Palabras de la Virgen a Santa Brígida de Suecia:
"Miro a todos los que hay en el mundo a ver si logro encontrar a alguien que se compadezca de mí y medite mi dolor, más hay poquísimos que piensen en mi tribulación y padecimientos. Por eso, hija mía, no te olvides de mí, que soy olvidada y menospreciada por muchos. Mira mi dolor e imítame en lo que pudieres. Considera mis angustias y mis lágrimas y duélete de que sean tan pocos los amigos de Dios"
INTERESANTE ARTÍCULO DEL PROF. PLINIO CORREA DE OLIVEIRA
En 1972, una imagen de la Madre de Dios vertió lágrimas en la ciudad recientemente arrasada por el huracán Katrina. Aquel milagroso aviso no fue atendido. ¿El aviso fue solamente para Nueva Orleans... o para el mundo entero?
Un alerta más. Muchos no le dieron importancia. Ya estaban acostumbrados a los huracanes... El Katrina mostraba una violencia inusual con vientos de hasta 280 km/h., pero no pocos creían que todo seguiría igual en Nueva Orleans, la “ciudad de la música y de la alegría” –léase la ciudad del jazz que preparó el rock and roll, del vudú, de los festivales homosexuales que afrontaban a Dios.
El más provocador de dichos “festivales” era el Southern Decadence (Decadencia Sureña). En 2004 contó con 125.000 participantes y duró una semana. Fueron practicados actos sexuales en lugares públicos, frente a la policía, la Municipalidad y el Concejo Deliberante. ¡La provocación fue filmada y la grabación entregada a las autoridades! Éstas no sólo no tomaron medidas, sino que promovieron otra semana de abominaciones para la edición del año 2005 –la 34ª– y se esperaban 150.000 participantes. Sin embargo...
Profético llanto de Nuestra Señora
La primera Southern Decadence ocurrió en 1972. En aquel mismo año una imagen peregrina de Nuestra Señora de Fátima milagrosamente vertió lágrimas en Nueva Orleans. Por la ciudad, sin duda, pero sobretodo por la humanidad.
La noticia recorrió el mundo y los principales diarios estamparon en primera página fotografías impresionantes del suceso. En Brasil, el Dr. Plinio Corrêa de Oliveira escribió el artículo Lágrimas, milagroso aviso 1, en el que describe las circunstancias del hecho sobrenatural.
Desde 1972 muchos huracanes pasaron por Nueva Orleans, pero nada sucedió de especialmente trágico. Y el aviso de Nuestra Señora fue siendo paulatinamente olvidado.
En el mismo período, muchos huracanes –y, dicho sea de paso, incomparablemente peores– se abatieron sobre la Santa Iglesia Católica y la sagrada institución de la familia, soplados por una revolución cultural anticristiana de raíz marxista y contestataria a toda forma de autoridad.
Nueva Orleans y el mundo olvidaron el “milagroso aviso”. Se sumergieron en la vida de todos los días y en la ceguera que casi siempre precede a las grandes tragedias... A tal punto que para el 31 de agosto de este año de 2005, como dijimos, estaba programada en aquella ciudad una nueva semana de desfile y orgías homosexuales del “Southern Decadence”. Pero el huracán Katrina llegó dos días antes.
Colapso de una gran ciudad moderna
Nueva Orleans –aglomeración de 1.500.000 habitantes, tercera ciudad de los EUA– quedó en parte reducida a escombros. Varios de sus barrios fueron sumergidos por las aguas. Se cortó la energía eléctrica, agua potable, radio, TV, teléfono y cloacas. Soldados, policías, bomberos y socorristas evacuaron a los últimos residentes. Se ciernen sobre la ciudad los riesgos de epidemias favorecidas por las aguas putrefactas donde se descomponían cadáveres, animales, plantas y toda especie de objetos que hasta hace poco constituían la alegría de los hogares. La ciudad puede quedar desierta durante un año, pero voces como la del presidente de la Cámara se preguntaron si era razonable reconstruirla. 2
“The New York Times” comparó el desastre a la destrucción de la antigua Pompeya y al reciente tsunami asiático.3 El secretario general adjunto para Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas, Jan Egeland, calificó al Katrina como una de las peores catástrofes naturales de la Historia, mayor aún que el tsunami “por la cantidad de casas destruidas y por el número de personas afectadas o
dislocadas”. 4
Inimaginables escenas del “fin de mundo”
Después de la tempestad, gangs armadas transformaron la ciudad en un escenario dantesco. Refugios y hospitales se convirtieron en infiernos, donde los flagelados eran amenazados, robados, asesinados y las mujeres estupradas. En el hospital Big Charity, el jefe de los cirujanos, Norman E. Mc Swan Jr., dormía oculto en una bolsa de basura hospitalar en el tejado del garage, para no ser sorprendido por los criminales.5 En el estadio Super-dome hubo hasta un suicidio de un deses-perado delante de 15.000 personas. Ocurrieron incendios por todas partes.
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Pequeño grupo de homosexuales reedita el Southern Decadence
en la Bourbon Street |
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Facsimil: “El alcalde de Nueva Orleans tiene el placer de dar la bienvenida al Southern Decadence” |
Los socorristas que llegaban en helicóptero fueron recibidos a balazos. Policías y bomberos abandonaron la asistencia a los sobrevivientes para contener a las bandas de delincuentes y saqueadores. El mito del hombre sin Pecado Original, bueno por naturaleza, fue desmentido una vez más y quedó patente su hipocresía. Exhaustos y traumatizados, algunos policías y bomberos se suicidaron. ¡Espantosas y terribles reacciones de un cuerpo social en el que la Moral fue olvidada!
