Juan, pero su padre lo cambió por Francisco. Pertenecía a una familia rica, dedicada al comercio de telas.


  San Francisco pasó gran parte de su juventud dedicado a cosas mundanas, sin importarle mucho Dios; incluso durante un tiempo fue soldado, pero un sueño le advirtió que no era su camino. Peregrinó entonces a Roma y oyó que el Señor le pedía reparar su casa . Es entonces cuando decide renunciar a todos sus bienes, desafiando a su padre, Pedro Bernardone que tenía pensado su futuro como comerciante. Así, a los veinticinco años, ciñe el hábito de los penitentes, atándose una cuerda a la cintura. 


   De esta manera, vivió un tiempo en soledad y luego fundó con doce compañeros la Orden de Frailes Menores (franciscanos) que fue aprobada por el Papa Inocencio III en 1209.


  Llegando al ocaso de su vida, durante una Cuaresma, San Francisco decide retirarse a orar y ayunar al Monte Alvernia. Una mañana, cuando nuestro santo se encontraba en oración, tuvo la visión celestial de un serafín: tenía seis alas resplandecientes. Entre ellas apareció representada la imagen de Nuestro Señor clavado en la Cruz. Dos alas del serafín se elevaban sobre su cabeza, las otras dos aparecían extendidas, en actitud de volar, y las restantes le cubrían el cuerpo.


   Al desaparecer aquella prodigiosa visión, surgieron llagas en sus manos y pies, semejantes a las de Jesús Crucificado, igual que lo acababa de contemplar en el éxtasis. También en el costado, se reprodujo una herida que recordaba a la que el soldado romano Longinos, infringió a Jesús ya muerto en la Cruz. Pero el milagro de la estigmatización no terminaba ahí: los biógrafos de San Francisco nos cuentan que mientras el santo recibía las Santas Llagas, la vegetación del Monte Alvernia comenzaba a arder con impresionantes llamas, produciendo enormes resplandores que despertaron a los pastores y vecinos del lugar.


   A diferencia de otros estigmatizados que irás conociendo en próximos artículos, verás como los estigmas de San Francisco, presentaban unas características muy particulares y que jamás se reprodujeron de igual manera en otros casos de estigmatización; así, Tomás de Celano, testigo de la época, nos relata estas características de los estigmas de San Francisco: “Sus manos y sus pies estaban atravesados por la mitad, como con clavos; las cabezas de éstos asomaban por la parte interior de las manos y por la parte superior de los pies; las puntas, por el otro lado. Las marcas del interior de las manos eran redondas, las del otro alargadas”.

viernes, 16 de septiembre de 2011

ROMA Y MONS. LEFEBVRE ( I )

   Después de que Su Eminencia el Cardenal Levada, haya ofrecido a la Fraternidad de San Pío X  "adherirse" a Roma bajo la forma jurídica de "Prelatura personal", estimo oportuno releer algunos textos de Monseñor Lefebvre, a quien jamás le tembló el pulso a la hora de defender la Verdadera Fe, afianzada por la Sagrada Tradición.
   Y es precisamente a él, a Monseñor Lefebvre, al que debemos elevar súplicas, para que interceda por su amada Fraternidad, que tanto sufrimientos y dolores le conllevó fundarla y mantenerla en la senda de la Tradición Católica. Pido a Dios que su esfuerzo no haya sido en vano.
(Está permitido copiar y difundir cualquier imagen de este blog)

QUE EL CORAZÓN DE JESÚS REINE Y PROTEJA NUESTROS HOGARES:



   En España, hasta no hace muchos años, era costumbre muy piadosa, colocar una imagen del Sagrado Corazón de Jesús en el interior - y a veces exterior- de las puertas de las casas. Aunque es un magnífico testimonio poner la imagen en el exterior, procuremos que sea de metal o sencilla, para evitar “piadosos” robos…


   Mis padres siempre tuvieron por costumbre colocar un hermoso cuadro del Corazón de Jesús en lo alto de la puerta principal, para que al salir a la calle, nos encomendásemos al Rey de todos los corazones. 


   Nunca olvidaré a mi tía Dolores Ortega, que tenía en la fachada de la puerta la tradicional cruz metálica, con la imagen del Sagrado Corazón en el centro; cuando salía, cerraba la puerta y pasando la mano por encima de la imagen, se persignaba a continuación y seguía rezando sus oraciones de la mañana mientras bajaba en el ascensor…


Tradicional placa metálica 
que se pegaba a las puertas

   ¡Qué bueno sería que todos continuásemos con esa bellísima tradición!. Tener en la puerta de nuestro hogar a nuestro Mayor Amor, al Guardián de nuestro Hogar, al Rey y Señor de nuestra familia, a Aquél que vela por nuestros padres e hijos.


   Por eso, os animo a que consigáis una placa metálica con la imagen del Sagrado Corazón, ideal para poner en el exterior de la puerta de vuestra casa, mientras que el interior, podéis usar una de las que acompañan estas letras; sólo tendríais que pinchar sobre la imagen, guardarla, imprimirla y mejor aún si la plastificáis.




   Nunca olvidemos aquella promesa que el mismo Jesús hiciera a Santa Margarita de Alacoque: “Bendeciré los hogares donde Mi imagen sea expuesta y venerada”. ¡Cuántos bienes, cuántas gracias podemos obtener por este medio! Y, al mismo tiempo, ¡qué buen ejemplo podemos dar a los demás!. No seamos cobardes ni tibios, que nuestros hijos, vecinos y amigos, cuando lleguen al umbral de la casa, vean y sean vistos por este Corazón que sólo sabe amar. 


   Colocando a Nuestro Señor en la misma puerta de la casa, no sólo le honramos a Él y damos testimonio valiente de nuestra fe, sino que además, ayudamos a extender la devoción al Sagrado Corazón, ese Amor de los Amores que también prometió: “Los que propaguen mi devoción, tendrán su nombre escrito en Mi Corazón y jamás será borrado de Él”.

jueves, 15 de septiembre de 2011

LAS BUENAS COMPAÑÍAS

DOLORES Y LÁGRIMAS DE NUESTRA SEÑORA



Palabras de la Virgen a Santa Brígida de Suecia:

"Miro a todos los que hay en el mundo a ver si logro encontrar a alguien que se compadezca de mí y medite mi dolor, más hay poquísimos que piensen en mi tribulación y padecimientos. Por eso, hija mía, no te olvides de mí, que soy olvidada y menospreciada por muchos. Mira mi dolor e imítame en lo que pudieres. Considera mis angustias y mis lágrimas y duélete de que sean tan pocos los amigos de Dios"