¿Habría sido muy distinto en cualquier megalópolis moderna puesta en análogas circunstancias?
144.000 km2 de áreas costeras fueron arrasadas por el huracán. En vastas playas de cinco Estados las olas devastaron hasta 1.000 metros tierra adentro. Para el gobernador de Mississippi, las ruinas de Gulfport, Waveland y Biloxi evocan un bombardeo atómico.6 En Biloxi, “paraíso” de las casas de juego y de la disolución moral, casinos flotantes fueron arrojados por el mar encolerizado hacia el interior como si fuesen simples corchos.
Percepción de un castigo divino
Mons. Philip M. Hannan, Arzobispo Emérito de Nueva Orleans, exhortó a predicar con fuerza que el huracán Katrina constituyó “un castigo Divino”.
“Delante de Dios, somos responsables no tan solo por nuestras acciones individuales. Somos, además, ciudadanos de una nación. Y tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento está dicho que una nación tiene un destino y somos responsables de encauzar la moralidad en nuestra nación. Como ciudadanos, somos responsables por la actitud sexual, por la falta de respeto a los derechos de las familias, por la adicción a las drogas, por el asesinato de 45 millones de niños no nacidos, por el escandaloso comportamiento de algunos sacerdotes. (...)Todos los sacerdotes y obispos que yo conozco creen lo mismo, esta tormenta fue tan quebrantadora, tan destructiva, que, si usted cree que hay un Creador, indudablemente lo sabía o permitió que sucediera. Decididamente lo sabía”.9
Nueva Orleans y el mundo estaban avisados
En este contexto resuenan oportunas, hoy más que nunca, las palabras del Dr. Corrêa de Oliveira en el artículo antes mencionado, sobre las lágrimas vertidas por Nuestra Señora en Nueva Orleans:
“El misterioso llanto nos muestra a la Virgen de Fátima llorando sobre el mundo contemporáneo, como otrora Nuestro Señor lloró sobre Jerusalén. Lágrimas de dolor profundo, en la previsión del castigo que vendrá.
“Vendrá para los hombres de nuestro siglo, si no renunciaren a la impiedad y a la corrupción. Si no lucharan especialmente contra la autodemolición de la Iglesia, la maldita humareda de Satanás, que en el decir del propio Pablo VI, penetró en el recinto sagrado. [...] ¿No es preferible –pregunto– leer hoy este artículo sobre la suave manifestación de la profética melancolía de nuestra Madre, a soportar los días de amargura trágica que, a no enmendarnos, habrán de venir?
“Si vienen, es lógico esperar que habrá en ellos, por lo menos, una misericordia especial para quienes, en su vida personal, hayan tomado con seriedad el milagroso aviso de Maria Santísima”. 10
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Imagen de San José en la Iglesia de Santa Ana, Empire, al sur de Nueva Orleans |
La Virgen María resistió
En esta perspectiva, resulta alentador considerar que una imagen de la Virgen María, en la parroquia católica San Marcos, se mantuvo milagrosamente incólume en medio de los escombros.
“La Virgen resistió”, declaró al diario “La Nación” la Sra. Sharon Elisabeth Snedd, una de las sobrevivientes de las familias fundadoras del barrio de Gulfport. 11
“Resistió”... ¿no es lo que María Santísima pidió en Fátima al exhortarnos a resistir a la avalancha de pecados mediante la conversión, la expiación y el rezo del Santo Rosario?
Animar a esa santa resistencia, ¡qué tarea urgente e impostergable! Es el objetivo de la Cruzada Reparadora del Santo Rosario. Cuanto mayor es el peligro —como en Nueva Orleans— más debemos confiar en que el poderoso auxilio de María Santísima jamás nos faltará y que Ella nos ayudará siempre a resistir, y a resistir contra toda esperanza, confiando, imperturbables en medio de las ruinas, en el triunfo de su Inmaculado Corazón.
¿Qué confianza podemos depositar en ese triunfo? La respuesta, dada por Ella misma, cabe en una sola frase, pronunciada por Nuestra Señora durante la aparición del 13 de julio de 1917: “Soy del Cielo”.12
Tengamos, pues, razones para esperar. ¿Esperar qué? La ayuda de la Providencia para todo trabajo ejecutado con clarividencia, rigor y método para alejar del mundo las amenazas que, como tantas otras espadas de Damocles, están suspendidas sobre la humanidad.
Es necesario, pues, orar, confiar en la Providencia y actuar.
Las lágrimas de Nuestra Señora
Bajo la dirección de la Hermana Lucía, un artista portugués esculpió dos imágenes de la Virgen de Fátima que, tanto cuanto posible, corresponden a los trazos de fisonomía con los que la Santísima Virgen se apareció.
Ambas imágenes, llamadas “peregrinas”, recorrieron el mundo, acompañadas por religiosos y laicos. Una de ellas vertió lágrimas en Nuevas Orleans, en julio de 1972.
El P. Romagosa pasó el dedo por la superficie húmeda de la imagen, recogió una gota de líquido y fotografío el que, según el P. Breault, era el decimotercero llanto de la imagen.
Para disipar toda duda, el P. Romagosa verificó que el orificio de la cabeza, único existente en la imagen y donde se introducía la corona, estaba completamente seco y no era permeable a ninguna filtración.
Fue entonces que se arrodilló y creyó. (“Folha de Sao Paulo”, 6 de agosto de 1972