INTERESANTE ARTÍCULO DEL PROF. PLINIO CORREA DE OLIVEIRA

En 1972, una imagen de la Madre de Dios vertió lágrimas en la ciudad recientemente arrasada por el huracán Katrina. Aquel milagroso aviso no fue atendido. ¿El aviso fue solamente para Nueva Orleans... o para el mundo entero?
Un alerta más. Muchos no le dieron importancia. Ya estaban acostumbrados a los huracanes... El Katrina mostraba una violencia inusual con vientos de hasta 280 km/h., pero no pocos creían que todo seguiría igual en Nueva Orleans, la “ciudad de la música y de la alegría” –léase la ciudad del jazz que preparó el rock and roll, del vudú, de los festivales homosexuales que afrontaban a Dios.
El más provocador de dichos “festivales” era el Southern Decadence (Decadencia Sureña). En 2004 contó con 125.000 participantes y duró una semana. Fueron practicados actos sexuales en lugares públicos, frente a la policía, la Municipalidad y el Concejo Deliberante. ¡La provocación fue filmada y la grabación entregada a las autoridades! Éstas no sólo no tomaron medidas, sino que promovieron otra semana de abominaciones para la edición del año 2005 –la 34ª– y se esperaban 150.000 participantes. Sin embargo...
Profético llanto de Nuestra Señora
La primera Southern Decadence ocurrió en 1972. En aquel mismo año una imagen peregrina de Nuestra Señora de Fátima milagrosamente vertió lágrimas en Nueva Orleans. Por la ciudad, sin duda, pero sobretodo por la humanidad.
La noticia recorrió el mundo y los principales diarios estamparon en primera página fotografías impresionantes del suceso. En Brasil, el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira escribió el artículo Lágrimas, milagroso aviso 1, en el que describe las circunstancias del hecho sobrenatural.
Desde 1972 muchos huracanes pasaron por Nueva Orleans, pero nada sucedió de especialmente trágico. Y el aviso de Nuestra Señora fue siendo paulatinamente olvidado.
En el mismo período, muchos huracanes –y, dicho sea de paso, incomparablemente peores– se abatieron sobre la Santa Iglesia Católica y la sagrada institución de la familia, soplados por una revolución cultural anticristiana de raíz marxista y contestataria a toda forma de autoridad.
Nueva Orleans y el mundo olvidaron el “milagroso aviso”. Se sumergieron en la vida de todos los días y en la ceguera que casi siempre precede a las grandes tragedias... A tal punto que para el 31 de agosto de este año de 2005, como dijimos, estaba programada en aquella ciudad una nueva semana de desfile y orgías homosexuales del “Southern Decadence”. Pero el huracán Katrina llegó dos días antes.
Colapso de una gran ciudad moderna
Nueva Orleans –aglomeración de 1.500.000 habitantes, tercera ciudad de los EUA– quedó en parte reducida a escombros. Varios de sus barrios fueron sumergidos por las aguas. Se cortó la energía eléctrica, agua potable, radio, TV, teléfono y cloacas. Soldados, policías, bomberos y socorristas evacuaron a los últimos residentes. Se ciernen sobre la ciudad los riesgos de epidemias favorecidas por las aguas putrefactas donde se descomponían cadáveres, animales, plantas y toda especie de objetos que hasta hace poco constituían la alegría de los hogares. La ciudad puede quedar desierta durante un año, pero voces como la del presidente de la Cámara se preguntaron si era razonable reconstruirla. 2
“The New York Times” comparó el desastre a la destrucción de la antigua Pompeya y al reciente tsunami asiático.3 El secretario general adjunto para Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas, Jan Egeland, calificó al Katrina como una de las peores catástrofes naturales de la Historia, mayor aún que el tsunami “por la cantidad de casas destruidas y por el número de personas afectadas o
dislocadas”. 4
Inimaginables escenas del “fin de mundo”
Después de la tempestad, gangs armadas transformaron la ciudad en un escenario dantesco. Refugios y hospitales se convirtieron en infiernos, donde los flagelados eran amenazados, robados, asesinados y las mujeres estupradas. En el hospital Big Charity, el jefe de los cirujanos, Norman E. Mc Swan Jr., dormía oculto en una bolsa de basura hospitalar en el tejado del garage, para no ser sorprendido por los criminales.5 En el estadio Super-dome hubo hasta un suicidio de un deses-perado delante de 15.000 personas. Ocurrieron incendios por todas partes.
Pequeño grupo de homosexuales reedita el Southern Decadence
en la Bourbon Street
Facsimil: “El alcalde de Nueva Orleans tiene el placer de dar la bienvenida al Southern Decadence”
Los socorristas que llegaban en helicóptero fueron recibidos a balazos. Policías y bomberos abandonaron la asistencia a los sobrevivientes para contener a las bandas de delincuentes y saqueadores. El mito del hombre sin Pecado Original, bueno por naturaleza, fue desmentido una vez más y quedó patente su hipocresía. Exhaustos y traumatizados, algunos policías y bomberos se suicidaron. ¡Espantosas y terribles reacciones de un cuerpo social en el que la Moral fue olvidada!
¿Habría sido muy distinto en cualquier megalópolis moderna puesta en análogas circunstancias?
144.000 km2 de áreas costeras fueron arrasadas por el huracán. En vastas playas de cinco Estados las olas devastaron hasta 1.000 metros tierra adentro. Para el gobernador de Mississippi, las ruinas de Gulfport, Waveland y Biloxi evocan un bombardeo atómico.6 En Biloxi, “paraíso” de las casas de juego y de la disolución moral, casinos flotantes fueron arrojados por el mar encolerizado hacia el interior como si fuesen simples corchos.
Percepción de un castigo divino
Mons. Philip M. Hannan, Arzobispo Emérito de Nueva Orleans, exhortó a predicar con fuerza que el huracán Katrina constituyó “un castigo Divino”.
“Delante de Dios, somos responsables no tan solo por nuestras acciones individuales. Somos, además, ciudadanos de una nación. Y tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento está dicho que una nación tiene un destino y somos responsables de encauzar la moralidad en nuestra nación. Como ciudadanos, somos responsables por la actitud sexual, por la falta de respeto a los derechos de las familias, por la adicción a las drogas, por el asesinato de 45 millones de niños no nacidos, por el escandaloso comportamiento de algunos sacerdotes. (...)Todos los sacerdotes y obispos que yo conozco creen lo mismo, esta tormenta fue tan quebrantadora, tan destructiva, que, si usted cree que hay un Creador, indudablemente lo sabía o permitió que sucediera. Decididamente lo sabía”.9
Nueva Orleans y el mundo estaban avisados
En este contexto resuenan oportunas, hoy más que nunca, las palabras del Dr. Corrêa de Oliveira en el artículo antes mencionado, sobre las lágrimas vertidas por Nuestra Señora en Nueva Orleans:
“El misterioso llanto nos muestra a la Virgen de Fátima llorando sobre el mundo contemporáneo, como otrora Nuestro Señor lloró sobre Jerusalén. Lágrimas de dolor profundo, en la previsión del castigo que vendrá.
“Vendrá para los hombres de nuestro siglo, si no renunciaren a la impiedad y a la corrupción. Si no lucharan especialmente contra la autodemolición de la Iglesia, la maldita humareda de Satanás, que en el decir del propio Pablo VI, penetró en el recinto sagrado. [...] ¿No es preferible –pregunto– leer hoy este artículo sobre la suave manifestación de la profética melancolía de nuestra Madre, a soportar los días de amargura trágica que, a no enmendarnos, habrán de venir?
“Si vienen, es lógico esperar que habrá en ellos, por lo menos, una misericordia especial para quienes, en su vida personal, hayan tomado con seriedad el milagroso aviso de Maria Santísima”. 10
Imagen de San José en la Iglesia de Santa Ana, Empire, al sur de Nueva Orleans
La Virgen María resistió
En esta perspectiva, resulta alentador considerar que una imagen de la Virgen María, en la parroquia católica San Marcos, se mantuvo milagrosamente incólume en medio de los escombros.
“La Virgen resistió”, declaró al diario “La Nación” la Sra. Sharon Elisabeth Snedd, una de las sobrevivientes de las familias fundadoras del barrio de Gulfport. 11
“Resistió”... ¿no es lo que María Santísima pidió en Fátima al exhortarnos a resistir a la avalancha de pecados mediante la conversión, la expiación y el rezo del Santo Rosario?
Animar a esa santa resistencia, ¡qué tarea urgente e impostergable! Es el objetivo de la Cruzada Reparadora del Santo Rosario. Cuanto mayor es el peligro —como en Nueva Orleans— más debemos confiar en que el poderoso auxilio de María Santísima jamás nos faltará y que Ella nos ayudará siempre a resistir, y a resistir contra toda esperanza, confiando, imperturbables en medio de las ruinas, en el triunfo de su Inmaculado Corazón.
¿Qué confianza podemos depositar en ese triunfo? La respuesta, dada por Ella misma, cabe en una sola frase, pronunciada por Nuestra Señora durante la aparición del 13 de julio de 1917: “Soy del Cielo”.12
Tengamos, pues, razones para esperar. ¿Esperar qué? La ayuda de la Providencia para todo trabajo ejecutado con clarividencia, rigor y método para alejar del mundo las amenazas que, como tantas otras espadas de Damocles, están suspendidas sobre la humanidad.
Es necesario, pues, orar, confiar en la Providencia y actuar.
Las lágrimas de Nuestra Señora
Bajo la dirección de la Hermana Lucía, un artista portugués esculpió dos imágenes de la Virgen de Fátima que, tanto cuanto posible, corresponden a los trazos de fisonomía con los que la Santísima Virgen se apareció.
Ambas imágenes, llamadas “peregrinas”, recorrieron el mundo, acompañadas por religiosos y laicos. Una de ellas vertió lágrimas en Nuevas Orleans, en julio de 1972.
El P. Romagosa pasó el dedo por la superficie húmeda de la imagen, recogió una gota de líquido y fotografío el que, según el P. Breault, era el decimotercero llanto de la imagen.
Para disipar toda duda, el P. Romagosa verificó que el orificio de la cabeza, único existente en la imagen y donde se introducía la corona, estaba completamente seco y no era permeable a ninguna filtración.
Fue entonces que se arrodilló y creyó. (“Folha de Sao Paulo”, 6 de agosto de 1972